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Primera | Levante 0 - Real Madrid 2

Iker, Ronaldo y nada más

El Madrid ganó gracias al acierto de Casillas y la efectividad de Ronie. El Levante se estrelló ante un gran portero. Por lo demás, un partido gris

Actualizado a
Ronaldo celebró sus dos tantos con efusivos abrazos a los jugadores del banquillo, pero el primero también lo festejó con Vanderlei Luxemburgo.

Como después de haberlo visto tantas veces ya lo sabemos todo del Real Madrid galáctico y podríamos escribir tesis doctorales sobre su comportamiento psico-deportivo, no es difícil encontrar la ficha que describe lo ocurrido ayer: Casillas las salva y Ronaldo las mete, bocadillo de pan con pan, un magnífico portero y un delantero fabuloso, lo demás soldadesca más o menos aplicada, mortadela imaginaria.

Relatar el partido con detalle sería innecesariamente cruel, lo dejaremos en detallitos (quizá ficticios), porque concentró ese tipo de fútbol que nos descubre los pelos en las piernas de los futbolistas, las magulladuras, las calvas en la hierba y en las gradas, los balones que pican, el insoportable olor a Reflex y el patadón y tente tieso. Es decir, lo menos poético que puedan imaginarse, un canto a la siderometalurgia y un homenaje a los futbolistas de campo de tierra que cada fin de semana se desollan las rodillas y las nalgas, el tackling es despiadado con el jugador modesto y la mercromina insuficiente.

Resulta difícil de creer que el Madrid se jugara la Liga contra el Levante, porque no se apreció en el equipo ninguna mutación, ningún arrebato imperial, el mismo trote y similar desbarajuste. Suerte para el aspirante al título que enfrente tenía un rival sin aristas, un vaquero con pistolas de agua que incluso así estuvo cerca de ahogarle.

Como se intuía, no favoreció en nada al juego del Madrid la decisión de Luxemburgo de situar a Borja como mediocentro, de renunciar así al centro del campo. Con el canterano colocado por delante de la defensa, con instrucciones de no romper nada y darle la pelota a un agente autorizado, la creación en el núcleo del tablero se dejaba en manos de quien pasara por allí, y como ya sabemos, no suelen pasar muchos. Allí se instaló Raúl gran parte del encuentro (sin éxito) y por allí tuvo que moverse Ronaldo para otorgar cierto dinamismo al juego, a costa de abandonar su verdadera zona de influencia. Todos intentos vanos, porque no está habituado el Madrid a jugar como el Derby County y si lo consiguió ante el Barça fue porque en ese tipo de choques se producen extrañas combinaciones de las que igual te sale un Bloody Mary que un partido inglés.

De lo ocurrido en la primera media hora sólo cabe destacar que Casillas hizo el pino puente en el aire para salvar un tiro de Rivera que se envenenó al rebotar en Pavón, quien jugó, por cierto, en sustitución de Helguera, que sufrió un traicionero corte de digestión.

A partir de esa palomita, el Madrid se animó un tanto y pasó de dominado a dominador, aunque sin abusar. El asunto se desequilibró cuando Míchel Salgado se encaminó hacia el área del Levante con la determinación que le caracteriza. Como nadie se atrevió a salirle al paso (bufaba como un trailer), el lateral alcanzó el área y lo que quiso ser un cañonazo se convirtió en una preciosa asistencia a Ronaldo, que remató a placer.

La primera parte se cerró con otras dos intervenciones de Casillas, ayer vestido de portero inglés (con pantalón claro y camiseta oscura), quizá para inspirar al grupo. En la primera, Iker repelió un trallazo de Pinillos y en la segunda despejó un mano a mano con Manchev, que lo había regateado dos segundos antes y ya lo daba por muerto. En esa última jugada, Casillas vivió dos vidas: la del burlado y la del burlador. No me extraña que lo persigan las misses.

Con un guión semejante se desarrolló la segunda parte, sin entenderse muy bien por qué Schuster no daba entrada a Ettien, el tipo de futbolista de físico imponente que suele causar estragos en la defensa del Madrid. A esas alturas, Rivera había fracasado en la dirección del Levante y Sergio García había hecho lo mismo en la delantera, activo pero sin gol, polvorilla sin pólvora. Sólo Juanma y Camacho cumplían con su cometido, empuje y quite.

Mientras Casillas continuaba con su UPA Dance particular, saltos, piruetas y las chicas suspirando, el Levante encerraba al Madrid, que no encontraba más oxígeno que el que cabía en los bellos pulmones de Beckham, inmenso su trabajo. Zidane, como ya pasó contra el Barcelona, estaba desafortunadísimo, impreciso, perdido, mayor, torpe, y que el cielo me perdone.

Fue necesario que Roberto Carlos salvara un gol bajo palos para que Luxemburgo se decidiera a sacar a Guti y Figo (por Raúl y Owen). Se hacían tan necesarios los cambios que cuando se produjeron dio la impresión de que nada evitaría la victoria del Madrid. Y así ocurrió.

Un maravilloso pase de Guti estuvo a punto de terminar en gol de Ronaldo, pero el brasileño se entretuvo en exceso. La jugada no fue en balde: demostró que Guti debe jugar siempre y ya tendrá tiempo Luxemburgo de jugar a My fair lady y reeducar al díscolo genio.

En la siguiente oportunidad no perdonó Ronaldo. Figo, tristón y abúlico, se quitó un balón de encima y lo convirtió en estupenda asistencia a Ronie, que fulminó a Jesule en el sprint, regateó a Mora y marcó el segundo, exactamente como en los viejos tiempos. Antes de enseñarnos el tatuaje como quien se mide la fiebre resopló con tanto alivio que hubiera inflado un globo, o dos.

El encuentro acabó con otra incursión de Ronaldo, esta vez contra toda la defensa, a la que convocó y redujo en una banda. Cuando sacó el balón de allí, Guti, solo, no supo batir al portero. No hubo más, aunque no sería raro que olvidara alguna milagrosa parada de Casillas.

El acoso al Barcelona no resultó y el líder mantuvo el pulso y venció al Getafe. Pero el campeonato sigue vivo, lo que es mucho decir si se tiene en cuenta cómo pintaba la Liga hace poco menos de un mes. Como las victorias del Madrid son acoso y las del Barcelona resistencia, se podría decir que ayer sólo se recortaron puntos psicológicos. Jugar mal y ganar siempre ofrece una promesa de felicidad eterna. Aunque a esta eternidad sólo le quedan seis partidos.

El detalle: gol y saludo a Luxa

Ronaldo celebró sus dos tantos con efusivos abrazos a los jugadores del banquillo, pero el primero también lo festejó con Vanderlei Luxemburgo. El técnico ha sabido motivar a Ronie, que ya ha olvidado por completo la crisis goleadora que atravesó entre enero y marzo.