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Primera | Albacete 1 - Real Madrid 2

Un triunfo famélico

Helguera y Owen siguen dando vida al Madrid. Horrible partido. Continúa el gafe de Ronaldo

Actualizado a
Ronaldo sigue gafado cara al gol.

En más de una ocasión se ha culpado al matrimonio de perjudicar el rendimiento del deportista, como si la confortable vida en pareja (sofá, dvd y paseo por Ikea) extinguiera esa chispa imprescindible en el atleta de éxito, esa inquietud permanente que hay quien considera inherente a la solter como si el paso por la vicaría o el registro civil tuviera el poder de convertir a los animales salvajes en tigres de zoológico, incapaces de sobrevivir en la selva, en la discoteca, en la oficina o en la cancha, lo mismo da. Me viene a la memoria, por poner un ejemplo lejano y no molestar, el caso del mítico Bjorn Borg, tenista en decadencia desde que se casó con una jugadora de segunda fila llamada Mariana Simionescu, aún me sorprende recordar ese nombre, me temo que yo también la culpé del ocaso de mi ídolo.

Digo esto porque, puestos a buscar explicaciones a lo inexplicable, ya hay quien ve en la boda de Ronie el motivo de su calamitosa racha y de su persistente desatino. Como el delantero luce más esbelto que nunca, son muchos los que coinciden en que el problema radica en su reciente compromiso, como si la apacible vida del marido hubiera afectado a sus neuronas, de natural jacarandosas, como si un alma libre como él sufriera una indigestión de responsabilidad. También he llegado a oír (ayer volví a escucharlo) que Ronaldo lo que necesita es recuperar su régimen de whoppers y tigretones y liberarse de esa dietista que le atiborra de espinacas, calabacines y otros alimentos tristísimos.

Bien, pues nada de eso es cierto. Son celos y arrebatos machistas ante la mujer que acapara el interés del ídolo, ya sea esposa o dietista. Lo único que le ocurre a Ronaldo es que es víctima del lamentable juego del Real Madrid y pocas enfermedades hay más contagiosas que el desacierto general. Y se puede hacer la prueba. Basta dedicarse a una actividad en la que uno se considera diestro y rodearse de torpes para comprobar cómo se acaba siendo tan lerdo como el que más. La habilidad no es tan contagiosa.

Ese es el problema, que el Madrid no juega ni a las tabas, que el equipo se desintegra y que resultaría complicado que alcanzara al Barcelona aunque los azulgrana perdieran los partidos que faltan. Eso no quita para conseguir victorias como las de ayer, famélicas, logradas porque, a igualdad de penurias, el adversario tiene menos talento. Y sé que el juicio podría parecer muy riguroso en el caso del Albacete, que podrá presumir de haber tuteado al Madrid, pero lo que se desplegó sobre el césped no fue exactamente el Madrid. Si los locales no se aprovecharon de esa debilidad fue porque su falta de calidad la delata su posición en la Liga.

El partido comenzó con sorpresa, Owen salió en lugar de Raúl, lo que se justificó oficialmente diciendo que el capitán tenía problemas físicos, que no le impidieron, sin embargo, ocupar un puesto en el banquillo, e incluso calentar en un momento del choque. La otra novedad era que el equipo vestía de negro, un color muy propio para estas fechas y para los ánimos de los protagonistas. Hasta aquí llegaron las diferencias, porque no hubo más. El Madrid se movió con el ritmo cansino que acostumbra, sin una sola idea genial, aunque hasta eso le dio para llegar a puerta en el segundo minuto, un balón que Ronaldo remató a la red y que anuló el árbitro por fuera de juego, inexistente, por cierto. Ronie dejaba, desde el primer instante, constancia de su absoluta implicación con el partido, eso sí, las musas de vacaciones en la Riviera Maya.

Con ese panorama, el Albacete, como les ocurre a todos, se fue viniendo arriba y lo que comenzó siendo un asedio embarullado se resolvió a los nueve minutos con un gol de Redondo, cuyo disparo pasó entre las piernas de Samuel, Helguera y Casillas, como lo oyen, un récord mundial de la especialidad, caso de existir. El infortunio, de no ser atajado, se acaba presentando en forma de macetas sobre nuestras cabezas.

El partido se descubría ya como un manual de despropósitos, lo que en el cine hubiera sido una película de serie B repleta de zombies y truculencias semejantes. Helguera no tardó en empatar al rematar de cabeza un córner, pero la jugada volvió a ser sucia y los locales acusaron al cabeceador de haberse apoyado en Mingo, y algo de eso hubo, porque la mano del madridista se posó sobre el defensor en el salto.

Casi inmediatamente después, Guti vio una tarjeta amarilla que le impedirá jugar contra el Barcelona, caso de que hubieran contado con él, lo que tampoco estaba tan claro. La acción fue innecesaria y en una zona del campo exenta de peligro, y nos devolvió, por desgracia, al futbolista genial, pero desesperadamente inmaduro, al talento sin control; en muchas ocasiones pienso que los constantes cambios de imagen detectan una búsqueda de la propia personalidad, muy frecuente entre los futbolistas, con dinero y tiempo para permitirse tantas visitas al peluquero. Entre los que barajan explicaciones esotéricas de los males madridistas hay quien asegura que desde que Raúl se cambió el peinado con raya por el Rupert te necesito no da pie con bola. Y he de decir que las fechas coinciden.

Consciente de su error, Guti desapareció durante muchos minutos y el Madrid quedó a la deriva, sostenido únicamente por la concepción estajanovista que tiene Gravesen del fútbol.

El Albacete se desenvolvía con un entusiasmo encomiable, pero eso no es suficiente en un equipo que hace poquísimo daño en las inmediaciones del área. Pacheco es voluntarioso, pero carece de ayuda y pegada. El talento de Momo, que fue titular, sigue siendo demasiado efervescente.

Samuel placó a un futbolista del Albacete, también en una zona presuntamente desmilitarizada, y vio la cartulina que le deja fuera del clásico. Lo de este muchacho es de profundo estudio, porque es incapaz de salir de una jugada con las manos limpias, tiene una innata inclinación al crimen.

El gol de Owen llegó con el tiempo cumplido. Guti condujo un contragolpe y esperó un claro de luna para asistir al inglés, que definió con la precisión que le caracteriza. De él se podría decir lo mismo que de Ronaldo, que es víctima del desastre general. Era su décimo tanto en la Liga, dos menos que Ronie, cuatro más que Raúl y varios miles de minutos menos que ellos.

La segunda parte fue todavía peor que la primera y terminó por degenerar en jugadas inauditas, futbolistas que se chocaban contras los contrarios, balones mil veces rebotados que parecían de rugby y algunos resbalones cómicos; Gravesen intentó alcanzar un pase fallido tirándose al césped y alargando los brazos para capturar la pelota, lo juro. Los únicos detalles de seriedad los tuvieron los porteros: Iker, con una gran intervención a tiro a bocajarro, y Valbuena, providencial en todas sus paradas.

Para completar el espectáculo, Luxemburgo dio entrada a Celades y Borja, decisión incomprensible en quien ya debería conocer las cualidades de la plantilla, el peso del escudo y la exigencia a la que está obligado quien viste esa camiseta. Que el Madrid se jugara con ellos el final del partido, que es el final de la Liga, es total y absolutamente surrealista y dice poquísimo de la capacidad del técnico para reanimar al equipo.

No hubo más. Tal vez un choque entre Samuel y Buades, Alien contra Predator. Roberto Carlos pudo marcar en el tiempo añadido con un remate lejano que tuvo mucho de churro en su ejecución y en el modo de salvarlo Valbuena. Ganó el Madrid y perdió el Albacete. Pero creo que el destino de ambos sigue siendo el mismo que antes del partido de los horrores.

El detalle: este año, cuatro remontadas

El Real Madrid ha remontado cuatro partidos de Liga esta temporada. 2-3 en Santander, 3-1 al Zaragoza, 1-2 en Pamplona y la de anoche, 1-2 en el Carlos Belmonte. El conjunto madridista no ha sufrido ninguna remontada en contra en lo que llevamos de Liga. Los de Luxemburgo llevan dos victorias seguidas (Málaga y Albacete).