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Primera | Real Sociedad 0 - Real Madrid 2

Pizca de Guti, kilos de Ronie

Ellos mantienen al Madrid en la lucha por el título. La Real dominó en la primera parte, pero sin pegada. Casillas volvió a ser providencial

Actualizado a
<b>TODO CAMBIÓ CON GUTI</b>. Hizo falta que Guti saliera para que el Madrid diera la vuelta a un partido que se había puesto muy complicado para el Real Madrid. Dos asistencias del canterano valieron los dos tantos de Ronaldo. Será difícil retenerle en el banquillo.

El Real Madrid jugó ayer un magnífico partido para los emigrantes, para los celadores y vigilantes de seguridad, para los que sacaron a cenar a sus esposas, para todos aquellos, en general, que no pudieron verlo y se quedarán con el resultado, 0-2, dos goles de Ronaldo, la Liga en vilo. En una dimensión más reducida también jugó un gran partido para el Barcelona, que no entenderá nada, y para la Cofradía del Clavo Ardiendo, comunidad de fieles que se multiplica cada semana.

Decirles a todos ellos que, aunque no lo crean, hasta que Guti saltó al campo en el minuto 59 cabía un desierto del Gobi entre el centro del campo del Madrid y la delantera. Es incomprensible el empeño de Luxemburgo por jugar con un brazo atado a la espalda y ayer lo hizo durante una hora. Todavía más inaudito si se piensa que la Liga estaba en juego y el equipo era una completa tristeza, abandonado a la deriva.

Con Gravesen falto de ritmo y Beckham renqueante por un golpe en el empeine, el Madrid se movió durante la primera parte sin apenas moverse, con una tibieza desesperante para quien sueña con el título. Ya lo habíamos visto otras veces: la pasión que a veces electriza al equipo en el Bernabéu desaparece por completo en otros campos, casi diría que en cualquier otro campo y ante cualquier rival, no importa el rango. Así ha sido durante toda la temporada, alguna goleada (ante el Atlético, por ejemplo), pero ni una sola victoria deslumbrante, rotunda, inmaculada. Y así volvió a ser ayer en San Sebastián, al menos durante una hora.

En ese tiempo, el Madrid volvió a pecar de indefinición crónica, porque el equipo no juega ni a ser dominador ni a protegerse en su campo y desde allí salir, si se puede, a la contra, lo que sería comprensible e incluso inteligente, más aún cuando cuenta con dos delanteros que multiplican sus virtudes a la carrera, Owen y Ronaldo. Pues no. La mayoría de futbolistas del Madrid, en el momento de la creación, se limita a improvisar una frase, generalmente obvia (el pase a Casillas es lo más recurrente), lo que deja al equipo en medio de ninguna parte, como el gallego de la escalera.

En esas circunstancias, bastante tuvo el Madrid con capear el temporal (más bien sirimiri) durante la primera mitad. Jamás dio la sensación de equipo aspirante y hasta se movió con cierta torpeza, especialmente cuando la Real presionó la salida del balón casi desde la misma frontal del área de Casillas. Sin lazos con los delanteros, un lejano tiro de Beckham fue la única aproximación del Madrid en 30 minutos.

La Real, mientras tanto, empujaba a su visitante con un fútbol que no era virtuoso, pero sí aseado y machacón, muchas faltas, juego duro y el aliento en el cogote rival. Cuesta imaginar a Amorrortu, tan afrancesado él, tan Cyrano, dando semejantes indicaciones. Pero lo cierto es que en los primeros compases los laterales desdoblaron con peligro, Barkero se movió con inteligencia, Aranburu dirigió con criterio y Karpin le puso el corazón habitual. El único que no estaba presente era Kovacevic, incapaz de enganchar alguno de los balones que le tiraron a la olla, y no fueron pocos. "No pesan los años, pesan los kilos", eso decía aquella señorita del anuncio que sin años ni kilos se paseaba en bicicleta. No se crean los anuncios.

El primer milagro de Casillas, porque también los hubo, llegó a los 20 minutos. Garrido se internó por la izquierda, se apoyó en Barkero y entregó un pase magnífico a Karpin, que venía al galope y blandiendo el sable. El disparo, de trabuco, lo repelió Iker con alguna parte de su anatomía. Indiscutiblemente, es el mejor portero del mundo en semejantes tiroteos.

Como suele ocurrir, la intervención de Casillas no sirvió para agitar la conciencia de nadie, así es la fuerza de la costumbre. El Madrid continúo con ese paso remolón que magrea más que araña y que no ofrece más peligro que la amenaza invisible de un Ronaldo que siempre deambula por allí, aunque muchas veces no se le ve, exactamente igual que los comanches de Centauros del Desierto.

La primera mitad se cerró con un susto de Celades a los suyos, ya que estuvo a punto de perder un balón ante Barkero dentro del área. Se podrá excusar al muchacho recordando que le falta de competición, pero no recuerdo un lateral más delicado, sutil y vaporoso. Y lo mismo debió pensar Amorrortu, que mandó incidir en la banda derecha del Madrid, con algún éxito, al menos hasta que su equipo tuvo fuerzas.

Y es que si el problema del Madrid es la indefinición (algo así como la metrosexualidad futbolística), el de la Real es la falta de contundencia. Se comprobó bien en la segunda parte, cuando después del primer gran arreón, el equipo se difuminaba casi al mismo tiempo que lo hacía Karpin, el alma del equipo, pero alma de 36 años.

Al no sentirse tan agobiado, el Madrid se estiró como se estira el Madrid, medio bostezando, como quien se levanta legañoso y se hace crujir los huesos. El resultado fueron un par de llegadas, ambas de Ronaldo, y un balón que Helguera peinó con suspense, la falta lanzada por Beckham. Si algo se podía sacar en claro es que Ronaldo estaba tan comprometido y empeñado como en los últimos encuentros. Esto no se sabe hasta que no la toca un par de veces, pero es evidente cuando lo hace, pues ataca los muros contrarios con tanta confianza que se diría que lleva una pértiga.

Fue entonces cuando entró Guti. Prácticamente en cuanto controló la primera pelota resultó evidente que es imprescindible en el Madrid actual, ya le reeducaremos otro año. Primero impulsó una buena triangulación y entregó a Ronaldo un balón de diamantes que el brasileño no desaprovechó. Es un crimen que el Madrid no intente eso cien veces, mil. Su siguiente perla fue un desborde por la izquierda que acabó en asistencia, tan dócil que Ronie tuvo tiempo de caerse sobre el balón antes de acabar taconeándolo. Dos fogonazos. Pero suficiente para que siga vivo el fuego.

todo cambió con guti

Hizo falta que Guti saliera para que el Madrid diera la vuelta a un partido que se había puesto muy complicado para el Real Madrid. Dos asistencias del canterano valieron los dos tantos de Ronaldo. Será difícil retenerle en el banquillo.