copa del rey | barcelona 3 - espanyol 2
El Barcelona, por la vía del sufrimiento
Pocos lo hubieran imaginado cuando Pochettino anunció una alineación llena de reservas. Mucho menos cuando el partido marchaba 3-0 en la segunda parte, después de que Bojan hubiera hecho saltar por los aires el cerrojo local. Pero el Espanyol, en dos latigazos aislados, se metió en la eliminatoria y tuvo al Camp Nou nervioso hasta el final. No se concretó la remontada y el Barcelona, obligado a acabar con casi todas sus estrellas en el campo, se metió en semifinales con, eso sí, un buen susto en el cuerpo.
Esta Copa que nos regala tantas eliminatorias insulsas, de frío y cemento en la grada, por fin encontró eco de partido importante en el Camp Nou. Buena entrada y buen ambiente. Quizá por la rivalidad local (desde el comienzo hubo cantos haciendo sangre con respecto a la situación liguera de los pericos), quizá porque el público tenía curiosidad por ver al Barcelona de Guardiola en su primer partido decisivo de la temporada (cosas del 0-0 de la ida), o tal vez porque hay ganas en el barcelonismo de ganar todo y de no dejar pasar la oportunidad de acariciar un título que se le ha negado desde hace once temporadas. Eso debió pensar Guardiola, que aparcó los riesgos de sus rotaciones integrales y combinó habituales de su equipo 'B' (Pinto, Gudjohnsen, Bojan, Hleb) con algunos de los principales. Puyol, Alves, Xavi y Messi estaban en el campo. Iniesta y Etoo, en el banquillo ante posibles eventualidades. Que las hubo.
Por el contrario, Pochettino sorprendió con un equipo lleno de reservas y jugadores que están o han estado más fuera que dentro del club (Lola o Finnan). El argentino sorprendió sin Luis García, Pareja, Nené o Román. Después de no entregar la Copa en la ida, hizo una concesión justo cuando el empate de Montjuic le daba opciones para enredar al gran rival. En su mente, por supuesto, está el via crucis que le espera en Liga, pero cabría preguntarse si es mejor el descanso físico que la inyección de moral que hubiera supuesto una hazaña del calibre de tumbar a este Barcelona en una eliminatoria a doble partido.
El partido, sin embargo, no respondió al plan que se esperaba, especialmente a la vista de la alineación espanyolista. De hecho, el primer acto tuvo dos partes, una hasta el gol de Bojan y otra después. Cuando el delantero aprovechó en el minuto 34 el único fallo de Cristian Álvarez y remachó en boca de gol un tiro de Sylvinho que el portero no acertó a atrapar, el Barcelona se soltó todas las ataduras. Las del Espanyol, tocado hasta el descanso, y las propias, ya que pareció salir al campo con una extraña mezcla de ansiedad, frialdad y aprensión. Entonces, en esos minutos y con el Espanyol superado y empotrado en torno a su portería, aparecieron Xavi y Messi y las ocasiones llegaron en un goteo constante: Gudjhonsen por partida doble, Xavi, Messi... el gol de la tranquilidad fue un fantasma que no se materializó y el Barça se marchó al vestuario con la eliminatoria todavía en el aire.
Pero antes de eso, durante muchos minutos, la grada se revolvió incómoda. Como si ya hubiera un sistema patentado para saltar al Camp Nou, el Espanyol repitió algo parecido a lo que intentó el Numancia, parapetado atrás y con un defensa, Sergio Sánchez (el único que repetía con respecto a la ida) como medio incrustado por delante de los centrales. Con eso y la vigilancia en clave de alerta máxima sobre Messi y Xavi, el Espanyol navegó muchos minutos forzando al Barcelona a rifar balones de forma imprecisa, sin sufrir en su área y soltando contras que duraron tanto como la gasolina de Rufete. Antes de que éste se metiera atrás, sus jugadas rápidas agitaron a un equipo que estuvo cerca de la sorpresa. Jonathan se movía al límite del fuera de juego y rozó el gol dos veces, la primera en posición ilegal y la segunda bien habilitado y cuando tenía a Coro en posición franca para remachar. El propio Coro cayó en el área ante Piqué. Megía Dávila no pitó nada, como tampoco lo hizo en una caída en el área contraria de Hleb que parecía más en directo que en las repeticiones. Sí apareció, sin embargo, para anular a Gudjohnsen un gol por fuera de juego tras centro de Xavi.
Éxtasis y agonía del Barcelona
Pero en el vestuario no hubo rearme visitante ni bajada de tensión de local. Los primeros minutos, para desgracia de Pochettino, fueron una prolongaciónó de los últimos diez del primer tiempo. El Barça apretaba, robaba y tocaba mientras el Espanyol temblaba, perdido en la zona de nadie donde el Barcelona te castiga. En tres minutos se materializó lo que parecía cuestión de tiempo: la presión de los azulgrana propició una acción en la que Xavi encontró a los rivales descolocados y envío uno de esos balones mágicos, marca de la casa, a un Bojan que lo picó de forma excelente ante la salida de un esta vez vendido Cristian. Un gol de oportunimso y otro de pura clase para que el joven delantero siga aprovechando la Copa para reivindicarse, para tratar de derribar la puerta a la que con tanta insistencia llama.
Por entonces Busquets, que volvió a recibir muchas faltas, ya se había agigantado y Xavi gobernaba el partido. Messi buscaba su jugada y cedían protagonismo los que habían mantenido al equipo en los peores minutos, ya sea el trabajador Gudjohnsen o el siempre bullicioso y casi siempre desacertado Hleb. Dani Alves, por su parte, volvió a ser una constante. El brasileño, muy acelerado en el mejor sentido, volvió a aparecer por todas las zonas del ataque, a dinamizar a sus compañeros, a obligar a todos a implicarse: seguidme o marcharos. Esos son los valores que aporta en lo espiritual. En lo futbolístico, basta como detalle el centro perfecto que Piqué entró a cabecear con todo para colocar el 3-0 y el delirio en la grada, por fin liberada. O eso parecía.
Pero Coro, antes de la media hora, acortó distancias con un tiro que tocó en un defensa y apagó la euforia culé, en lo que influyeron también las molestias de Puyol, que dejó su sitio a Cáceres. Parecía, en cualquier caso, que el partido ya implicaba demasiado trabajo, demasiada cuesta que escalar para un Espanyol con un ojo en la Liga, con pocos argumentos para creer en la madre de todas las épicas. Así que el Barça siguió tocando confiado, llegando al área y manejando el partido. Hasta que Callejón, después de que Messi no acertara en boca de gol, encontró petróleo en un disparo lejano que Pinto dejó entrar por el centro de la portería. 3-2, eliminatoria abiera y el Barcelona entre asustado y, sobre todo, sorprendido. Obligado a trabajar duro otra vez.
Guardiola, así estaban las cosas, metió en el campo a Iniesta y Etoo por Hleb y un aclamado Bojan. El Espanyol obligaba al Barcelona a terminar con todo su arsenal excepto Henry, que veía el partido en la grada. La inercia, sin embargo, ya era la peor posible para los locales. Guerra de nervios, tensión, campo largo por el que viajaba el balón sin demasiado control y con el Barcelona más insistente pero el Espanyol de nuevo metido en el partido, a la espera de una ocasión que pusiera a prueba a una retaguardia que era un flan, desde Pinto hasta Cáceres, más en evidencia que nunca toda vez que tuvo que ocupar el lugar de Puyol. Iniesta por dos veces, una a puerta vacía tras el enésimo centro de Alves, pudo sentenciar. Pero el balón se negaba a entrar y obligaba al Barça a unos minutos finales de máximo riesgo. Pinto salvó fuera del área un balón al que llegaba Coro en posición franca y, por una vez, el reloj corría lento, diabólico para una grada tan acostumbrada a disfrutar. El Espanyol, sin nada que perder, olió el temor local pero no tuvo argumentos futbolisticos ni fuerza para llevar el partido al límite. Todo quedó en un susto para el Barcelona, al fin y al cabo en semifinales. Pochettino ya puede centrarse en la Liga y Guardiola seguro que sacará conclusiones; La eliminatoria, en todo caso, ha dado mucho más de sí de lo que parecía en un principio. Porque se cumplió el guión pero con un Espanyol que no sólo salvó la cara sino que hizo zozobrar la guarida de su eterno rival.