Van der Poel es un adoquín

Estreno y triunfo. Coser y cantar. Mathieu van der Poel inició su temporada de ruta en tierras belgas, en la Clásica Le Samyn donde apareció el pavés, los primeros adoquines, como finalizó la campaña de ciclocross. Con los brazos el alto y otra exhibición de potencia. El neerlandés era el nombre más rutilante de la carrera y cumplió los pronósticos dominando un esprint que no fue tal, porque ganó con una arrancada a 200 metros que no fue capaz de neutralizar nadie. Sacó más de dos bicicletas a los franceses Paul Magnier y Emilien Jeannière. El belga Arnaud de Lie, otro de los favoritos, se vio cerrado en el esprint y no pudo disputar.

Van der Poel, una apisonadora en la campaña de ciclocross en la que conquistó su séptimo maillot arcoíris, adelantó su debut previsto para la Tirreno-Adriático desde el lunes para demostrar que tiene el punto que le debe llevar a pelear en primavera con Pogacar en la Milán-San Remo (campeón en 2023), Tour de Flandes (en busca de un cuarto título) y París-Roubaix (a por el tercero consecutivo).

A 50 km de meta, con el estilo arrollador que ha patentado junto a otros monstruos como el esloveno o Remco Evenepoel, ya atacó el del Alpecin. Pero en la ratonera de carreteras belgas que atravesaban continuamente zonas urbanas, se lo pensó y prefirió reservar. “Después del ataque y ver que era difícil marcar distancias, opté por ser más conservador”, contó luego con la sonrisa en la boca. Un adoquín Van der Poel. Duro en el barro. Duro en el pavés. Duro en la carretera.

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