Selección | El desempate del 54 con Turquía y el fatal sorteo de Roma
"Nadie nos explicó bien lo de Kubala y el árbitro nos machacó"
Fotos con leyenda. El 17 de marzo de 1954 la mano de un chaval italiano, Franco Gemma, dejó fuera del Mundial del 54 a España al sacar el papel de Turquía en el sorteo tras el desempate en Roma (2-2). Adrián Escudero recuerda "la encerrona que fue aquella eliminatoria".
S ituemos antecedentes, entorno y escenarios del fatal desenlace de la negra tarde romana. España se enfrentó en la clasificación para el Mundial de 1954 en Suiza a un único rival, Turquía. El pronóstico favorecía a la Roja, que vivía momentos de euforia con la incorporación del genial húngaro Ladislao Kubala (ex internacional con Hungría y Checoslovaquia), que ya había debutado en el verano del 53 en Buenos Aires frente a Argentina. Kubala no jugó la ida contra los turcos en el Bernabéu porque el seleccionador, Luis Iribarren (un dentista amigo del presidente de la Federación, Sancho Dávila), consideró que no hacía falta ante un rival de menor calidad. Ganó España 4-1, pero en la vuelta los turcos vencieron 1-0 (pese a que en Estambul sí jugó Kubala). Al no haber goalaverage se fue al desempate en Roma: 2-2, un telegrama sibilino sobre la situación de Kubala que asustó a los directivos españoles, y tras la prórroga el sorteo con un 'bambino' italiano delgado, de tez pálida, Franco Gemma, que nos echó fuera sacando con los ojos vendados la papeleta de Turquía de un jarrón de cobre. Estos son los hechos, que el gran Adrián Escudero (81 años, todos en pie ante el mago goleador de la historia del Atlético) recordaba así:
"Los jugadores lo vivimos con impotencia; desde el partido de vuelta que perdimos en Estambul, sentimos que aquella eliminatoria no iba a acabar bien, que estábamos ante una encerrona. Y con el paso de los años nunca nadie nos explicó bien qué pasó, en especial con la no alineación de Kubala en Roma; según se dijo, minutos antes parece que llegó un telegrama ante el que los directivos de la Federación se asustaron. Hace mucho de todo esto, pero no se nos fue nunca de la cabeza que nuestros directivos no supieron estar a la altura, que fueron avasallados se sospechó que por las presiones de Hungría. Nadie nos lo aclaró oficialmente. También nosotros, los jugadores, no estuvimos bien en el partido de Estambul, esa es la verdad, pero en Roma sí que merecimos ganar".
Escudero tira de memoria y a donde no llega en algún detalle concreto, ahí aparece Mari Carmen, su mujer, extraordinaria al quite hasta con algunos recortes de periódicos:
"En ese choque de vuelta los turcos salieron a por todas, repartieron cera que no veas, fue una batalla a la que sí supo responder siempre con bravura Campanal II, que estuvo enorme. A Kubala le dieron por todas partes, el pobre tuvo que bajar hasta ponerse casi de central para que no le partiesen la pierna. Sinceramente, creo que ese partido yo debí haberlo jugado junto a él en la delantera; Laszi era la gran estrella, le temían, pero yo era el delantero del pueblo más desconocido, y entre que podía haberle quitado la mitad de los golpes y que pasaba más inadvertido, igual habríamos marcado algún gol sin tener que irnos al desempate. El propio general Zamalloa, que estaba con la expedición directiva, me lo reconoció en el vuelo de Estambul a Roma y dijo que yo iba a jugar seguro ese tercer partido".
El telegrama.
Entramos en materia, llegamos a la "encerrona". Escudero vivió así los minutos previos al partido, el choque, la prórroga y la angustiosa espera del equipo en vestuarios aguardando el desenlace del sorteo, la papeleta del 'bambino' Gemma:
"A los jugadores no nos enseñaron el famoso telegrama, nosotros no lo vimos, pero se nos dijo que llegó no prohibiendo que jugase Kubala, sino como dejándolo caer. El caso es que Laszi y yo nos enteramos juntos de que pasaba algo porque estando vestidos de corto, en el túnel, llegó el masajista Rafa y le dijo a Kubala que regresase porque había un problema con su ficha. Él volvió y minutos después salimos al campo y lo hizo también Pasieguito en su lugar. Y en el descanso todos nos hacíamos la misma pregunta: ¿cómo demonios le impiden jugar aquí cuando jugó hace tres días en Estambul? ¿Y si allí hubo infracción, por qué no han sancionado ya a España?".
El telegrama llegó de la mano de un dirigente italiano que hacía méritos para progresar en la FIFA, Ottorino Barassi, y la versión del entonces presidente Dávila, que dimitió días después, fue que a él se lo dieron en el hotel. Otras fuentes hablan de que se le entregó en el estadio media hora antes. Sea como fuere, su texto llegó en francés: "Attention equipe espagnole situation jouer Kubala":
"No supieron defender la posición del equipo español, ni en eso, ni para pedir otro campo porque jugamos en un patatal por mucho que fuera en la ciudad de Roma; y qué decir del arbitraje del italiano, ¿Bernardi?, sí ese. Pese a todo, nos adelantamos con un gol de Arteche, aunque los turcos le dieron la vuelta al marcador con dos goles. Campanal II volvió a estar magnífico, se comió de nuevo a los turcos y nos empujó a todos hasta que yo hice el empate a dos, a la salida de un córner y tras varios rechaces. Yo también me las tuve tiesas con el portero, al que me llevé por delante en una jugada, y me enfrenté a tres turcos que vinieron desafiantes pero que dieron marcha atrás porque también me fui a por ellos, sí, a por los tres, no me arrugué. Hacia el final, cambiaron al portero por lesión y el árbitro anuló un gol por fuera de juego inexistente y ya en la prórroga me quitó otro increíble: dio gol, nos fuimos a abrazarnos y cuando los turcos iban a sacar de centro llegó el linier y le dijo que lo anulase porque me había ayudado con la mano. ¡Imposible! El gol lo hice en carrera de 30 metros, así que había tenido tiempo de parar la jugada e invalidarla y no lo hizo...".
La espera del sorteo.
Ya en vestuarios, el mazazo final: los turcos pusieron en su papel el nombre de Turquía en italiano y Dávila marcó una cruz bajo el nombre de España para ver si traía suerte...
"Nos recluimos en el vestuario abatidos, como sospechando que no había nada que hacer, que todo se había puesto tan negro que el niño italiano no sacaría nuestro papel. Y sacó a Turquía, claro, la decepción fue tremenda, nos sentimos impotentes, un drama".
Palabra de don Adrián Escudero García, 170 goles en competición oficial con el Atlético desde 1945 a 1958:
"Hubo futbolistas mejores, pero yo era el que definía las jugadas, el que las acababa. Y el fútbol son goles...".