Eurocopa 2004 | Portugal 0-Grecia 1
El triunfo de la humildad
Grecia reinventa el fútbol y se proclama campeona de Europa con justicia Charisteas marcó el gol que vale el título.
La disciplina no nos dejó ver nada más, y la despreciamos, o quizá nos pudo el nombre, más bien su falta de nombre, o tal vez es que el talento escondido no lo mostraron hasta ayer, sucede con algunos primerizos de trayectoria dudosa que, llegado el gran momento (laboral, deportivo o sexual), en lugar de achicarse se multiplican, como si hubieran nacido para cumplir una misión para la que no parecían destinados. Podría ser también, no lo descarto, que quienes opinamos no tuviéramos ni idea, porque nadie vio venir al campeón, ni siquiera cuando superó a España en la clasificación, un accidente, dijimos, ja, tampoco cuando venció a Portugal en la inauguración, otro accidente, ja, y lo que ocurría es que el fútbol nos estaba escribiendo un bonito cuento en las narices.
Como ahora se discutirá, me adelanto a decir que Grecia no mancha el palmarés de la Eurocopa, en absoluto, es un ejemplo del poder del fútbol, de su capacidad para igualar equipos en apariencia totalmente desequilibrados, no hay muchos deportes que den tantas oportunidades a quienes son inferiores.
Tiene mucho mérito que a Grecia no le pudiera el partido. Suele ocurrir con quien no tiene experiencia, que se lo comen primero la responsabilidad y luego el adversario. No sólo no pasó eso, sino que el equipo griego demostró un extraño aplomo, como si el ambiente en contra fuera una minucia, un inconveniente menor.
Impulsados por esa seguridad, los griegos se fueron adueñando del encuentro a base de anticipación y toque, algo que desconcertó por completo a Portugal, que empezó con entusiasmo y acabó totalmente perdida, rebotando contra la retaguardia contraria, primoroso Dellas y muy rápido y con clase Seitaridis, uno de los laterales pretendidos por el Madrid.
La seriedad de esa defensa dejó en evidencia la vacuidad de jugadores como Deco y Cristiano Ronaldo, más fuegos artificiales que disparos reales, futbolistas de salón, bañistas de Copacabana con pelota de Nivea. Cualquier acción de Figo o Rui Costa, hasta un estornudo, tiene más profundidad que alguno de los regates de sus compañeros, incluidos los remates de Pauleta. Ronaldo aún tiene tiempo de madurar, pero me temo que Deco está perdido para la causa de los mayores, salvo que en el Barcelona nos demuestre lo contrario, asunto difícil porque Iniesta es mejor, ni les digo Xavi.
El otro lateral que interesa a Camacho, Miguel, fue uno de los jugadores portugueses con más presencia (cuesta decir si positiva) hasta se lesionó víctima de sus propios ímpetus al chocar con Giannakopoulos, el mejor de los griegos de medio campo para arriba. La sustitución de Miguel, que se lastimó una costinha (permítanme la gracia patética) era un inconveniente más para Portugal, que se encontraba un panorama totalmente inesperado que aún lo sería más. Porque Grecia marcó en el minuto 57, remate de Charisteas a la salida de un córner y cantada a dúo de Ricardo y Costinha. Se ha cumplido en este torneo que el héroe de ayer es el proscrito de hoy, o viceversa. Y así volvió a cumplirse, esta vez con Ricardo, salvador contra Inglaterra, cantarín en la final.
En los peores momentos de los anfitriones, otro de los jugadores que interesan al Madrid, Carvalho, fue el único capaz de sobreponerse (Rui Costa salió tarde), aunque algunos le culpan de no ayudar en el gol griego. Cuando hizo falta, Carvalho abandonó la defensa y lanzó a su equipo desde atrás. Un disparo suyo fue una de las llegadas más peligrosas de Portugal. Y esa actitud dice más de un jugador que cien balones despejados de cabeza. Pero el central fue una excepción en su equipo. Figo se escapó pocas veces y el resto de sus compañeros fueron víctimas de ese defecto tan ibérico que es hundirse por el peso de la vida, de las expectativas ajenas.
En el minuto 86, cuando Portugal se volcaba en busca del empate, saltó al campo un espontáneo, un tipo absolutamente imbécil con una barretina y una bandera del Barcelona que arrojó contra Figo. Cuando le perseguían los miembros de seguridad se lanzó hacia la red como si fuera un balón, a punto estuvo de degollarse con la red. Al ser retirado del campo perdió el gorro y se pudo comprobar que tenía la cabeza hueca.
Poco tiempo después de aquella visión surrealista, Figo rozó el gol después de revolverse en el área, pero su disparo tocó en el dedo gordo de un griego.
No había manera. Portugal no podía ni siquiera acorralar a Grecia, que no perdía los nervios. Ronaldo tuvo una gran ocasión con un balón lejano que controló con talento pero que mandó al limbo. Deco, muy valiente, se limitaba a chutar desde su casa (San Bernardo do Campo, Brasil). Y Grecia se sacudía cada uno de esos intentos con orden, Charisteas corriendo sin parar, ayudando sin descanso y con resuello suficiente para subir al ataque, casi siempre solo.
A Rehhagel le sobró tanto que no le hizo ni falta recurrir a Tsartas, por no abusar, tal vez, o porque hasta a los entrenadores más sublimes se les escapa el demonio que llevan dentro. Sublime, sí, porque este es uno de esos triunfos que incluyen a un técnico en los libros porque le pertenecen por completo. Bien podría aprender Scolari, arrogante y obstinado hasta el suicidio en alinear a Pauleta como delantero centro titular cuando es un ariete que no resultaría peligroso ni en una piscina de bolas.
Es positivo también que ni el partido ni el campeonato dejen ninguna sombra duda, ningún arbitraje sospechoso, tampoco lo fue el del dentista de Rehhagel, pulcro en su intervención.
Mientras esto acabo oigo que alguien comenta que es necesario cambiar algo, no puede ser que las grandes selecciones tengan a sus estrellas extenuadas, dónde iremos a parar, acabaremos con el fútbol. No creo que haya que cambiar absolutamente nada, tal vez todo se solucione con un poco de humildad y un algo de sacrificio. También ayudan la fe y el sirtaki.