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Cuando yo era pequeñito, recuerdo que las películas con un contenido medianamente fuerte estaban catalogadas con dos rombos. Implícitamente, se asumía que había una capa de la sociedad, la más joven, que no debía presenciar ciertos espectáculos.

Pero el Real Madrid, siempre dispuesto a fagocitar las malas vibraciones y a elevar la moral de todos los adictos a su causa, ha sido capaz de proponer una oferta apta para todos los públicos. Mejor dicho, ha sido Vicente del Bosque, que ha rectificado hasta encontrar ese rombo único que se ha convertido en la piedra filosofal por la que todos apostábamos. Un rombo mágico para el campeón, con un solo pivote (Makelele), un vértice de lujo como Zidane (¿dónde están los incautos que ponían en duda el acierto de su fichaje?) y dos "alitas" infernales, como Figo y McManaman.

El Madrid hizo del fútbol un divertimento ante el Espanyol. El rombo mágico de V.D.B. devolvió al acorazado blanco la alegría por la Liga y por el fútbol. El Bernabéu fue de nuevo el bálsamo perfecto. Zizou, inventando cada dos minutos; Raúl, jugando al billar a tres bandas y estrenando su insaciable casillero goleador; y Roberto Carlos, pidiendo un aumento salarial compartido por todos. Que callen los infieles. El Real Madrid enamora de nuevo. Justicia Infinita.