A LA MADERA
El dolor en el descenso del Sinfín cántabro
En la última convocatoria de Jordi Ribera, para jugar contra Austria, en la una Selección con quince jugadores nacidos en Espala, tres eran cántabros. Un dato a tener en cuenta un día como este sábado en que el Sinfín de Santander acaba de perder la categoría al caer en la pista del Cangas.
Quedan dos jornadas, pero el caso de los santanderinos ya está cerrado. Una pena. Siempre que un equipo desciende es una pena por los jugadores, pero sobre todo por la afición. Los jugadores, al fin y al cabo, son profesionales, y los mejores harán las maletas si tienen ofertas y ganas de ganarse la vida en otra ciudad, pongamos el caso de Paredes, el jugador más valorado del Sinfín.
Pero la afición no tiene esa posibilidad, de cambiar sus colores por los de otro club. Los seguidores se quedan en casa, y dolidos, aunque sean pocos, saben que ahora empieza un doble infierno: el de mantener al club y el de intentar regresar lo antes posible a estar entre los mejores.
Es cierto que el discurso vale para todos los equipos y todas las aficiones, pero es que la cántabra, en el balonmano, es especial. En Santander han jugado algunos de los mejores jugadores del mundo, han tenido a un equipo espectacular campeón de Europa, y sí, ya sé que era en la prehistoria, en el siglo pasado, pero la tradición cala en los genes, y por eso duele que esa pista pierda la categoría en una tarde en que un tercio del equipo estaba lesionado.
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