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Cada Mundial trae su propia histeria

Lo tengo comprobado desde que sigo esto: cada Mundial levanta un viento de histeria que al final se lleva todos los buenos propósitos. Controlarlo es una de las misiones del seleccionador, y por lo que creo no es la más sencilla, ya que muchos se han perdido en eso. Luis lo tenía diagnosticado, y de ahí su cálculo de día y medio libre cada semana, para cortar el tedio. "También de los periodistas", nos advirtió. Luis trabajó como comentarista en el Mundial de Italia, se movió entre periodistas y coligió de esa experiencia que a los de nuestro oficio el asunto se nos hace largo, y que enredamos.

Pero no hace falta que enrede nadie. Está visto que siempre vale eso de que las pistolas las carga el diablo. En la primera vacacioncilla se han desatado los nervios, porque ha surgido el caso de Del Horno y su sustitución. Por un lado, se nota que Del Horno se había callado algo, cosa que no está bien. Por otro lado, que Borrás no lo había detectado, cosa que tampoco le deja en buen lugar. Y por último, que Luis ha dejado caer unas dudas para ese puesto que han colocado en el retortero a Capdevila y Pernía, cada uno con sus partidarios. Y en Sevilla están enfurruñados porque piensan en David, y tienen su razón.

Total, que por la baja de un suplente en un puesto de los que no afectan al pasillo de seguridad, se ha liado. Un poquito por culpa de Luis, digámoslo, por sus dudas. Y eso, como le ocurrió con el caso Marchena-Morientes, es lo que más altera. Son los primeros pequeños rifirrafes que anuncian que el Mundial está cerca, que el país está pendiente, y que se agita la vieja tradición del enfurruñamiento colectivo por cualquier causa. Así es y así será hasta que pasemos algún mundial feliz, cosa que no sé si verán mis ojos, y dejemos de esperarlo como un acontecimiento cenizo que saca lo peor de nosotros.