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Amistoso | España 1 - Escocia 1

Raúl nos sacó del apagón

Los escoceses se adelantaron con un autogol de Baraja. Raúl salió tras el descanso y materializó el empate. Se fue la luz y se suspendió el partido

<b>39 GOLES</b>. Valerón y Rekarte felicitaron a Raúl por su gol del empate, el 39 con España.
JESÚS AGUILERA, A. APARICIO, CARLOS MARTÍNEZ Y CHEMA

Los personajes mitológicos no son elegidos al azar. Si hay un terremoto, salvan cientos de vidas. Si un país entero les apunta con el dedo de la sospecha, tiran de repertorio y silencian el murmullo con fi rmeza. Son grandes por su espíritu, no por decreto. Me refi ero, obviamente, a Raúl González Blanco. Curioso. El España-Escocia estuvo a oscuras mientras que el capitanísimo ocupó asiento en ese banquillo convertido en una silla eléctrica que delataba el alarmante bajón que tenía a la escopeta nacional debatiendo sobre su inmediato futuro. ¿Está acabado? ¿Camacho imitará a Luis? ¿Debe jugar el miércoles en Bosnia?

Pues miren. Como Rulo nació en la Colonia Marconi (los que somos del sur de la capital sabemos de qué va esto), se tomó su regreso a la arena (salió tras el descanso) como si fuese una cuestión de honor. No le importó llevar el 17 en la espalda, el mismo dorsal con el que debutó en Zaragoza hace casi diez años (29-10-1994). Con él en el campo, volvió la luz. Desmarque, pase genial y penalti a Reyes. El pueblo gritaba: "Raúl, Raúl, Raúl". Morbazo. Que lo tire él. Que entierre el debate con goles. El vocabulario que domina con pocas erratas. Encaró. Gordon a un lado, balón a otro, 1-1 y Raúl que vuelve al mundo de los vivos. Mejor para todos. Ya lleva 39 con la roja. Después, como si fuese una broma cruel del destino, se apagó la luz. Focos fuera. Ya está todo visto. ¿Para qué seguir? Raúl era el hombre de la velada y una vez resueltas sus cuitas nada más parecía tener sentido en un bodrio de difícil justifi cación. Por eso no alarmó a nadie que a la media hora se anunciase que la corrida quedaba suspendida forever. El Maestro ya había amansado al morlaco. A casa, que la no noche era de brujas y el verano ya apagó sus velas. Mejor no meneallo. Un empatito que tapa las miserias. Que las hay.

La noche no engañaba y por eso no sorprendió un desenlace tan cutre. Gota fría (ambiental y climatológica). Terreno pesado por el agua caída durante la tarde borrascosa. Y un rival empeñado en hacer un homenaje de todos los tópicos que han alimentado la leyenda belicosa de los escoceses. Un tal Quashie y un cómplice apellidado McFadden convirtieron el terreno de juego del Ciutat de Valencia en un escenario digno de las luchas cuerpo a cuerpo que hicieron de Mel Gibson en Braveheart un héroe para este pueblo guerrero y bravo. Codazos, plantillazos, agarrones y todo tipo de acciones fuera de la ley que desvirtuaron un espectáculo al que sólo le faltaron las 12 cuerdas de un ring.

Escocia apostó por la fórmula "sin faldas y a lo loco", convirtiendo cada pugna por la pelota en una cuestión de supervivencia. Ahí, los jugones de la España B tenían todas las de perder. Eligieron un mal día para dejar de ser suplentes. Los amagos de agresión, las marrullerías rastreras y las entradas prehistóricas con el pie por delante dieron formato a una película de terror que podríamos enviar a la Mostra de Venecia: Jugando con lobos.

Gente como Reyes (un futbolista impagable) se veía abocado al fracaso ante el empeño de Caldwell en dejarle la huella de sus botas de acero en sus cotizados tobillos. Ni el doble pivote Baraja-Xabi Alonso (blandito y sin llegada), ni Joaquín (desaparecido en combate), ni la doble T (Torres & Tamudo) inquietó lo más mínimo a Gordon, un portero flaco con pinta de tener peor futuro que un balón de playa camino de un cactus. Pero sin extremos y sin un jugador que sirviera de referencia en la creación, el amistoso (perdonen la falsedad del término) quedó en manos de los secuaces de Berti Vogts, ese lateral pequeño y corajudo que en la fi nal del Mundial 74 hizo un penalti a Cruyff en la primera jugada. Y no olviden que Johan dejó el fútbol en activo en este estadio de luces y sombras que vuelve a ser de Primera.

Y me pregunto. ¿Si Valerón no jugaba con Iñaki Sáez ni juega con Luis es que el canario no da la talla XL para la selección? El día que se atrevan a darle los galones será demasiado tarde. De hecho, si Iker Casillas no fuera el mejor arquero del mundo en el mano a mano nos habríamos ido al descanso agujereados por esa Escocia en la que no encuentro herederos de los Dalglish, Souness, Strachan y Cooper. Y aún así, nos fuimos a la ducha 0-1 (autogol de Baraja) y dando las gracias por haber salido ilesos de la refriega y con un marcador salvable.

Al rescate. Raúl, Valerón y Vicente salieron al rescate. A tiempo. La afi ción (que se bate en retirada con esta selección y por eso ya no llena las gradas) se vino arriba en vista de que Luis ya había soltado los miuras para acabar con la charlotada. Y ahí quería ver yo a Raúl. Y usted. Y el planeta entero. Y en esa salsa picante dejó claro que con 27 años un futbolista no puede estar incrementando las listas del INEM. Cada balón que cogió obligó a los escoceses a recular diez metros. Ese es el mérito de Raúl. Lo respetan. Lo conocen. Lo temen. Y eso invierte la tendencia natural de un partido.

Por eso los Pumas escoceses, a los que parecía irles la vida en ello, se olvidaron de Iker e intentaron guardar la colada antes de que fuera tarde. Pero la tormenta ya no tenía freno. En el cielo la lluvia empezó a descargar con rabia, la misma con la que el jugador con mejores números de la historia de España dibujó la jugada de la redención.

El penalti, en una de sus pillerías en el área que le hicieron ganarse un nombre, le permitía suturar la herida y acabar con la hemorragia. Por eso no dudó. Cogió la pelota. Miró a Gordon, que no se apellida Banks. Lo burló. Luis respiró. La media España raulista también. Y a los tres minutos se fue la luz. ¡Apaga y vámonos!