Liga de Campeones | Roma - Real Madrid
"Ese día se escuchaban hasta los suspiros"
El 16 de septiembre de 1987 el Madrid de Beenhakker recibió al Nápoles de Maradona en un Bernabéu silenciado por la UEFA al disputarse el partido a puerta cerrada. Buyo, Chendo, Gallego, Martín Vázquez y Míchel rememoraron con AS un triunfo histórico ante el equipo del 'Pelusa'.
Esa fue la noche en la que "los pajaritos dispararon contra las escopetas". Expresión cuya autoría corresponde al escritor, novelista, articulista y poeta cubano José Martí. Metáfora perfecta que sirvió a Jorge Valdano para inmortalizarla en el fútbol al comentarla con su verbo cuidado en la Cadena Ser el 16 de septiembre de 1987. Tenía motivos para ello. Miguel Porlán, Chendo para los amigos del balón, le hizo un soberano caño a Maradona. Fue en el transcurso de un histórico Real Madrid-Nápoles. Primera ronda de la Copa de Europa. Ida. Bernabéu vacío, sin público ni alma. La UEFA había castigado los excesos de los Ultrasur en el Madrid-Bayern de la temporada anterior. Maradona y su mano de Dios en el pasto defendiendo la camiseta napolitana. Enfrente, los Santillana, Gordillo, Butragueño, Buyo, Chendo, Míchel, Martín Vázquez y Gallego.
Conjura. AS reunió a estos últimos cinco veteranos en el Bernabéu, que rememoraron un partido jurásico que servirá para alimentar mañana el adormecido espíritu de los blancos en el Olímpico. Una profecía optimista compartida por este quinteto de luxe que hoy no tendría precio: "Ganaremos en Roma".
Llegaron al estadio bien abrigados, pero sin exceso. Gallego y Chendo a cuerpo con sus trajes de faena (ambos trabajan en las oficinas del Bernabéu). El lateral bromea con Míchel, que lleva una bufanda verde muy a la moda: "Míchel, aquella noche les dimos a los italianos. Mucho Maradona y mucho scudetto, pero 2-0 y a casa". El dueño del carril diestro en el mágico Madrid de los felices 80 tercia con guasa castiza: "No olvides que todo empezó gracias a mí. Garella paraba todo esa noche y yo le engañé en el penalti del 1-0. A partir de ahí, pan comido...".
Martín Vázquez, con una barba que recuerda a la que se dejó en 1990 nada más fichar por el Torino (eso sí, con alguna cana que delata los 40 años que está cerca de cumplir), pone ese toque sutil y educado para refrescar su memoria: "Había un napolitano con las medias bajadas que daba mucha cera y era durísimo. ¿Bagni? Sí, eso, Bagni". Ricardo Gallego sale al cruce, su jugada favorita: "Rafa, no olvides que aunque fuese sin público éramos el Madrid en un partido de la Copa de Europa. Nos respetaban. Hasta Maradona supo cómo nos las gastábamos con el campo vacío. No nos arrugamos porque sabíamos que un mal resultado para Nápoles nos hubiera dejado sin opciones".
Míchel se me queda mirando con esa complicidad que anticipa una perla de las suyas: "¿Que no tuvimos afición esa noche? Eso es falso. En nuestro banquillo estaba Camacho, que se pasó el partido pegando gritos por valor de 6.000 hinchas. ¡Qué barbaridad! A Beenhakker y el resto de suplentes los dejó con los tímpanos destrozados. José era una máquina animando".
Buyo, ese porterazo que salía a esos partidos tan excitado como si se hubiese bebido veinte cafés, saca pecho. Con razón. "Maradona había ganado el Mundial con Argentina un año antes en México y ése sí que era el galáctico de los galácticos. Pero esa noche no me metió ni miedo. No pudo ni tirar a gol". Chendo, como era de esperar, se subleva: "Te recuerdo, Paco, que yo le marqué. La verdad es que por entonces estaba delgado y en forma, pero esa noche le supe tener a raya. ¿O no?".
Esa declaración cariñosa hacia el mito contrasta con lo que veteranos ilustres como Zárraga y Antonio Ruiz dijeron de Diego tras el encuentro. El primero, medio volante nacido en Getxo (Vizcaya) que ganó las cinco primeras Copas de Europa con el Madrid, fue a la yugular: "Jugar sin público es como una boda sin novia. Encima, Maradona me ha decepcionado y ha parecido más un barril de cerveza que un jugador". Antonio Ruiz, un murciano corajudo que también pilló la era dorada del blanco y negro (1954-64), tampoco se anduvo por las ramas: "Ha dado pena ver arrastrarse en el campo a un jugador como Maradona. De hecho, ha sido el mejor del Madrid... por su inhibición. Pobre Diego".
Toca comentar cómo se siente un futbolista jugando en un desierto de gradas vacías. Míchel se pone bucólico: "Lo que más me quedó grabado en la memoria es el especial sonido del golpeo del balón. Era una especie de 'poc". Suena el móvil de este humilde reportero. Era Gordillo: "Quillo, no puedo ir al reportaje porque estoy preparando un viaje a Rumanía. Da recuerdos a esos monstruos. ¿Que como fue aquel partido? Un aburrimiento, muchacho. A mí eso de jugar sin gente no me va. Faltaba la salsa de la gente. Pero bueno, los italianinis se llevaron dos chicharritos...".
Buyo se siente obligado a matizar. "Mira, eso de que había poca gente era relativo. Cierto que las gradas daban miedo por su soledad, pero recuerdo cómo muchos empleados del club se pusieron detrás de las columnas que hay en las tribunas. Nosotros escuchábamos su aliento y sabíamos que estaban ahí". Gallego pone una guinda poética: "No había afición, pero saltamos al campo con sus corazones en nuestras piernas. Esa noche se escuchaban en el Bernabéu hasta los suspiros".
Llega la hora de la despedida (¡qué pena!). Míchel: "Ganamos 1-2". Martín Vázquez, corto y seguro: "0-1". Gallego se viene arriba: "Les metemos 1-3". Buyo y Chendo ponen la firma racial: "0-3 y a casa". Ellos desafiaron al silencio del Bernabéu hace 17 años tapando la boca al talento de Maradona. Buen presagio para Roma. El Madrid debe ahora reescribir la Historia...