La superespecia española que reduce el colesterol
Las hojas de laurel ayudan a mantener el sistema inmunológico, previene la acidez, potencia la acción de la insulina y tienen propiedades antiinflamatorias.
La hoja de laurel es uno de los alimentos más característicos de las recetas tradicionales, y cada vez más de las modernas. Es un ingrediente que da sabor a las sopas, a la pasta, carnes y pescados con solo añadir un poco. Todos hemos visto una vez cómo se añadía una hoja de laurel al agua que se iba a cocer o dejarla en la sartén junto al resto de ingredientes que se van a cocinar.
Además de aportar un sabor muy peculiar, la hoja de laurel ayuda a bajar el colesterol, a reducir el colesterol malo y aumentar el bueno, y a reducir el nivel de triglicéridos en la sangre.
Según El Español, 100 gramos de hojas de laurel tienen 313 calorías, 7’6 gramos de proteínas, 5’4 de agua, 75 de carbohidratos, 26 de fibra dietética y 8’4 de grasa total, de los cuales 1,1 son ácidos grasos omega-3, propios de carnes de pescado. Además, tiene vitamina A, vitamina C, vitamina B6, tiamina, riboflavina, niacina y folato. En cuanto a minerales, la hoja de laurel posee calcio, hierro, magnesio, fósforo, potasio, sodio, zinc, cobre, manganeso y selenio.
¿Cómo nos afectan estas propiedades? Según el medio mencionado, las tres vitaminas presentes ayudan al mantenimiento del sistema inmunológico que, junto al eugenol (también presente en el laurel) fortalecen las defensas del cuerpo.
Si se toma en forma de infusión, el eugenol y el cineol de la hoja de laurel ayuda a prevenir la acidez, facilita el procesamiento de los alimentos y reduce el riesgo de sufrir gases. Además, los polifenoles potencian la acción de la insulina y el zinc ayuda al almacenamiento de esta.
Por último, el eugenol de las hojas de laurel tiene propiedades antiinflamatorias, actuando en especial en las articulaciones del cuerpo, por lo que es muy interesante para las migrañas y cefaleas. También relaja los impulsos nerviosos y regula la circulación sanguínea.