Exhibición de pegada

Primera | Levante 1 - Real Madrid 4

Exhibición de pegada

Exhibición de pegada

Hat-trick de Van Nistelrooy. Capello sentó en el descanso a Raúl y Cassano. Debutó Reyes. El Levante no jugó a nada. Lesión de Salgado

El partido nos enseñó que el Madrid tiene mucha pegada y el Levante muchos problemas, pero no permite extraer conclusiones filosóficas. Los enemigos con los que lucharán los levantinos por evitar el descenso se parecen poco al Madrid y tampoco serán como ellos quienes pelearán con los blancos por los títulos en juego. También nos enseñó el encuentro que Capello tiene arrebatos románticos, incluso revolucionarios, y que López-Caro no es el jefe de estudios que abandonó la capital, sino un profesor abrumado por una clase disipada que con sus apuntes hace aviones de papel.

La cosa comenzó medio desangelada, con demasiadas calvas en las gradas y esa publicidad en los traseros que nos irrita tanto. No se comprende bien esa insistencia de los clubes por disparar el precio de las entradas (ayer entre 65 y 120 euros) a costa de la asistencia de los aficionados. Alguien hace mal las cuentas. Con localidades más baratas se favorecería el lleno y el equipo local se sentiría más arropado, más motivado.

Fue suficiente que el Madrid tocara en el centro del campo sin demasiada rapidez ni excesivo énfasis para descubrir que el Levante ni presionaba ni se protegía, opciones de vida para los equipos menores. Como López Caro no es hombre de perfil anarquista, haz el amor y no la guerra, lo que se hayan de comer los gusanos que lo disfruten los humanos, como no es de esos, sorprendía bastante que su sistema fuera un contrasistema o, dicho en habla coloquial, un despelote.

Con ese panorama (y esa tranquilidad), el Madrid no necesitó hacer mucho para ponerse por delante. Y tampoco debería sorprendernos porque el ahorro es una de las virtudes de Capello. Personalmente, ya no sé decir si el Madrid juega lento como una tortuga o se dosifica como una hormiga. Imposible salir de dudas contra un rival como el Levante, tan peligroso para los demás como para sí mismo. Lo veremos en Lyon.

En 15 minutos los visitantes ya habían disfrutado de un par de ocasiones claras. En la primera, Raúl aprovechó una cantadita de Alexis para cabecear solo. Un manotazo de Cavallero evitó el gol, pero el árbitro ya había pitado peligro. La segunda oportunidad llegó tras una buena triangulación: pase cruzado de Roberto Carlos, dejada con la cabeza de Becks y regalo de Cassano a Raúl, que falló increíblemente, o no tanto.

A la tercera fue la vencida. La escena volvió ser tan lenta que hubiera dado tiempo a prepararse un sandwich de tres pisos, con huevo frito. Cassano controló a unos metros del área grande. Miró, esperó un desmarque y volvió a mirar. Nada. Todos le miraban a él. Así que se apoyó en Diarra, recuperó el balón y buscó a Van Nistelrooy, que estaba de espaldas y con el central adherido al lomo. El movimiento no tenía ningún aspecto de ser letal, pero lo fue. El holandés se giró y se sacó un chut cruzado y algo dislocado que sorprendió tanto a su marcador como al portero. Aunque al balón se le podía leer la publicidad mientras rodaba, su trayectoria fue mortífera, golpeó en el palo y entró.

Perdidos. El Levante, que hasta entonces no había opuesto más que una arrancada de Ettien que nadie acertó a rematar, siguió desmoronándose, perdido. Ni Camacho ni Bernon tenían presencia alguna en el centro del campo y Robert no hubiera pasado de holograma si no fuera porque se materializó para patear a Salgado. Abajo, flanes. Arriba, futbolistas muy físicos, pero sin ningún sentido del juego colectivo.

El segundo gol del Madrid correspondió al estilo trompicado del partido. Beckham buscó a Cassano desde 30 metros y el italiano controló con aseo (Zidane ya no est su remate de media volea se estrelló en Alexis y golpeó luego en la cara de Cassano, que terminó por zanjar la cuestión y marcó gol. Los jugadores del Levante reclamaron mano y al desorden inicial se les unió el desquiciamiento.

A los dos minutos de ese gol, el francés Dehu se llevó por delante a Van Nistelrooy y fue expulsado con toda justicia. La entrada fue por detrás, durísima, y pudo lesionar al delantero. Suerte que el holandés es como una garza a prueba de cocodrilos.

Sin embargo, cuando el partido parecía finiquitado y abocado a una goleada, Ettien controló desde la frontal y se sacó un zurdazo que acabó en la red. Casillas pudo hacer más. Intuyo que desde la llegada de Capello se siente en una prueba constante. Y eso no le beneficia en nada.

Había partido. Así lo debió entender Capello, que sustituyó en el descanso a Raúl y Cassano. En su lugar entraron Robinho y Reyes, que sólo había completado dos entrenamientos. El doble cambio era mucho más que eso, era una noticia de portada, una declaración de intenciones, una decisión cargada de simbolismo: no habrá intocables. En el caso de Raúl el relevo estaba justificado por su mal partido, pero en lo que incumbía a Cassano, el castigo parecía excesivo, pues había sido de los mejores. Tal vez aflojó en una contra rival o no se empleó a fondo en una carrera.

El resultado del cambio es que el Madrid se convirtió en un equipo mejor colocado y más incisivo, más largo y más ancho. Reyes se plantó en la banda izquierda y desde allí fue una referencia. Tal vez creyendo que así era más formal y educado (debutaba), apenas se atrevió a desbordar. Sin embargo, tocó con orden y asistió generosamente a Van Nistelrooy. Uno de esos envíos fue amortiguado por Beckham con la cabeza (o busto) y rematado por el holandés, que tuvo tiempo de bajar la pelota con el pecho y chutar con la tibia. No, no es malo golpear con huesos y vísceras, se aumenta la superficie de ataque.

Robinho ni marcó ni asistió, pero encaró varias veces con tanta decisión que estoy por decir que le movía la furia que se alimenta en los banquillos. Y enfadado es todavía mejor. Pide sitio. Yo se lo daría.

Lo mejor del Levante en la segunda mitad fue un chutazo de N'Diaye que lamió el palo y una falta lanzada por Zé María que olisqueó la escuadra. Tomassi, que entró por Robert en la primera mitad, aportó poco. Más que unirse al juego se sumó a la pelea.

Salgado fue víctima de esa batalla. Una embestida de Rubiales le dejó fuera de combate y le hizo caer como se vienen abajo los robles, con estruendo.

Los pañuelos volvieron a aflorar cuando Daudén señaló penalti de Camacho a Van Nistelrooy. El zaguero agarraba al delantero y sólo puede esgrimir como atenuante que también le agarraban a él. Quizá para conciliar los ánimos, la garza falló y Cavallero se lució. Eso sí, no perdonó en la siguiente, una sutil vaselina a pase del recién incorporado Cicinho. Fue el tercero del holandés, pero pudo ser el sexto. El Madrid tiene un nueve. Por fin.

El detalle: debut talismán de Calderón

Ramón Calderón se estrenó ayer en Liga como presidente en campo contrario. Y dio suerte.