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Liga Adelante | Real Murcia 1 - Zaragoza 4

Naufragio grana y festín aragonés

De nada valió el empate de Montoro al filo del descanso. Ewerthon, Ayala, Zapater y Arizmendi, goleadores. Aquino, abroncado. El descenso, a 6

<b>DE PENA. </b>El Murcia naufragó ante un buen Zaragoza.
DE PENA. El Murcia naufragó ante un buen Zaragoza.

Definitivamente, este Murcia no está para nada más que no sea salvar el pellejo y una plaza en la categoría. Para nada más. El Zaragoza de Marcelino, el mismo equipo que llegaba a la deriva, emitiendo mensajes preocupantes, con dudas, en plena crisis de identidad y de resultados, desarboló por completo a la escuadra de Campos. Al final fueron cuatro pero pudieron ser cinco, seis, siete... los que hubiese querido o necesitado el cuadro maño que, a diferencia del Murcia, sale del partido revitalizado y mirando a la zona alta de la tabla un imposible para los locales que de aquí al final deberán mejorar mucho su fútbol y también su actitud, entendiendo por esto último la pelea, la lucha, la agresividad para llegar a la orilla de la salvación.

Ayer, en el partido más 'sonoro' del año, ante un Zaragoza que motiva por sí sólo los grana fueron once camisetas sin fe, sin rumbo, sin dirección. No fue un equipo. Nunca estuvo el Murcia en el partido, apenas los diez primeros minutos del segundo tiempo, justo después del regalo aragonés que posibilitó un irreal empate con gol de Montoro al filo del descanso. Nada más que eso hizo el Murcia y, claro, ese es un equipaje ridículo para batir al Zaragoza. Tan imposible como que el bombero torero le robe un rebote a Shaquille O'Neal, o que Bin Laden obtenga el Nobel de la Paz... Eso por no hablar de la gafancia de la vuelta de Samper que lejos de motivar a los chicos, los aplatanó, los dejó estériles para la guerra ante el amigo aragonés. No, no hubo partido, fue un entrenamiento con trío arbitral y público (gran parte de la grada vació el campo un cuarto de hora antes del final) para el equipo de Marcelino que, duro o no, enseñó a los grana su sitio en este Liga: de la mitad para abajo.

Desde el pitido inicial se vio claro que los maños jugaban con velocidad de AVE, llegando como hacen los equipos de Primera cuando se enfrentan a segundones con tres o cuatro toques, exhibiendo una punta de velocidad que los otros no tienen, y que el Murcia andaba entre asustado y perdido, siempre a remolque. Antes del primer zarpazo aragonés, Ewerthon y Arizmendi ya habían avisado. En la enésima contra (todas ellas sin la oposición de una medular que parecía colaboracionista con el bando rival), Ewerthon centró, Bruno empujó a un rival con descaro, con las dos manos, Caffa la tiró fuera y como la ley de la ventaja benefició al infractor, el árbitro pitó los once metros y el mismo Ewerthon puso por delante a los de Marcelino. Lejos de surtir un efecto-reacción, el Zaragoza siguió gozando ante la nula resistencia grana. Ponzio gobernaba a su antojo en la zona ancha (de Movilla y Bruno ni noticias) y cada vez que el Zaragoza se estiraba rozaba el gol. Ponzio estuvo cerca. Un zapatazo suyo desde la distancia se estrelló contra el larguero. A los puntos el Zaragoza arrasaba, sólo le faltaba conectar un gancho ganador para dejar en la lona al Murcia. Los de Campos por su parte miraban de reojo al videomarcador aguardando la llegada del descanso, pero cosas del fútbol, un error de la zaga maña posibilitó el empate. Montoro acertó lo que Sikora falló pese a la asistencia en carretera de un Ayala al que le pesa todo. Con el subidón del gol se llegó al intermedio. Todo el mundo era consciente de lo injusto del empate, pero... Agarrándose a esa inercia, al canguelo que le entró a la zaga maña al pensar en las crónicas del día después en caso de un mal resultado, el Murcia vivió durante los diez primeros minutos de la segunda mitad en una nube. Subió su línea de presión muy arriba y en otro regalo de la zaga rival Sikora incluso pudo cambiar el devenir del partido. Pero no lo hizo.

Un despelote.

Luego llegó el regalo en la marca (falta de agresividad) que Ayala, al que le pusieron la alfombra roja de los Oscars, convirtió en el 1-2 con el que se acabó el partido. Luego en pleno despelote grana, con los jugadores bajando los brazos y dejándose llevar, llegó el tercero tras jugadón de Zapater y el cuarto de Arizmendi. Duro castigo para una durísima realidad. Es lo que hay.

El público se fue sin acabar

Fue marcar Ayala el 1-2 y vaciarse el estadio. No menos de 7.000 espectadores se fueron sin esperar al pitido final. Se evitaron el castigo del último cuarto de hora. Los que se quedaron animaron mientras siguió el pseudo-partido para luego despedir al equipo con una sonora y más que justificada bronca. Fueron incluso benévolos con un Murcia lamentable.