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Eurocopa 2004 | Selección

La última reválida de un fanático del fútbol

Míchel ha alcanzado su madurez personal y profesional después de vivir el fútbol desde casi todos sus perfiles. Le faltaba el banquillo y en la Selección tendrá su gran reto.

<b>INTERNACIONAL</b>. Lo fue 66 veces y marcó 21 goles.

Con Míchel pocas bromas. Como jugador fue un catedrático, un ilustrado, un Harry Potter que trataba la pelota como si fuese un oso de peluche. Pero como persona siempre fue muy suyo, especial, desconfiado y astuto. Al menos, mientras fue un pelotero de lujo. Cuando se cortó la coleta salió a la luz el Míchel humano y sensible. Era un niño de 15 años cuando jugaba con 30. Caprichoso y enfadoso. Siempre a la defensiva. Que se lo digan a Hugo, en el pasto, y a Lama y Clemente, fuera de él.

La vida curte. Míchel descubrió que los periodistas no tenemos cuernos ni rabo, que sentimos y existimos. Que tenemos familia y contexto. Se acercó, se puso en nuestra orilla y salió el Míchel de verdad, el del barrio, el que ama el fútbol, el que se tira una hora hablándote de México 86...

Míchel podría haber sido el técnico del Getafe (vídeos de Primera), pero el tren de la Selección le ha puesto las pilas y más saber que se va a convertir en el lazarillo de Luis Aragonés. Míchel le confesó esta semana a De La Morena que quería, algún día, trabajar con El Sabio de Hortaleza (nunca entendí muy bien por qué el mote) para poder así escribir sus primeros pasos en los banquillos sin renglones torcidos.

El Míchel impulsivo y adolescente que un día amargó un alirón liguero abandonado el Bernabéu ante el Espanyol o el niño rebelde que se encaró a la Prensa gritando: Me lo merezco, me lo merezco, tras hacer un hat-trick a Corea en Italia 90, quizás habría dado un paso incauto debutando como entrenador en un banquillo de Primera a pesar de su absoluta inexperiencia. Pero este Míchel es mucho más reflexivo, autocrítico, medido y calculador. Sabe que al lado de Luis sólo deberá esperar su momento para convertirse (como mucho, para después del Mundial de Alemania) en el futuro dueño de ese banquillo de España que parece una silla eléctrica. Míchel vivirá en un segundo plano, como ya hiciese en esa Quinta del Buitre en la que Emilio copaba todos los titulares y los afectos del pueblo, o como hiciese tras dejar el Bernabéu asumiendo en el Atlético Celaya de México un papel de actor secundario por detrás de Butragueño y Hugo Sánchez. Tras el Míchel-futbolista y el Míchel-periodista nace el Míchel-entrenador. ¡Ahí te quiero ver, Morgan!