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Eurocopa 2004 | Bulgaria 0 - Dinmarca 2

La audacia de Dinamarca deja a Bulgaria en la calle

Gran partido y gol del recién llegado Gronkjaer

<b>ALEGRÍA EN BRAGA</b>. Los daneses lograron medio pase para cuartos en el incomparable estadio de Braga.
reuters

Los búlgaros tienen el país con el nombre más antiguo de Europa, pero eso no simboliza unión ni concordancia, todo lo contrario quizá: su anarquía y su desorden les mata, y ayer perdieron y murieron en esta Eurocopa en la que tan poca valentía han mostrado. Mientras, la audaz Dinamarca se ganaba medio billete para cuartos. La otra mitad la tiene Suecia, hermanos nórdicos, como el Alavés y el Éibar, vamos.

Uno se para a mirar el juego de los extremos daneses y piensa en cuánto y qué poco a la vez se parecen a nuestros Joaquín y Vicente. Son, sin duda, más rubios y más ordenados, pero también mucho menos explosivos, incisivos, y todo lo que se les ocurra terminado en ivo menos una cosa: decisivos. Sáez aún no ha encontrado la fórmula para convertir las alas en una fuente constante (constancia, eso nos falta) de peligro. Olsen sí. Daba gusto ver cómo desde el minuto uno, primero Jorgensen y Rommedahl y después, lesionado éste, el recién llegado Gronkjaer, asediaban a Bulgaria sin descanso.

Intercambio de bandas.

Clásico juego por las alas, perfeccionado por el efecto sorpresa que supone intercambiar una y otra vez los extremos de banda. Pero curioso: no fue en las bandas sino en el centro donde se gestó el primer gol. Quizá a todos los daneses les quede en el cuerpo un poco de la poesía que nos ofrecía Laudrup porque Gravesen, un medio del Everton con más pinta de albañil que de estilista, se inventó un pase entre los centrales made in Michael total. El balón llegó a Sand, y de Sand, a Tommasson: 0-1 a puerta vacía.

¿Y los búlgaros? Es verdad que salieron sin darle al rival el derecho de pernada que tuvieron Suecia y su 5-0, pero también que lo hicieron sin un ápice de ánimo ofensivo. El eterno asunto de la manta, la cabeza o los pies. Ayer se taparon demasiado, y sólo se animaron cuando ya les pesaba el 1-0, con un disparo tonto de Martin Petrov y con una andanada de Berbatov que fue cortada en falta por Henriksen mientras el árbitro luso Batista miraba para otro lado. Pero ni así tuvieron la valentía de Dinamarca, esa encomiable audacia que volvió a reivindicar Gronjkaer en la jugada que remató el partido: avance por la izquierda, pared con Tommason y precioso gol dedicado a su madre.