Robinho es el salvador

Primera | Cádiz 1- Real Madrid 2

Robinho es el salvador

Robinho es  el salvador

Fabuloso debut del crack. Su entrada transformó al Madrid y le condujo al triunfo. Un gran Cádiz se estrelló contra el genio. Ronaldo, enorme.

Es verdad todo lo que decían de él y no era fácil, porque casi nunca coincide lo que han visto los demás con lo que ha dibujado nuestra imaginación. Tenían razón Pelé y los demás. Y se comprende también que el presidente del Santos se agarrara a sus piernas para no dejarle marchar y es muy lógico que subiera su precio cada día y que cada noche le siguiera pareciendo barato. Hasta se justifica que Luxemburgo, entrenador de una plantilla que debiera ser florida y hermosa, recurriera, ante un recién ascendido, a un futbolista que apenas llevaba tres días en España y que sólo había completado un entrenamiento. Ahora se entiende.

Robinho no es un sólo magnífico futbolista, un chico excepcionalmente hábil y despierto, un jugador veloz, con pase y gol. Todo eso ya sería mucho, pero es más. Robinho, lo descubrimos ayer, tiene la virtud de acaparar cuanto ocurre, de convertirse en protagonista y, lo que tal vez es más importante, de contagiar a quienes juegan con él porque los toca prácticamente a todos. Su influencia trasciende al simple rematador y se extiende de la punta casi al medio campo.

La prudencia.

Los prudentes dirán que es pronto, que no se puede juzgar a nadie por un partido, y menos aún contra el Cádiz, dicho sea con respeto. Los prudentes aseguran que los futbolistas recién llegados necesitan aclimatarse y que los jóvenes deben madurar. Quizá eso valga para muchos jugadores y para justificar que la cantera siempre se cale en la salida, pero las verdaderas estrellas siempre se han saltado los pasos que marca la prudencia.

Ya cuando Robinho pisó el césped se notó algo extraño. Es como si se escuchara un redoble, como si su presencia exigiera el silencio del público, como si algo grande estuviera por venir. Una sensación que se podía explicar por el debut de un futbolista muy esperado, pero que era mucho más. Su entrada por un desacertadísimo Gravesen hizo que Beckham y Baptista compartieran el doble pivote. Pero el cambio táctico no explica lo que ocurrió, porque lo que ocurrió es que el Madrid empezó a moverse, a circular en torno a Robinho, como si llevara años (al menos dos) esperando algo así.

No seré tan osado de decir que Robinho solucionará todos los problemas del Madrid, porque el equipo sigue sin tener director en el centro del campo ni mediocampista por la izquierda ni bandas, taras preocupantes, pero apostaría a que la intervención del genio aliviara esas cojeras.

Su presentación fue un sombrero fabuloso precisamente porque careció de aparatosidad alguna. Su modo de conducir después el balón, de salir con naturalidad de la virguería nos señala a un futbolista maravilloso. Y también generoso, porque el lucimiento propio se combinaba en cada acción con la búsqueda de un compañero mejor situado.

Un balón que cruzó Beckham de costa a costa lo controló Robinho con el pecho de forma magistral para alguien que apenas tiene pecho. En su posterior camino a la portería, Ronaldo le pidió prestada la pelota y, cuando todos pensábamos que fusilaría a Armando, entregó en bandeja a Raúl, que logró el tanto de la victoria. Personalmente, no recordaba una compenetración semejante.

Su siguiente perla fue un pase interior a Helguera, que estrelló el balón en la escuadra después de amagar un taconazo y escapar por el lado contrario. No me pregunten qué hacía el central en el punto de penalti del área contraria, pero supongo que tiene que ver con ese contagio al que me refería antes. Insisto en que más allá de las acciones concretas lo más importante que dejó Robinho fue su capacidad para cambiar el espíritu decadente del equipo.

Lo anterior.

Pero antes de ese vendaval de inspiración sucedieron otras cosas. El gol de Ronaldo en el minuto 4 fue la enésima prueba de su inmensa contundencia. Recibió de Zidane en la frontal del área, se giró y disparó. No perdió ni tiempo en levantar la cabeza, conocía el sendero. Fue un chut seco, violento, de esos que no hay portero que atrape porque botan antes o vuelan de afuera a dentro o porque hacen todo eso y algo más. De Quintana, que le acompañó en el giro en lugar de taponarle la salida, tuvo algo de culpa, si es que se puede ser culpable porque te entró un rayo por la ventana que dejaste abierta.

De las pocas conclusiones positivas que se han podido sacar durante la pretemporada, y ayer se confirmó, es que Ronaldo está ansioso, una condición que en su caso no indica congoja sino deseo. Deseo de marcar, de ganar, de conseguir los 35 goles prometidos, de llegar al Mundial como un cohete. El talento perezoso ha encontrado un desafío.

Tal vez por eso, cada vez que controla un balón, encara, importa poco cuantos metros le separen de la portería. Se queda por el camino muchas veces, pero da la impresión de que si le atiborraran de balones tendría un magnífico porcentaje de aciertos.

Pero no le atiborran. A la espera del efecto que pueda causar Robinho, nada ha cambiado en el juego del Madrid para que así sea. Las novedades del equipo no afectan a la zona de creación, donde un magnífico fontanero (Gravesen) continúa ejerciendo de arquitecto. Cuando el Madrid se movió con más soltura fue porque Zidane bajó al centro del campo a repartir juego. Y lo hizo a menudo durante la primera mitad, cuando todavía estaba fresco. Y a ese ritmo se movió el equipo.

Con Zidane más retrasado y Raúl más fijado en la punta, el Madrid se situó en un claro 4-4-2 que carecía de solidez en el centro del campo a pesar de la acumulación de futbolistas. Recluir a Baptista en la izquierda es un desperdicio casi pecaminoso. Es quedarse sin izquierda y sin Baptista.

Gran Cádiz.

Es lógico que el Cádiz acusara el golpe y que llegara a temer una goleada humillante. Es normal que sintiera el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, el estadio lleno, la afición entusiasmada, las guasa habitual desplegada en esas pancartas que son viñetas: "Árbitro guapetón" y "Menos pavones y más tortilla de camarones". Pero la falta de continuidad del Madrid fue dando fuerzas y confianza al Cádiz.

Las mejores ocasiones locales llegaron siempre a balón parado y en jugadas ensayadas. En varias de ellas sólo faltó que Oli peinara el balón. Pero le faltó tupé. Enrique y Fleurquín pusieron a prueba a Casillas con chutazos que eran más potentes que colocados. En la primera parte el Cádiz lanzó seis saques de esquina y el Madrid sólo uno.

En esas condiciones empató Pavoni, en una jugada que nació de un córner. Los locales habían equilibrado y, a base de entrega y buen fútbol, estaban en posición de tumbar al Madrid en la lona. Y eso ya es un mérito gigantesco.

Robinho, sin embargo, acabó con su esperanza. El Cádiz no encontró forma de detenerle y es de agradecer que, pese a verse superado por él, no recurriese al juego violento. Otros lo harán y eso resolverá otra de las incógnitas que se presentan: cómo será capaz de superar los bombardeos.

En el Carranza debutó Butragueño y en el mismo lugar lo ha hecho Robinho. Es fácil que, como sucedió hace 21 años, ayer se iniciara una nueva era en el Real Madrid, una etapa que debe ser en principio de reconstrucción alrededor de un futbolista fantástico.

Cuando parecía acomplejado por las exhibiciones del Barcelona, el Madrid se ha convertido en líder de la ilusión. De momento, no habrá quien le quite eso. En manos de Luxemburgo está arreglar lo que falla cubierto por ese mar de alegría que ahora lo inunda todo.