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SURF

La surfista atacada por un jabalí en el mar: "No ha sido el peor"

Ingrid Seiple relata en una entrevista tras su curioso incidente en Hawái que atesora una larga lista de encuentros con animales peligrosos en el mar.

Actualizado a
La surfista Ingrid Seiple, rubia y despeinada, en un zoo.
Ingrid Seiple

En diciembre del 2021, Ingrid Seiple salía en las portadas de todos los medios de surf y otros de generalistas por haber sido víctima de un ataque de un jabalí salvaje. Hasta aquí nada especial, pero es que el ataque lo recibió 200 metros mar adentro, en el pico, mientras surfeaba, en la isla de Oahu (Hawái).

Ahora, en una entrevista en profundidad del periódico The Guardian con la protagonista, relata que este ataque no ha sido el peor, sino que a lo largo de su vida se ha encontrado con varias criaturas marinas peligrosas: "En 2000, en México, sufrí lo que es una picadura de una raya; en 2002 esquivé por muy poco una serpiente marina venenosa en Costa Rica; y hace tres años, nadando en la isla de Namotu (Fiji) me picó una medusa Irukandji, una de las criaturas más mortíferas del océano, con un veneno 100 veces más fuerte que el de una cobra. Tuve que arrancarme los tentáculos de la cara y me llevaron al hospital en helicóptero". Hay que ver hasta qué cierto punto es mala suerte o bien, una vez dada la situación, buena suerte, porque sigue en pie y surfeando con amigas como Brisa Hennessy, una costarricense que este año ha sido líder de la World Surf League.

En la misma entrevista, Seiple explica también todos los detalles del ataque del jabalí, el más reciente de todos los que ha recibido: "Yo estaba surfeando y vi que algo se acercaba, pensé que era una foca, pero tenía pelo. De repente sacó la cabeza del agua y en un momento estaba mirándome a los ojos con un jabalí salvaje de metro y medio. Él estaba en shock. Yo también. Tenía la cara sangrienta como si le hubieran atacado y una mirada de desesperación". Sí, los jabalís nadan en el mar.

En fin, prosigue: "Se puso a nadar hacia mí con todas sus fuerzas. Intenté escapar, pero me tocó el pie. Entonces bajé de la tabla y la coloqué como barrera de seguridad. Abrió la boca y arrancó un trozo con los dientes. Lo siguiente fue bucear en dirección contraria y salir a unos tres metros. Vi que había atravesado la capa de fibria de vidrio de la tabla y pensé que esa podría haber sido yo".

Finalmente, acaba: "Lo último que vi del jabalí es que seguía nadando hacia el mar. Pero lo que necesitaba era salir del agua, porque tenía mucha sangra y podía provocar un frenesí de alimentación entre depredadores marinos. Yo, por mi parte, remé hasta la playa, donde vi sus huellas junto a las de dos perros de caza, como si le hubieran perseguido, lo cual sería una explicación más que plausible".