Daniel Felipe Martínez, un colombiano que esprinta
El corredor del Ineos imitó a Bilbao y dejó a Alaphilippe con la miel en los labios, esta vez en la llegada de la cuarta etapa en Zamudio. Roglic sigue al frente en la general.
“La llegada era picando hacia arriba. A 200 metros, vi que no me pasaba nadie y tiré hasta que me crujieran las piernas”. Así de expresivo se mostró Daniel Felipe Martínez, un colombiano que esprinta como los ángeles, que se sale del tópico de los ‘escarabajos’ que solo dan pedales con garbo cuando la carretera se empina. Tiene grandes logros en pruebas contra el reloj y sabe desenvolverse en las llegadas volcánicas. Levantó los brazos en la cuarta etapa de la Itzulia, en Zamudio. Ese es su oficio, pelear por las carreras. Así que para él se trataba de gestionarlo en la oficina, la carretera, esta jornada en la que se llegaba al Parque Tecnológico de Zamudio, un polígono con decenas de empresas. La carrera está preciosa, con casi todos los equipos grandes dando juego. El Bahrein e Ineos se mueven a menudo, el Jumbo defiende el amarillo de Roglic y el Quick-Step ha puesto a funcionar el dúo Alaphilippe-Evenepoel.
No era Yates la carta que se pensaba jugar el Ineos en Zamudio: movió el arbolito por el colombiano. De nuevo se quedó con la miel en los labios Alaphilippe. La misma estampa. Media rueda ayer y un tubular hoy. Volvió a equivocar la estrategia el Quick-Step. Al igual que en Amurrio, le dio a Evenepoel por lanzarse a tumba abierta a un kilómetro y medio para acabar, en lugar de esperar al tramo de vallas, donde se decantan los esprints. Cuando se jugaban las habas, ya estaba con menos gas. Además, el francés se descuadró un par de veces a la hora de posicionarse y cuando quiso coger el sitio ya había quemado muchas balas. Por el camino, en las subidas a Urruztimendi y Vivero, también se dejó mucha pluma, hasta el punto de que parecía hablar con Evenepoel y repartir las cartas con su compañero de cara al final: como si le quisiera devolver favores pasados trabajando para su triunfo.
Mientras, Roglic sigue con el amarillo y los cinco segundos de colchón. La Itzulia tiene dos focos de atracción: el triunfo de etapa y las fugas. Casi nada más salir de Vitoria, por Legutio, cristalizó el primer arreón, una salida a 52 kilómetros por hora. La caravana abandonó el sol de Alava y se adentró en las nubes de Bizkaia, aunque con buena temperatura. Buenas condiciones para rodar.
En esa clasificación absoluta, Roglic se mantiene cómodo con la ventaja que obtuvo en la crono de la primera jornada. Mañana, jueves, la quinta etapa entre las localidades vizcaínas de Zamudio y Mallabia, donde espera una rampa al 16 por ciento de desnivel para decidir la victoria. Un recorrido de 168 km, con cinco altos puntuables, el último de segunda (Karabieta) a 13 de meta y con rampas de hasta el 15 en un durísimo inicio.