Estados Unidos registró el sábado 1.568 muertes por coronavirus, una ligera bajada respecto a las 1.635 del viernes, y roza ya la barrera de los 80.000 en el cómputo total con 78.794, según datos de la Universidad Johns Hopkins.

El país norteamericano, el más afectado del mundo, tiene 1.309.159 positivos, un cuarto de los contabilizados a nivel global, y ha visto cómo se recuperaban de la COVID-19 212.534 de sus ciudadanos. Tiene ya más de la mitad de muertos que toda Europa y más que Italia y España juntas.

Las desalentadoras cifras han llevado al presidente, Donald Trump, a revisar al alza sus pronósticos sobre la epidemia. Ahora el republicano, que en un principio tildó al virus de "gripecilla", calcula que podrían perder la vida "entre 75.000, 80.000 y 100.000 personas", algo "horrible". Más allá va el principal asesor sanitario de su gabinete en esta crisis, Anthony Fauci, que eleva la horquilla probable a entre 100.000 y 200.000 muertos en la superpotencia.

Pese a todo, Trump no elimina los desvaríos de su discurso político. Si llegó a afirmar que el virus desaparecería "milagrosamente" con la llegada del verano y sugirió que las inyecciones de lejía podrían ser un buen método para combatir la enfermedad que genera, este viernes aseguró, de nuevo contra la evidencia científica, que el patógeno desaparecerá "sin vacuna".

"Hay algunos virus o gripes que vinieron y se fueron por una vacuna, y otros casos en los que nunca encontraron la vacuna y han desaparecido.También mueren, como todo lo demás", dijo antes de reconocer que una vacuna sería "muy útil".