Este cuento se acabó

Primera | Getafe 2 - Real Madrid 1

Este cuento se acabó

Este cuento se acabó

El Madrid se deja en Getafe la Liga y el brillo que le quedaba. Magnífica coordinación en los locales. Quique Sánchez Flores se eleva. Luxa, tocado

El ocaso de los dioses. Ese fue el encabezamiento de la portada de este periódico después de Turín y, como muchos de ustedes sabrán, es también el título de una maravillosa película de Billy Wilder (cambiar ocaso por crepúsculo) que relata la historia de una vieja diva del cine mudo que se resiste a aceptar el paso del tiempo y la supremacía del sonoro. Norma Desmond, que así se llama, vive en una mansión junto a un fiel sirviente y adulador, Max, encargado de protegerla de la realidad. En uno de los diálogos, un escritor (William Holden) reconoce a la estrella y exclama: "¡Usted fue muy grande!". Y ella le rectifica de inmediato, impertérrita: "Yo sigo siendo grande. Son las películas las que se han hecho pequeñas". El título original de la cinta es Sunset Boulevard, el boulevard del atardecer, y juega con ese significado literal y con la famosa calle que atraviesa Hollywood convertida en mausoleo de las viejas glorias del celuloide. No fue mala portada, convendrán conmigo.

Sin embargo, el final del Madrid galáctico no podía certificarse en Turín porque la grandeza del escenario y el prestigio del rival hubieran servido de última excusa para aquellos que se resistieran a aceptar la cruda realidad, ignoro si todavía quedaba alguna Norma Desmond encerrada en su mansión, animada por su Max particular, pero me temo que sí. La sepultura definitiva de la galaxia debía zanjar cualquier vana expectativa (la Liga lo era) y tenía que llegar en un lugar absolutamente terrenal y humano. Y ni Billy Wilder hubiera escogido un mejor sitio que Getafe.

Allí quedó enterrado el Madrid galáctico y allí reposa también el fantasma de Norma Desmond. Y allí debería llevar las flores el fiel Max. Ya puestos, mucho mejor nombre que Coliseo Alfonso Pérez sería estadio de Sunset Boulevard, y además se llenaría de japoneses, espero que estén de acuerdo conmigo en la necesidad de rebautizar el recinto.

Suele ocurrir en estos casos que el desplome del gigante, el estruendo que despierta, suele ocultar los méritos de quien lo derribó, por eso, antes de perderme otra vez, me apresuraré a destacar el gran partido que hizo el Getafe, tan armónico su juego, tan de equipo, que resulta complicado resaltar a un solo futbolista. Lo cierto es que no fue un partido que señalara a un héroe en pantalón corto, sino que ensalzó, más bien a un entrenador, Quique Sánchez Flores, en condiciones de convalidar su triunfo por un salvoconducto para dirigir a cualquier equipo grande, y no descarten el Madrid, recuerdo que el camino de Valdano se alfombró en Tenerife con dos Ligas perdidas.

Pero si el héroe estaba en un banquillo, el villano pareció sentarse en el otro (hay otros culpables, ojo), aunque sólo sea porque es imposible distinguir de entre todos los jugadores del Madrid alguno que estuviera claramente peor, algún responsable en mayor medida, tal fue el desastre. Por eso, resultó inevitable no fijarse en Luxemburgo, en su gesto impávido, en su manera de hundirse como el capitán del Titanic, encerrado en la cabina y con la mirada en el horizonte, incapaz de buscar una solución, de intentarlo, ni una sustitución al descanso y el mar entrando por debajo de la puerta.

Surrealista. Con 2-0 en el marcador, Luxemburgo reaccionó dando entrada al tierno canterano Palencia (sólo 33 minutos jugados con el primer equipo) en lugar del incalificable Raúl Bravo. Cuentan que hace años era costumbre iniciar a los muchachos en el mundo de los adultos peludos convidándolos a casas de citas, pero nadie tenía constancia de las iniciaciones en funerales. Tal vez sea costumbre brasileña. Sólo después entraron Owen y Solari, en reemplazo de Figo y Zidane, que están en su derecho de preguntarse por qué no fue Raúl quien abandonó el campo, yo también me lo pregunto.

El primer gol del Getafe había sido suficiente para desmoronar al Madrid, que sólo vivió diez minutos con cierto desahogo, Guti al timón y Gravesen en la sala de máquinas. Pero el error de Helguera en el despeje y el posterior tanto de Albiol descubrieron la inmensa fragilidad del equipo, por llamarlo algo, todo era mentira. Decía Norma Desmond que para qué hablar si los actores tenían rostro y, como ella, el Madrid pensó que con la fama y los Balones de Oro sería bastante, jugar resultaría secundario, Max también lo pensaba.

No hay nada más contagioso que la falta de confianza y ayer pudo comprobarse. No es exactamente que los jugadores del Madrid desaparecieran, es que se detuvieron, primero unos pocos y luego casi todos: nadie creía en la jugada que iniciaba otro, nadie quería ser el último en perder el balón y nadie pensaba que pudiera hacerse otra cosa con la pelota. Hasta Casillas dio la impresión de sentirse rendido. Al final, sólo se escuchaban los golpes de Samuel, los tatuajes que grabó en la espalda de Riki.

La coordinación del Getafe, su forma de provocar el fuera de juego, sus combinaciones en el centro del campo, en general, su sensatez, hacía todavía más patética la imagen del Madrid. Cotelo estuvo magnífico, Gica era un puñal y Riki, fajador de alguna tosquedad, era la mariposa que pica como la avispa, él fue el autor del segundo tanto, tras un pase sublime de Cotelo. Hasta el polémico Sergio Aragoneses, que comenzó con dudas, exhibió sus dotes de saltimbanqui y adornó sus intervenciones con palomitas que le suspendían en el aire hasta que se apagaba la luz del flash.

Pudo marcar más goles el Getafe, pero le dio pena. Michel rozó el tercero con un testarazo que silbó junto al palo. Estaba solo. Pero existe una solidaridad no escrita entre los futbolistas cuando ven a otros en serios apuros, por eso cuando algún equipo marca seis o más goles, los últimos tantos apenas sí se celebran, casi se pide perdón por ellos.

Solari cerró el asunto con un gol más filosófico que real, pues en lugar de maquillar al fiambre sólo sirvió para señalar las causas de su muerte, la importancia de la clase media, aquella que fue despreciada víctima de una bonita frase, Zidanes y Pavones, que también se ha devorado a los últimos entrenadores. Decía aquel escritor de El crepúsculo de los dioses que los espectadores olvidan que hay alguien detrás que inventa las historias, "piensan que los actores salen y dicen lo primero que se les ocurre".

El Madrid cerró su película contra el Getafe, que tal vez inicie una. Ocurrió en el estadio Sunset Boulevard, hasta ayer Alfonso Pérez.

El detalle: al final, luxe no recortó nada

Cuando Vanderlei Luxemburgo llegó al Real Madrid el equipo estaba a once puntos del Fútbol Club Barcelona. Tras doce jornadas y después de haber estado a cuatro puntos del liderato, el Real Madrid vuelve a estar separado once puntos de los barcelonistas. Eso sí, ahora tampoco tiene ni Copa del Rey ni Champions League.