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Primera | Alavés 0 - Real Madrid 3

Ronie, 'el Glorioso'

Lo fácil es ganar si en tu equipo tienes a Ronaldo. El Alavés quiso hurgar en la herida y dio dos sustitos a Casillas, pero en cuanto "el gordo" (como le llama desde el cariño Pablo García) quiso, Costanzo dobló su quijada y se rindió al crack...

Centenario. El 6 de octubre de 2002 cambiaron nuestras vidas gracias a este gordito mágico de cuyo nombre siempre quiero acordarme. Enfrente, el Alavés, el Glorioso. Dutruel, francés él, en la portería. Ronaldo saltó al santuario del Bernabéu en la segunda parte. Murmullo en la grada. Pasados 41 segundos, le llegó su primer balón. Bote alto, corazón del área. La empalmó con maestría, bola a la escuadra y el madridismo sacudido por este delantero huracanado. Mi pequeño Marcos Santiago había nacido cuatro días antes. Era mi primera salida del hospital. Por eso le debo tanto a Ronie. Y por eso supe que ayer repetiría faena (dos orejas y rabo, con perdón) ante el Alavés del tal Piterman. Con 0-0, una voz con peso se elevó en la redacción: "Que saque a Robinho por Ronie. Está de pena". "Ya, pero es el único que en una jugada aislada te gana el partido". Lo dije con la fe de la Iglesia Ronaldiana, cuyo mandamiento clave es éste: "Haz bien y no mires a quién". R9 metió dos (ya lleva 101 chicharritos con este escudo), sacó las astillas a un poste, robó tres balones en defensa e hizo de Laudrup en el 0-3. El Glorioso es Ronie, qué diantre.

El escarabajo. Mis colegas de la Ser bautizaron la peculiar celebración de los brasileños en el 0-2 como "la de la cucaracha en el Art Decó". Les hago un matiz. Ese es el baile del escarabajo, con las patas arriba. Nació en O Grove, en una noche de fervor madridista (la de la Octava y el 3-0 al Valencia en París) en la que fui testigo de cómo un compañero del diario Sport (grande Lu) se plegó a la evidencia y hacía en el puente de la ría el citado baile del escarabajo al grito enloquecido de "Raúl es grande, ¡me rindo!". Habrá gente que se haya ofendido por el peculiar festejo, pero dejémosles ser felices. Sin ira.

Mientras dormías... Así debía titularse la crónica hasta que Ronalgol abrió la lata. Más orden y profundidad con Guti, pero el juego siguió con esa peligrosa inercia balonmanista: horizontalidad alrededor del área rival ante un enemigo enroscado en torno a su portero. Así me lo dijo horas antes del duelo José González Villergas, veterano socio del Madrid con un número que apenas pasa del 500. Un sabio. Él conoció el Madrid de la posguerra que se pasó muchos años sin ganar títulos a costa de ese Atlético Aviación poderoso y protegido. "Y fíjate ahora chaval, el Atleti de tu amigo Manolete en puestos de descenso y a siete puntos del Getafe...".

Bicis y cintas. Aparte de los sustos que me dio el inquieto Bodipo, tuve tiempo de detenerme en cuestiones estéticas. El Madrid saltó al campo con cuatro de sus jugadores con una cinta (o diadema) protegiendo sus cabelleras: Sergio Ramos, Pablo García, Beckham y Guti. Así no se fomenta el ardor en la batalla, aunque he de asumir los nuevos tiempos que corren, con MP3, sexo virtual y cosas que se me escapan. Yo soy más de los del Hamburgo, que se han metido entre pecho y espalda 10.000 litros de cerveza por ganar al Bayern. ¿Cuánta birra hay que ofrecer al que logre que los árbitros de Villar no dejen a los rivales del Barça con uno o dos menos por partido?

Robinho, paciente. Con el vikingo Cos en el banquillo (bien, Chuchi, bien) y el partido con sus gafas puestas (0-0) pensé en lo paradójico de ver a Robinho en el banquillo y el Bernabéu, a esas horas, plagado de bicicletas para hacer los honores a Valverde y a su sprint de plata. Luxa, amigo, deja que el chico juegue siempre. Cuando hay invitados se debe poner en la mesa la mejor cubertería. Por cierto, el Madrid apocalíptico ya es tercero. Y subiendo...