Supercopa | Real Madrid 4 - Valencia 2
Un campeón orgulloso
Iturralde revolucionó el partido con la expulsión de Van der Vaart en el primer tiempo y expoleó a un alicaído Madrid, que ganó la Supercopa por orgullo, fe, pasión y carácter ganador y remontando un gol en contra jugando con nueve por las expulsiones de Van der Vaart y Van Nistelrooy. Fue un partido intenso y vibrante.
El Real Madrid comienza la temporada como terminó la anterior, ganando un título. La Supercopa es de esos trofeos que si los ganas parece que no pasa nada y si los pierdes algunos pretenden ver el fin de la humanidad. Fue una victoria de la épica, más que del fútbol. Este equipo lleva dos años demostrando que aunque no tenga fútbol siempre le quedará el orgullo y el carácter ganador. En eso, pocos conjuntos son mejores que él. Jamás se rinde y contra el Valencia dio la vuelta al marcador jugando sólo con nueve futbolistas, por las expulsiones de Van der Vaart y Van Nistelrooy. Fue la victoria de la pasión.
Las sensaciones de juego que deja en este primer compromiso oficial el Madrid no son demasiado optimistas, pero en cualquier caso, luego ya vimos como se desarrolló la campaña anterior y la suficiencia con la que ganó la Liga, con algunos momentos de buen fútbol. Así que esta mala impresión debe servir para que Bernd Schuster y la secretaría técnica efectúen los ajustes necesarios en el equipo, pero tampoco es para caer en una depresión. Todavía estamos en verano y el invierno es muy largo.
Y si fallan todas las conexiones siempre puede aparecer Iturralde para animar al equipo. El árbitro, siempre protagonista allá donde va, expulsó a Van der Vaart por una dura entrada a Mata cerca del descanso y con esa decisión encendió los ánimos del público, que le regaló una espectacular pitada quizá destinada en principio al suplente Robinho, que no jugó, y del Madrid, que salió de los vestuarios revolucionado.
Y por ahí ganó la Supercopa. Con esos argumentos y con las carreras de Robben por la banda derecha, donde volvió loco a Moretti. El holandés fue, con diferencia, lo mejor del Madrid. Rápido, incisivo, profundo, una alegría para los ojos del madridismo, tan falto de futbolistas de este corte.
Como una alegría debe ser para los seguidores del Valencia ver a su equipo, reconstruido por Emery en la pretemporada. La recuperación psicológica y futbolística que ha efectuado el técnico con estos jugadores merece un respeto enorme. Fue un conjunto muy bien situado en el campo y apuntó esa capacidad que tuvo años atrás de aprovechar sus virtudes y exagerar los defectos del contrario.
Ahogó al Madrid durante el primer tiempo, en el que se vio a Pepe y a Heinze, los dos centrales, tocando el balón más veces que los desaparecidos Van der Vaart y Guti. Bueno, el holandés apareció una vez y se ganó la roja. Dejó buena imagen el Valencia y un gran gol después de una magnífica acción colectiva que culminó Silva.
Parecía todo controlado para el Valencia, pero en la segunda parte se vivió un encuentro distinto, con el Madrid desatado, atacando sin mirar atrás y apabullando a su rival por ganas, empuje y pasión. Empató Van Nistelrooy de penalti y poco después se marchó expulsado a los vestuarios. No se detuvo a lamerse sus heridas el Madrid y siguió buscando la remontada con una fe y una pasión sin freno. Y el premio le llegó con el tanto de Sergio Ramos, después de un remate al larguero de Diarra en un córner lanzado por Guti.
Continuó la revolución madridista, entre el entusiasmo de los presentes en el estadio, y De la Red firmó el gol de la noche, al batir desde muy lejos a un mal colocado Hildebrand. Cerró la fiesta del madridismo el de siempre, el que aparece sólo cuando hay algo que celebrar, Higuaín. Entre medias surgió, como no podía ser menos, la figura de Casillas, para desviar un buen tiro de Villa. No pudo evitar Iker el tanto de Morientes, una anécdota entre tanta felicidad madridista.