El Racing de Marcelino no conoce barreras, las va saltando todas porque flota, vuela en una nube y siente la magia de su gente, que agita las bufandas en el verde Sardinero, que está que hierve. Santander se prepara para las semanas más apasionantes de su historia y, para entrenarse, se encontró un buen reto que, por supuesto, también superó. Al fin le puso fecha de caducidad al récord de Diego Alves, un portero que parecía protegido por una virgen, un hada y hasta una ciudad entera. Tchité, que responde con exactitud a las coordenadas básicas de delantero africano, no necesitó hacerle budú al brasileño, le bastó una carrera meteórica que culminó con un derechazo que le salió del corazón y le permitió coronar una tarde memorable. Lo había merecido el Racing, que recuperó el buen paso y probó de todas las maneras a Alves, que sacó manos imposibles hasta que, a los 678 minutos (décima marca de la historia), ya no pudo más. El Almería, disminuido sin Melo, perdió su primer partido en 2008 y recibió como daños colaterales las expulsiones de Cisma y el debutante Paunovic. No era para tanto. Pero vamos, que el Almería goza de muy buena salud.

El Racing, ligeramente celoso por las páginas que llenaba el Almería en los últimos tiempos y la seria competencia que le estaba haciendo a aspirante a revelación, ganó como hizo en la ida, 1-0, y volvió a adelantarle en la clasificación. Está a un punto de la UEFA, en las puertas de la final de la Copa del Rey y su sorprendente fútbol, dinámico, promete más. No era fácil, por supuesto, someter al Almería, que ha adquirido tal empaque que juega igual en cualquier sitio, con personalidad. No era fácil, más aún, batir de una vez a Alves, que impartió una conferencia sobre cómo parar y luego besó a la virgen. Siendo tan buen portero es más fácil tener fe. La misma que en Santander le tienen a Marce.