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Semifinales Eurocopa 2008 | Rusia - España

El ejército de Arshavin, el penúltimo obstáculo

España repite el once que eliminó a Italia y antes goleó a los rusos

<b>FURIA ESPAÑOLA. </b>Los españoles en Austria confían en la victoria y sueñan con la gran final.

Sobre el papel, sólo nos ganan en el himno. El suyo llama a la revolución y el nuestro despierta un orgullo pacífico y evocador de paellas. El resto nos pertenece. El fútbol, principalmente, porque la euforia es compartida. Ellos gozan la alegría del superviviente y nosotros el entusiasmo del aspirante. Ellos vestirán de rojo; nosotros de champán. También cambiamos de uniforme hace 44 años, cuando ganamos la Eurocopa a la URSS vestidos de azul ultramarino, Cualquier señal se agradece.

Llegados a este punto, hay dos clases de partidos: los que se preparan desde la angustia y los que se planean desde la confianza. En los primeros, los equipos se sienten acompañados por el aliento de un país entero, que se moviliza por la dificultad y por las antiguas afrentas. En los segundos, en cambio, se parte de una teórica superioridad y el país, en lugar de movilizarse, se acomoda y compra palomitas.

Si contra Italia vivimos una jornada para la defensa nacional, frente a Rusia hemos convocado una fiesta patriótica, ya que nadie es capaz de recordar afrentas con rusos y menos aún con rusas.

A pesar de su fabulosa victoria de cuartos ante Holanda (3-1, en la prórroga) existe la tentación de considerar a la selección rusa como un rival menor, sin gloriosos antecedentes, impresión que se refuerza por la victoria de España en la fase de grupos (4-1).

Pensamos, y es muy lógico, que liberados de los viejos complejos venceremos sin apuros (sin penaltis) y que podremos aplazar el drama hasta la gran final, cuando volveremos a levantarnos en armas.

Aviso. Sin embargo, hay tantos motivos para el optimismo como para la precaución. Rusia se ha reinventado durante el torneo, que es una cualidad de ciertos equipos, como Grecia en 2004 o Turquía ahora. Y en esa reconstrucción ha sido esencial un futbolista extraordinario, Andrei Arshavin, ausente en los dos primeros partidos por patear a un jugador de Andorra durante la clasificación. Nadie dijo que las piernas que impresionan se correspondan con cabezas impresionantes.

Desde Arshavin ha mejorado todo. Pavlyuchenko, sospechosamente torpe contra España, se maneja ahora con la agilidad de un bailarín del Bolshoi. En ese partido, 17 días atrás, Rusia pareció un enemigo con la mandíbula de cristal: buen toque, mala defensa y poca pasión. Fue un espejismo.

La nueva Rusia merece un respeto tanto como Arshavin requiere un marcaje especial. La Selección española no se ha encontrado todavía con un futbolista de tanto talento y su posición, la mediapunta, obliga a un compromiso colectivo en defensa. El lateral Zhirkov, que amargó a Sergio Ramos en el debut, y el mediocampista, Zyrianov, con visión y pase, son las otras claves del resucitado juego ruso.

España repetirá equipo titular, aunque se rumoreó durante la semana que Luis meditaba dar descanso a Senna y Villa, más castigados físicamente. En función de lo que haya que conservar, ellos podrían dar paso a Xabi Alonso y Cesc.

Tácticamente, Torres se debería beneficiar de la vigilancia a que será sometido Villa, autor de un hat-trick frente a los rusos. Aunque las opciones de El Niño dependerán de la actitud que tome el rival: atacar o defender. Ahí radica el meollo partido. Los rusos tienen una naturaleza ofensiva y eso favorece el contragolpe de España. Así les metimos cuatro.

Ojo. Insisto en el riesgo: hemos concedido tanta importancia a pasar de cuartos contra Italia, que hemos menospreciado las semifinales contra Rusia. Lo prueba que Luis haya sido protagonista en la víspera. Y no hemos logrado nada todavía. Hemos empezado a soñar. Ahora es turno de tocar.