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copa del rey | espanyol 0 - barcelona 0

La ilusión hace tablas con las rotaciones

Empate en el último derbi de Montjuic y eliminatoria abierta para la vuelta de la próxima semana. Pochettino, con apenas 24 horas de trabajo, mejoró al Espanyol que dejó de ser un equipo a la deriva y tuvo fases muy prometedoras en la primera parte. En la segunda, ya desfondado, aguantó sin grandes sobresaltos a un Barcelona lento y conservador, en el que Guardiola apuró al máximo su política de rotaciones y que pareció, desde que descubrió que el Espanyol sería un hueso duro de roer, que el empate no era un mal resultado para el partido de vuelta.

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<strong>TRABADO.</strong> Derbi de más lucha que fútbol en la ida de cuartos de Copa.
TRABADO. Derbi de más lucha que fútbol en la ida de cuartos de Copa.Reuters

El último derbi de Montjuic fue un partido sin brillo pero que dejó un regusto agradable para todos. Primero porque no hubo rastro de los incidentes vergonzosos del duelo liguero (ni de sus vergonzosos causantes) en la grada. Pero además porque el Espanyol recuperó de la mano del debutante Pochettino el orgullo y la energía, y entregó una vibrante primera media hora en la que arrinconó e incomodó al máximo a un Barcelona que era más versión 'B' que nunca, sin cracks y con un equipo prácticamente inédito y formado por meritorios y canteranos, pensado para minimizar riesgos y sentenciar la eliminatoria sólo si los elementos se ponían muy de cara. Por eso, de salida, se cambiaron los papeles y mientras el Espanyol mordía el Barcelona resistía.

La primera parte fue precisamente eso, un despligue físico tremendo de un Espanyol resucitado contra un Barcelona menor que pasó de la zozobra y la resistencia a cierto control cuando se acabó la gasolina local superada la media hora. Desde el comienzo, el nuevo equipo de Pochettino enseñó sus armas (una ocasión clara y dos córners en el primer minuto) . Éstas eran ilusión y energía renovada pero también otras más tangibles. Pochettino, la gran (casi la última) esperanza perica, demostró que en apenas 24 horas había tenido tiempo de algo más que cambiar la ubicación del banquillo local por el visitante. Su equipo, además de ser fiero y valiente, presionó muy arriba, no dejó respirar al Barcelona y lanzó a las bandas con rapidez en cuanto tenía la pelota. Luis García rascaba cada vez que Busquets trataba de poner mesura en el juego y Moisés se agigantaba ante la demasiado aparatosa pareja que formaban Keita y Gudjohnsen, incapaz no ya de hilvanar juego ofensivo si no de parar minímamente la locura que convenía a los periquitos. Con todo, Pinto tuvo más intranquilidad que verdadero sufrimiento y la mejor ocasión llegó cerca del descanso, con el Espanyol agotado, en un tiro raso y cruzado de Luis Garcia (motivado y reclamando galones) que lamió el poste.

A la imagen desdibujada del Barça contribuyó por supuesto el Espanyol, pero también la alineación de Guardiola y sus rotaciones valientes e integrales. Con Messi y Xavi en el banquillo como comodines ante posibles eventualidades, Etoo, Henry, Valdés o Alves veían el partido desde la grada. Cáceres, señalado tras el partido de vuelta ante el Atlético, formaba en el eje de la defensa junto a Márquez. La lesión del mexicano no sólo dejó al Barcelona sin salida desde atrás, también obligó a la entrada de Víctor Sánchez como lateral para perfilar un equipo todavía más desconocido, más cómodo sin el balón, replegado y sin ideas ni precisión para salir al ataque. El Espanyol tapaba a Iniesta, que sólo apareció en una buena acción en la frontal, y acumuló hombres ante las acometidas de Hleb. El resultado: Bojan desasistido y el Barcelona, privado de sus genios, plano, incómodo y sin más bagaje que un tiro a puerta en 45 minutos. Inaudito en la presente temporada.

El Barcelona controla a un Espanyol desfondado

El descanso permitió razonar a los jugadores del Barcelona: ni el Espanyol aguantaría muchos minutos el ritmo infernal de la primera media hora, ni a ellos les convenía un partido de tanta refriega, tanta imprecisión. Por eso de salida en la segunda parte el Barça tuvo más el balón, impuso un tempo más pausado que le permitió combinar, con Iniesta más centrado y participativo. Los primeros detalles de Bojan, asociado con Hleb, le enseñaron a los azulgrana el área de Kameni, y el partido entró en un guión más previsible, con los azulgrana dominando y el Espanyol tirando contras. Pero sin Xavi (que ya calentaba en la banda), Etoo, Henry, Messi y Alves, el equipo de Guardiola deja de ser incotenible, ingovernable, sin la velocidad supersónica que descose a los rivales. El Espanyol se acomodó y entregó metros, y el partido entró en una fase tediosa que parecía apuntar ya al partido de vuelta, con el excepción de tímidas apariciones en las áreas, más en la de Kameni, y más recados de los espanyolistas a las piernas de Busquets, un jugador que se está convirtiendo en un saco de golpes para los rivales. Consecuencia, seguramente, de su gusto por controlar el balón y regalar jerarquía a pesar de sus 20 años.

Hacia el ecuador del segundo tiempo, el partido ya era manso y no quedaba rastro de las chispas que habían estallado en el primer cuarto. El Espanyol parecía definitivamente al límite físico, fiado a una contra o una acción aislada, satisfecho con la imagen vital del primer tiempo y, hasta cierto punto, con un resultado que le mantiene vivo en la eliminatoria y le evita un disgusto en el último derbi en Montjuic ante un rival que llegaba con aspecto de intratable pero que se conformó con un ojo puesto en la vuelta, mientras Guardiola comprobaba que había alcanzado el límite de su política de rotaciones, la última frontera en su temerario pero hasta ahora eficaz deseo de dosificar a su plantilla. Tan duro es el calendario para quien resiste a todas las competiciones, para quien a todas aspira.

Con algo más de 20 minutos por jugar, Guardiola puso en liza uno de sus muchos reyes, Xavi, por un peón como Gudjohnsen. Poco después salió Messi, cuya sola presencia en el campo despierta y agiganta los demonios del rival. Por en medio, Callejón y Nené lo intentaron ya con la reseva de fe bajo mínimos. Pochettino, que no veía tanto lujo si miraba a su banquillo, refrescó también a su equipo para no perder en 15 minutos lo amasado en 75. Entre sus movimientos destacaron los minutos que entregó a Lola, un jugador que parecía deshauciado en Montjuic, donde se buscan guerreros para capear el temporal liguero en espera del regreso de Tamudo y De la Peña. Con Messi en el campo, el Barcelona comenzó automáticamente a combinar mejor cerca del área, pero no llegó y se limitó a provocar un temor contenido en la grada cada vez que el balón llegaba a los pies de Messi, al que le faltaron minutos o un mayor ritmo de partido o tal vez un socio más inspirado en ataque. Tan aguados fueron los minutos finales que el mejor regate se lo hizo Kameni a Messi en un balón que perseguía el argentino en el área.

Y así los dos equipos firmaron las tablas, sensación que había invadido el césped durante casi una hora de partido. Todos quedaron contentos, o eso pareció. Por supuesto que al Espanyol le hubiera gustado acertar en alguna dentallada y apuntarse un triunfo que le hiciera soñar en la eliminatoria y, sobre todo, cargarse de orgullo, necesario para una segunda vuelta de 19 finales, ni más ni menos. Por supuesto que, del mismo modo, al Barça le hubiera gustado encontrarse con otro tipo de partido y buscar los goles que cerraran el cruce de cuartos y permitieran a Guardiola otra noche, en la vuelta, de tranquilidad, rotaciones y buenos alimentos. Pochettino prefirió desgastar a su equipo para subir el ánimo. Guardiola eligió que descansaran las figuras sin contar con el ánimo, que a este Barça se le presupona ya a estas alturas. Y así terminó terminó el último derbi de Montjuic. Con paz entre vecinos y una cita, esta sí ineludible, para la semana que viene.