Beckham se desahoga y se explica

Unas páginas más adelante reproducimos un reportaje sobre Beckham que publica Champions, revista de la UEFA. No se lo pierdan. Ahí van a tener un retrato preciso de un hombre bueno, devoto del fútbol, al que nos cuesta juzgar con equidad. Demasiado guapo, demasiado rico, demasiado famoso. Su llegada al Madrid supuso el zénit del periodo galáctico y siempre pesó sobre esa contratación la sospecha de que con su llegada se torció todo. De que se le trajo sólo porque vende camisetas y de que su aparición confirmó el extravío de un club que olvidaba el fútbol para hacer del marketing no un instrumento para hacer ingresos, sino un fin.

Llegaba un jugador especial, además. Un jugador para la banda derecha, que ocupaba Figo. En el centro del campo ofrecía despliegue físico y su magnífico toque pero, puro inglés como es, precipita las acciones para los gustos y los hábitos de aquí. Le gusta jugar en largo y con urgencia. Es su escuela. En la banda su gusto por la aceleración no altera tanto el ecosistema y su exquisita precisión en los centros toma más valor. Ha tenido que marcharse Figo para que se instalara ahí, y sólo ahora se le empieza a aceptar. Su nuevo socio parece que va a ser Cicinho, con el que se entiende. Así que empiezan a cambiar las opiniones.

Y yo me alegro, porque a mí siempre me gustó. Puro fútbol inglés con precisión de golpeo propia de un suramericano. Menos futbolista, sí, que Figo, Zidane o Ronaldo, pero nada de un vulgar enchufado que juega por guapo. Las circunstancias le hicieron sospechoso desde que llegó, porque la belleza y el dinero no se pueden ocultar, y en tales dosis llegan escocer mucho. Ahora se desahoga y se explica y merece la pena interesarse por lo que pasa por esa cabeza que remata un cuerpo de perfecto futbolista, capitán de Inglaterra y bandera del Real Madrid. Un tipo que sólo desea lo mismo que todos deseamos: que la gente le quiera y le respete.