Atlético Nacional tocó el cielo con las manos cuando levantó su segunda Copa Libertadores y evocó la mística de los 'puros criollos' que lideró Maturana en el 89. Su fútbol enamoró y se ganó el respeto de Suramérica. Reinaldo Rueda logró construir un equipo internacional, aplicado y equilibrado. Lo alejó del vértigo que le imprimió su antecesor (Juan Carlos Osorio). El exseleccionador de Colombia, Honduras y Ecuador le dio al conjunto verdolaga solidez defensiva, lo hizo implacable en ataque y basó su fortaleza en el colectivo.
Sin embargo, después de la conquista continental, perdió a Marlos Moreno, Dávinson Sánchez, Sebastián Pérez y Álex Mejía, figuras que dejaron grietas difíciles de cubrir; eso atenuó su brillo pero aun así mantiene su estilo, y la sabiduría de su técnico -un estudioso que cuida cada detalle- lo saca a flote en momentos difíciles.
Nacional juega a ganar, ataca con orden y se obsesiona con la posesión del balón. Tiene en Armani a un portero de categoría y en Borja a un goleador de raza. Gusta de las bandas, pero su fútbol interno lo alimenta con el talento de Torres, Guerra y Uribe. Actualmente, algunas de sus piezas nuevas adelantan su adaptación en el desarrollo de la Copa Sudamericana, en la que está en cuartos.
Tras ganarlo todo en Colombia y conseguir la distinción de representar a Sudamérica en Japón, Nacional tiene la convicción de ser animador en el Mundial de Clubes y su objetivo es jugar la final de este certamen.