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Amistoso | Tokyo Verdy 3 - Real Madrid 0

El Madrid vive su Pearl Harbor

Los desajustes defensivos facilitaron los tres goles japoneses. El Madrid jugó sin bandas y sin verticalidad. Ronaldo vuelve a pasar inadvertido.

<b>¡EL DILUVIO! </b>Los japoneses celebraron su histórico triunfo.

Los galácticos debieron sentirse ayer en el Ajinomoto Stadium como los marines norteamericanos en el amanecer de aquel trágico 7 de diciembre de 1941 en la base aeronaval de Pearl Harbor. Perplejos y arrasados. El tal Tokyo Verdy era el penúltimo de la competitiva Liga nipona, venía de encajar 23 goles en los últimos cuatro partidos disputados, había destituido al histórico Ardiles para salir de la crisis, sólo llenó medio campo para ver al Madrid (el año pasado coparon las gradas para presenciar el 0-4 de los blancos, con exhibición de Zizou y de Ronaldo) y su figura era un tal Washington, brasileño que mete goles hasta en el desayuno pero al que nunca vimos jugar con la canarinha. Imposible tomárselo en serio. Además, su año de fundación (1969) te permitía pensar en la primera vez que el hombre pisó la luna, en Massiel ganando Eurovisión y de sexo mejor no hablamos, que estos calores veraniegos acaban con cualquiera...

Después te levantas, renuncias a la piscina de casa, te plantas delante de la pantalla y confías en ver una galopada de Ronie, una roulette de Zizou, un gol de falta de Beckham, una vaselina de Raúl o un obús de Roberto Carlos. Luxa anuncia el once de gala (con Helguera recuperado) y crees que vas a celebrar el Día de Santiago (Bernabéu, presente) con un partido "que conquiste el corazón de los japoneses" (Florentino dixit en la víspera de la debacle). Nada de nada.

La realidad nos mostró a un Madrid roto, sin ambición, fundido físicamente, desorientado, sin espíritu solidario, descoordinado en defensa, lento y sin pegada. El mismo Madrid de buena parte de la temporada pasada. Los dos fichajes, Pablo García y Diogo, en el banquillo. Robinho en Brasil esperando que llegue el rescate. Y la afición, rumiando su desazón en la playa o en la oficina. Sé que estamos en los primeros latidos de la pretemporada, que esto dará muchas vueltas y que, posiblemente, el Madrid ganará la Décima y la Liga número 30. Pero ello nunca justificará numeritos como el de ayer en Tokio. Al personal no se le puede engañar con pachangas que dañan la imagen de la entidad. ¿Cuántos encuentros perdía el Madrid de Don Santiago en las giras mundiales de su época? Un ejemplo. En 1952 jugaron diez partidos en 42 días (he escrito bien, 42) después de recorrer Venezuela, Colombia y Cuba. No perdieron ni uno.

El caso es que tampoco te puedes cebar con el club, porque Vanderlei me sorprendió ayer al declarar tras el ridículo que fue decisión suya la de hacer primero la gira y después la pretemporada. Me parece una barbaridad meterse seis partidos en un cuerpo sin preparación física ni trabajo acumulado en las piernas. Y claro, ahora entiendo las malas caras que los galácticos tenían en el aeropuerto de Narita nada más aterrizar en el corazón del Imperio del Sol Naciente. Llevan encima más de 20.000 kilómetros, cuatro vuelos transoceánicos, 33 horas a 33.000 pies de altura, un sinfín de actos publicitarios, miles de personas que los han abrazado y achuchado hasta para ir al servicio, interminables ruedas de prensa con traductores simultáneos... ¡y sólo cuatro horas de entrenamiento! El Madrid necesita de esta locura anual porque aquí recauda el dinero suficiente para tener en nómina a siete de los mejores futbolistas del planeta, pero no es casualidad que el Manchester casi no haya ganado nada desde que ha empezado con estos saraos asiáticos.

Justificación.

Hasta el comandante Luxa enfatiza: "Hay que hacer estas giras porque el fútbol también es una empresa". Pues yo creo que el fútbol es pasión, la pasión se alimenta con las gestas deportivas, y las gestas refuerzan la mitomanía cuando los héroes levantan Champions y Ligas. A los perdedores los devora la memoria con saña. Que se lo digan a Figo...

Disculpen el preámbulo tan extenso, pero quería ponerles en suerte el toro para que entendieran el revolcón y las tres cornadas que se llevó ayer el Madrid ante estos japos entusiastas y leñeros. La primera lectura es que el dibujo del Madrid sigue estando capado en los dos carriles. Hasta que aparezca Robinho y se ponga en la 'pelé-position' (ahora que está de moda la Fórmula 1) del ataque de Luxa, el juego del equipo carece de bandas y de desborde en velocidad. Tras Ronaldo (no sabe, no contesta) y Owen (el paciente inglés) hay una legión de medias puntas (Zidane, Raúl, Guti...) que no logran taponar la ausencia de recursos por los extremos. Con alguien como Cristiano Ronaldo todo cambiaría...

Beckham, aplaudido hasta cuando se subía la media, se vio metido en una batalla de Sumo con un tal Kazayuki Toda, que fue fiel a su apellido porque al inglés le sacudió como si tuviera prima por lesionarle. No contento con ello, este samurai (su peinado y perilla asustaban) escupió a David, aunque el combativo Toda matizó después: "Beckham me pegó una patada y yo le insulté. Voló un poco de saliva, pero no le di...". Un angelito.

Gravesen, en su papel de chico para todo, se pegaba con los kamikazes del Tokyo Verdy, pero en cuanto que se acercaban al área de Iker los problemas crecían hasta dar una sensación vergonzante de vulnerabilidad. Un achique mal calculado por Helguera y otro en el que Salgado se quedó clavado dieron pie a los goles de Kobayashi y Washington. 2-0, Zidane (tocado) al banquillo en el minuto 33 y Guti a salvar del Waterloo a la Armada.

Aunque Guti y Raúl enlazaron con más coherencia hasta permitir a Tin-tín Owen amagar con el gol de la esperanza, la cruda realidad puso pronto las cosas en su sitio. En un córner, otra vez, un lateral corajudo (Yamada) se sacó un cabezazo en plancha en el primer palo que dejó en evidencia a Pavón, a Roberto y a Casillas. Desconcentración absoluta. 3-0, 30.000 nipones pellizcándose bajo la lluvia y Florentino en el palco imaginando que su sueño de universalidad no va por la senda adecuada. Digo yo.

El carrusel de cambios sirvió para confirmar cuestiones interesantes para el futuro. Pablo García no puede ser el GPS del centro del campo. Un jugador correcto en el manejo de balón y valiente en la brega, pero a este equipo le falta un mariscal con carácter, un Gerrard. Vaya, me ha vuelto a traicionar el subconsciente. Otro que no viene. Y pensar que Gerrard se rebeló contra Rafa Benítez y el Madrid, que pasaba por allí, dejó suelta la presa... Al menos, Figo puso en mitad del diluvio ese orgullo indomable que le ha dado un nombre en esta jungla y Diogo demostró, una vez más, que con este uruguayo de 21 años se ha fichado bien y con tino. Rápido, directo, veloz y con disparo. Desde 25 metros soltó un leño que casi rompe las manos al bueno de Takagi.

Me dejo para el final lo del actor. Aunque sea ideíta de la FIFA, esto sí que suena a rechifla. El Madrid ya tiene su propia película (magnífica, por cierto) y con este Alessandro Nivola estamos metiendo un intruso en nuestra propia cama y haciendo competencia desleal. Este no es el camino. ¿Fútbol es fútbol? Empiezo a tener mis serias dudas.