Liga de Campeones | Arsenal 1 - Liverpool 1
El desenlace, en Anfield
El holandés Vink se tragó un penalti clamoroso a Hleb
Veintidós titanes y un petardo: el árbitro. El holandés Vink se tragó un penalti clamoroso de Kuyt a Hleb. Fue lo peor de un partido bicentenario (era el enfrentamiento número 200 entre el Arsenal y el Liverpool y su primer choque en la Champions en 115 años de rivalidad) que será recordado por la entrega y el derroche físico de todos los futbolistas. Lástima ese fallo del árbitro en una jugada decisiva en el partido y ya veremos si también en la eliminatoria. "Árbitro, ciego", se escuchó en el campo. Normal si tenemos en cuenta que había cinco futbolistas españoles sobre el resbaladizo césped del monumental estadio del Arsenal cuando Vink se tragó el agarrón de Kuyt, una falta por otra parte perfectamente previsible, como siempre que un delantero se mete en el área propia a defender. Generalmente esa suerte termina con algo a favor del contrario: córner, penalti o, en el peor de los casos, gol.
Un entrenador español, Miguel Muñoz Mozún, que en paz descanse, es recordado por los futbolistas que durante años dirigió en el Real Madrid por la consigna que les daba y de la que hizo leyenda: "Los defensas, durito, durito: rayando en la violencia; y los delanteros, arriba: lejos de nuestra portería...". Ese antiguo y sabio consejo de Miguel Muñoz debería ser rescatado para el fútbol moderno. Porque los dos grandes errores del partido de ayer en Londres, si exceptuamos el del árbitro holandés, llegaron como consecuencia de que dos futbolistas estaban donde no debían en el momento más inoportuno. El de Kuyt está explicado, y el otro fue el que protagonizó Bendtner, que evitó un gol de su compañero Cesc Fábregas de una forma absurda, casi cómica. Se puso en la línea de tiro y, con Reina ya batido, se enredó y terminó convirtiéndose en el defensa salvador del Liverpool pese a que juega para los Gunners. También estaba donde no debía.
Por lo demás, uno siempre se sorprende del derroche de facultades que hacen los equipos ingleses. Pero es que según van pasando los minutos, la sorpresa deja paso a la admiración. Se te van abriendo los ojos al ver cómo se dejan la piel hasta el final. ¿Qué razón habrá para que parezca que Xabi Alonso corre en el Liverpool más de lo que lo hacía en la Real Sociedad? Y lo mismo vale para Torres de sus tiempos en el Atlético. Y para los demás. ¿Será un efecto óptico?
Es un orgullo para España tener tanta y tan buena representación en la Champions (además del Barcelona) y también un consuelo saber que los árbitros europeos se tragan penaltis como los de aquí. Dicho esto, nada decidido. La semana que viene el desenlace en Anfield. Pero pase lo que pase en la Copa de Europa hay acento español.