Liga de Campeones | Dinamo 2 - R. Madrid 2
Monstruos S.A.
El Real Madrid de la épica europea apareció en el complicado escenario del Olímpico de Kiev. La fórmula de los Cuatro Balones de Oro sigue funcionando. Tras recibir dos directos a la mandíbula, los galácticos se sobrepusieron para sacar un empate que deja vivo al equipo en la Champions.
Tiembla Di Stéfano. En Kiev, la madre de todas las ciudades (así se la conoce en estas tierras por datar del siglo VI), el Madrid de los cuentos de hadas y de los Balones de Oro dejó su huella, su semilla de equipo grande, con carácter, orgullo, furia en las venas, autoestima profesional y elevado sentido de la responsabilidad. Sólo así se puede levantar un púgil de la lona tras recibir dos directos a la mandíbula de cristal que permitió a un nigeriano, Ayila Yussuf, y a un letón ratonero, Verpakovskis, creerse con derecho a poner por adelantado la fecha de caducidad de esta bendita locura llamada Monstruos S.A. Raúl, siempre atento, fiel a la causa, preparado para quedarse el último en la proa del Titanic con tal de salvar la vida del prójimo, encauzó el camino de la resurrección europea con su gol de siempre, el 48, que pone al maestro Di Stéfano en un brete. ¡Chssss, que viene, que viene! Figo puso también de su parte para celebrar con hombría su 32 cumpleaños (ya está en el Club de Zizou). Habilitó a su capitán en el 2-1 y firmó las tablas tras el penalti forzado por ese enamorado empeñado en coleccionar gestas para no amargar la luna de miel a Daniela. Y eso que la ONU de Kiev demostró que se puede ser una Torre de Babel y dar una imagen solidaria y lustrosa.
Evasión o victoria. A nadie podía sorprender el espíritu guerrero y noble de estas balas atómicas que dan cuerpo y vida al mapamundi del Dinámico de Kiev. Basta repasar el capítulo más noble de sus 77 años de historia. Año 1942. Las tropas nazis enviadas por Hitler tenían totalmente ocupada Ucrania, con su base de operaciones bélicas fijada en la capital. El Dinamo ya era por entonces el orgullo futbolístico de esta ex república soviética. Una selección creada a propósito por el cuerpo de aviación alemán retó oficialmente al Dinamo para medir sus capacidades en un partido de fútbol a vida o muerte. Evasión o victoria. Ganaron los buenos, los ucranios, pero su castigo fue terrible. Los jugadores del Dinamo fueron torturados, deportados y fusilados.
Quizás esa huella tan severa en su cuaderno de bitácora sirvió para alimentar el honor de un equipo que representó durante el régimen de la URSS al cuerpo de Policía. En su nombre destacaron talentos desatados como el de Oleg Blokhin, Balón de Oro en 1975 y autor de uno de los tres goles que el Dinamo endosó al Atlético en Lyon en una final de la Recopa (1986) en la que también se consagró Igor Belanov, ganador ese mismo año del trofeo individual más prestigioso que existe. Pero anoche el único que tenía Balones de Oro en el campo era el Madrid. Ni uno, ni dos, ni tres. ¡Cuatro! García Remón nos está acostumbrando a un proyecto llamado milagro que lleva camino de ocupar un tratado para los eruditos. O se consagra como una fórmula revolucionaría de la que se seguirá hablando dentro de 200 años, o Florentino acabará quemándose a lo bonzo en el palco del Bernabéu harto de ser un ilusionista incomprendido.
Odessa, otra vez. Al menos, este PP (Presidente Pionero) tuvo oportunidad de disfrutar del calor del pueblo horas antes de la batalla del Olímpico. Hasta el Hotel Natsionalny llegaron los amigos de la Peña Real de Odessa. Curioso. No sabían que García Remón tenía el apodo de Gato de Odessa, por lo que de inmediato le nombraron presidente de honor. Mariano, encantado. Roberto Carlos también se unió al grupo entusiasta. Resulta que en la ciudad del Mar Negro hay un equipo de fútbol cuyo himno es la famosa canción Roberto Carlos, la, la, la, Roberto Carlos....
El madridismo sigue vivo y no arroja la toalla. Lo vimos en las gradas con la Peña Rusia, representada por bellísimas mujeres (en esta parte del globo está erradicada del diccionario la palabra callo) que lucían con orgullo las bufandas blancas de su lejano Madrid. También llegaron a tiempo a la cumbre europea del fútbol los 35 viajeros de la Peña La Gran Familia, que pasaron días atrás por Varsovia y Cracovia, la misma ciudad en la que este verano empezó el Madrid su andadura hacia la Décima sin los renglones torcidos. 0-2 y Camacho en el banquillo...
El hiperactivo presidente siguió con su apretada agenda tomando un café con el alcalde de Kiev (no me consta que hablasen de la ajustada victoria electoral de Bush sobre Kerry ni de la segunda vuelta de las elecciones de Ucrania) y después se marchó con su colega del Dinamo, el millonario Gregorio Surkis, que hizo de chófer para enseñarle la coqueta escuela para la cantera que tienen a las afueras de Kiev. Cuatro hectáreas. Florentino no quiso abusar, pero le dijo que cuando esté terminada la súper Ciudad del Madridismo (120 ha.) tendrá hotel y billete de avión para asistir invitado a la inauguración. Gregorio, vas a flipar, majo.
Sin Michael.Pero volvamos al partido más excitante de los últimos tiempos. Mariano, que no se corta ni con un cuchillo jamonero, equilibró la locura con su cambio ya tradicional. Michael al banquillo y Celades al pasto. La versión without Owen es menos seductora, pero más sensata.
Raúl vuelve a la jungla del área, Figo libera su adrenalina guerrillera y el dibujo respeta más la regla y el cartabón. Por eso el puntito sabe a puntazo. Y no me detendré en el griego Vassaras. Good referee. Kyros, amigos para siempre. Y no me olvido de la ayudita de los dioses romanos. Ilusos aquellos que ya hablaban de la caída del Imperio. Este Madrid va a seguir ganando batallas... y guerras.