Corea del Sur fue de los primeros países que se vio afectado por el coronavirus después de que la pandemia se iniciase a finales de diciembre en China, concretamente en la ciudad de Wuhan. La proximidad geográfica jugó un papel decisivo para que pronto se extendiese a otros territorios asiáticos que parecen tener controlada la enfermedad.

El país que preside Moon Jae-in ha sido uno de los que mejor ha sabido manejar la crisis provocada por la COVID-19, con unos índices de mortalidad muy bajos, y ya está en lo que el Gobierno de España ha definido como “nueva normalidad”. El pasado miércoles 6 de mayo se suavizaron las estrictas medidas de distanciamiento social implantadas y todo el país se encuentra adaptándose a la nueva situación con el fin de evitar rebrotes, ante el regreso durante este mes de actividades como los deportes profesionales, los museos, las bibliotecas, los bares, los gimnasios o los colegios.

La tecnología, elemento clave

El empleo de escáneres térmicos en todo tipo de instalaciones y el uso de aplicaciones de seguimiento de los ciudadanos se van a mantener como elementos claves de esta etapa al menos hasta que se cuente con una vacuna que resulte eficaz ante el coronavirus. Corea del Sur también está trabajado en aumentar su capacidad para monitorizar casos sospechosos utilizando datos de teléfonos móviles, cámaras de la calle y de compras realizadas con tarjeta de crédito con el objetivo de minimizar lo más rápido posible cualquier riesgo.

Además, las autoridades del país aplicarán medidas específicas para las personas que lleguen procedentes del extranjero, como la obligatoriedad de instalar una aplicación en el teléfono móvil a través de la que deberán informar de su estado de salud y de su temperatura corporal de manera diaria. Igualmente, estos individuos deberán cumplir cuarentenas obligatorias de 14 días y se estudia aprobar el uso de pulseras de rastreo para estas personas durante el tiempo que permanezcan en el país.