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Liga de Campeones | Real Madrid 1 - Oporto 0

Eurogolazo del gaucho

Solari, con un gran remate cerca del final, dio la victoria al Madrid. Los blancos, casi en cuartos de final

<b>GOLAZO.</B> El argentino Santiago Hernán Solari dejó los tres puntos en Bernabéu con un auténtico golazo.
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Como en 1979. Igualito que Benito. Apelando a la épica, a un gesto de honor, a un destello de hombría propio de un futbolista con sentimiento, carácter y toque. Argentino tenía que ser. Allí no están para gaitas ni para pactos ibéricos. Puede que el 0-0 contentase a algunos que no terminan de entender lo que significa defender el escudo del Real Madrid, pero ese no es el caso del gaucho de melena lacia, de Santiago Hernán Solari.

El partido, como ocurrió en aquel histórico duelo de 1979, languidecía con un Oporto parco en ambición y rico en trucos de ladronzuelo de callejuelas. Pérdidas de tiempo, patadas a destiempo, protestas el penoso Markus Merk, pelotazos sin sentido y mucho oficio para destruir.

El sector crítico del Bernabéu ya había perdido la fe en su ejército. Pobres diablos. El Madrid conjuga su verbo favorito en la Champions y en su guarida es un equipo inexpugnable. Ni el cabezazo de Ricardo, que diseñó un doble baile dramático sobre el larguero de la portería de Casillas, ni el error del misionero Merk al no expulsar a Karanka (que supo hacer su falta fuera del área con oficio) sirvieron para desconcentrar a ese gigante que últimamente escribe su fútbol con los renglones torcidos y que se empeña en coquetear en un alambre cada vez más fino.

Pero Solari siempre está ahí. Es el jugador número 12 de un equipo que siempre respira cuando le ve saltar a la arena. Solari, que es natural de Rosario, tiene 25 años pero su cerebro está trabajado como si tuviese 50. Un tipo que prefiere leer un libro de Benedetti a dormir una siesta de tres horas merece respeto. Además, se siente madridista y no tiene conciencia de suplente. En la NBA les llaman el sexto hombre, que son casi más importantes que los tipos que salen de inicio. Del Bosque se decidió a dar protagonismo al Indiecito a falta de 13 minutos. Bendita la hora.

Con el Madrid partido en tres, con Zidane pugnando por defender su talento en plan náufrago como Tom Hanks y Munitis empeñado en convertir el fútbol en un divertimento para todos los públicos, Solari irrumpió en escena para marcar el paso como las mejores modelos de la Pasarela Cibeles. Recibió la pelota, se escoró hacia la frontal del área portuguesa, perfiló su pierna buena, la izquierda, y disparó sobre la fortaleza de Vitor Baia con la misma fe con la que los aragoneses derrotaron a las tropas de Napoleón hace dos siglos.

El trompazo de Solari entró en la guarida del Oporto como un punzón de hielo, pegándose con el poste para engrandecer el sentido grito del gol. Fue como una liberación. Solari cantó ¡viva Argentina!, la afición reanudó la pasión amorosa por los suyos y el Madrid certificó su candidatura al título de los títulos: la Champions.

Pero que nadie piense que fueron tres puntos más, de esos que el Madrid colecciona en Europa con un sentido funcionarial que hasta ahora empezaba a ser insultante. El reencuentro del Real Madrid con su chica favorita, la Copa de Europa, resultó traumático en una primera parte para el olvido. Más vale ser desmemoriado en tiempos de hambre y miseria, como los que el Madrid padece desde que se clasificase para la final de la Copa del Rey hace tres semanas.

El partido empezó con el Madrid empeñado en buscar la banda de Figo, convencido de que el portugués podría aprovechar su sobredosis de motivación por ser el Oporto uno de sus viejos enemigos cuando defendía la camiseta del Sporting de Lisboa. Pero Figo fue víctima de la cacería. El brasileño Mario Silva tuvo un encontronazo con él a los 120 segundos de arrancar la batalla y no pudo reintegrarse con su físico indemne.Sin Figo, el FIFA World Player, sin Raúl, el balón de plata del año 2001, y con Guti K.O. tras una doble entrada de Andrade y Costinha, el Madrid se veía obligado a apelar a la heroica y a convertir el duelo con los lusitanos en una cuestión de honor. El juego trenzado y plástico quedaba para mejor ocasión...

Bayern Múnich. Maurinho había tendido una trampa estratégica retrasando sus líneas de forma descarada, tal y como hizo el Bayern Múnich en la última ocasión en la que un rival ha mojado a los blancos la oreja en su palacio de la fantasía (1-5-2001, 0-1).

Además, el contragolpe se convirtió en un arma casi letal que el Oporto utilizó con un descaro impropio de quién aspira a ser un grande de Europa. En el primer cuarto de hora se prodigó en esa suerte artera y con un remate del brasileño Deco al poste dio un aviso que alimentó el vampirismo de los que están esperando que este Madrid se derrumbe para deleite de la plataforma anticentenario.

Pero en la segunda parte, la voz de alarma hizo retumbar las paredes de ese vestuario que hipnotizó al Oporto y el partido inclinó su perfil hacia los dominios de Baia, ese portero con dorsal ridículo (99)...

Hierro comandó las operaciones desde atrás, el fracaso de Iván Helguera en la conducción hizo rectificar a Del Bosque y McManaman desplegó ese fútbol indescifrable que lo convierte en la misma acción en héroe y villano.

El partido había entrado en esa fase terminal en la que el Oporto se sentía, como ocurrió en 1979, en el señor de los anillos. El Madrid parecía un salmón desesperado lanzándose contra la cascada y luchando corriente arriba con tal de regresar a las aguas que le vieron nacer y crecer.

El Madrid no encontraba la banda de Roberto Carlos, diezmado por su castigado costado, pero empezó a dejarse llevar por la batuta de Zidane, huérfano de esa Champions a la que desea tanto como a su adorada Veronique. Con todo perdido, apareció ese héroe del corralito.

Solari, sin pedir perdón a los grandes capos, asaltó la banca, repartió el dinero entre los pobres y logró que se hiciera justicia. Fue como Robin Hood. Capaz de cerrar el debate con un flechazo al centro de la diana. El Madrid gana. Nueve de nueve. Buen número. La Novena ya calienta sus asas.

Perfecto: Solari

Su aparición en el último cuarto de hora de partido resultó fundamental para su equipo. Golazo y victoria.

Fenomenal: Zidane

El francé stardó en salir de su letargo, pero en la última media hora tiró del Madrid en busca de la victoria.

Muy bien: Hierro

El retorno de la capitán empieza a notarse. Firme y seguro en su labor de control desde el área de Casillas.

Bien: Ricardo

El portugués estuvo firme y en sus subidas al ataque casi rompe el Madrid con un gran cabezazo.

Regular: R. Carlos

Su actitud es intachable, pero se le notó en exceso que jugaba lesionado. Pudo romperse sin necesidad.

Mediocre: Munitis

El cántabro lo intenta, pero está negado. El Bernabéu le silba con razón. Debe mejorar mucho su juego.

Mal: Helguera

Iván lleva dos meses desconocido. Sus problemas físicos le están pasando factura. Fue sustituido.

Muy mal: Secretario

No ha cambiado desde su efímera época en el Real Madrid. Torpe y muy deficiente técnicamente.

El detalle: La racha negra de Figo

Nada más empezar el partido, Luis Figo sufrió un fuerte golpe en su tobillo derecho que le obligó a retirarse de la pugna cuando sólo se había jugado un cuarto de hora. El crack portugués está metido en una racha desafortunada y no podrá jugar este sábado ante el Alavés. No es su año...