El verano es momento de ir a la playa o a la piscina y disfrutar del buen tiempo con actividades al aire libre. La época estival es también momento de lucir bronceado, pero la crema de sol debe acompañarnos siempre para evitar enfermedades en la piel.

Según la OMS, cada año hay entre 2 y 3 millones de casos de cáncer de piel a nivel mundial. Uno de cada tres casos de cáncer detectado en el mundo es un cáncer de piel y uno de los principales factores de la aparición de estos es la exposición recreativa al sol.

Para protegernos del sol uno de los mejores métodos es la crema solar. Sin embargo, no todas las pieles son iguales, y por ello debemos utilizar diferentes productos dependiendo de la sensibilidad de nuestra piel.

Cómo calcular el efecto de las cremas solares

El Factor de Protección Solar (FPS) indica el tiempo que una persona puede estar expuesta al sol sin quemarse. Sin embargo, antes de calcular esto debemos conocer nuestro tipo de piel. Según la clasificación ideada por el dermatólogo Thomas B. Fitzpatrick en 1975, existen 6 clases diferentes de pieles, según su tonalidad, facilidad para quemarse y capacidad para broncearse.

Las pieles de tipo I pueden resistir 10 minutos al sol sin quemarse. Según el tipo de crema que nos apliquemos podremos multiplicar ese tiempo de exposición. Por ejemplo, si alguien con un tipo de piel I se aplica una crema con un FPS 30, multiplica el tiempo de exposición al sol por 30, por tanto, podría estar 300 minutos sin quemarse.

Las pieles de tipo II por su parte pueden estar al sol hasta 20 minutos sin quemarse. Si aplicáramos una crema con FPS 40, podríamos estar al sol hasta 800 minutos sin quemarnos. Sin embargo, aunque esto parecen cálculos muy sencillos, hay que tener en cuenta otras variables. Dependiendo del lugar, la hora del día o si entramos al agua, esta protección tendrá un mayor o menor efecto. Por ello, los expertos siempre recomiendan aplicar las cremas protectoras cada 2 horas, para asegurarnos así una correcta protección contra la radiación solar.