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TITAN DESERT

Christian Silva, el rey titán

El gallego perdió a los 18 años su brazo izquierdo en un accidente laboral trabajando en una carnicería. El viernes acabó la XV Titan Desert.

Christian Silva, el rey titán
Carlos BarbaDIARIO AS

Cuando correteaba por el patio del colegio Manuel Suárez Marquier no se podía ni imaginar lo que el destino le tenía preparado. Iba a perder un brazo, pero iba a ganar autoestima, cariño, aceptación, cultura del esfuerzo e innumerables valores. Christian Silva (O Rosal, Pontevedra, 1990) practicaba patinaje y atletismo en la escuela. El viernes terminó en Almería su segunda Titan Desert, en la primera participación de un ciclista con una 'fat bike', 'la bici de las ruedas gordas'. Al hacer las ruedas de amortiguador, no absorbe los golpes tan fuertes como debiera. Porque Christian Silva perdió su brazo izquierdo en un accidente en la carnicería en la que trabajaba. "Fue una suerte", explica. Y es que llegó al hospital casi sin sangre.

"No fallecí por escasos tres o cuatro minutos". Desde ese momento su vida es encomiable por el camino que ha recorrido. "Todo depende del enfoque que le des, lo que unos ven como un problema, otros ven algo bueno dentro de lo que pudo haber sido", relata tras realizar mucho trabajo psicológico. Naturalmente no fue un cuento de hadas, sino de espinas y cactus. "Intentas
tirar hacia adelante, pero al final eres un chaval de 18 años. Das gracias por estar vivo, pero no te ves entero. La foto de verte en el espejo sin un brazo era muy fuerte. Requirió un trabajo muy duro. Ha merecido la pena con creces", prosigue Christian, ahora técnico en una empresa de soluciones.

Acabar dos Titan Desert sólo está al alcance de los elegidos. Hacerlo en sus circunstancias lo eleva al altar especial de titanes. "Sólo quería ponerme a prueba a mí mismo y demostrarme que podía hacer cualquier cosa. Realmente yo llevo una vida completamente normal, lejos de lo que todo el mundo pueda creer", cuenta el gallego a AS antes de ir a por una merecida cerveza tras completar los cuatro centenares de kilómetros que ha hecho desde el lunes en la decimoquinta edición del 'Dakar del ciclismo'. A raíz de su accidente fue probando diferentes actividades, practicando ciclismo desde hace seis años. "Antes no practicaba tanto deporte ni locuras de este tipo. La bici me enganchó hace seis años y he ido metiéndome en pruebas de menos a más. Empecé por hacer siete kilómetros durante seis meses sin ser capaz de avanzar. Ha sido un camino larguísimo, pero culminado en la última etapa de la Titan Desert...", prosigue.

Charlar con él es un privilegio, una clase magistral sobre la vida, esa tan dura pero tan bella a la vez. Christian ha ascendido desde el infierno hasta el cielo, siendo obligatorio escucharle. "Estoy muy orgulloso de haber finalizado dos Titan Desert y sobre todo de transmitir el mensaje de que si alguien tiene ganas y hace las cosas bien, puede conseguir lo que se proponga", dice con la humildad propia del hombre sabio. El hombre sabio que es consciente de sus limitaciones y de sus virtudes. De que el esfuerzo no se negocia. Entrena unos cinco días a la semana, entre 30 y 100 kilómetros por sesión dependiendo de la fecha por año y de la prueba que esté preparando. "Trabajo mucho el brazo izquierdo. Los entrenamientos que cualquier ciclista hace normalmente en el gimnasio yo los hago trabajando el tren superior", cuenta el gallego, que ya acabó la Titan Desert en 2018 en Marruecos, dos años después de que Daniel Nafría acabase la prueba con una prótesis en la pierna izquierda.

El viernes entró en la historia de la carrera al cambiar la bicicleta convencional por una 'fat bike', algo que nadie había realizado previamente en la historia de la prueba. "El terreno de Almería es precioso, pero muy duro y roto y al final llevo una bicicleta, para que la gente se haga una idea, completamente rígida, sin suspensiones de ningún tipo", apunta. La bici sigue estando adaptada a sus necesidades, con todo en la maneta derecha: los dos frenos, piñones, platos... La amortiguación sigue siendo un problema, aunque qué le van a decir a él de problema. No pide ayuda. Ayuda. No en vano, ha corrido en el equipo Caminando por Aitana, una asociación enfocada al síndrome de Angelman.

Preguntarle sobre si es consciente de que se trata de un ejemplo es obligatorio. "Es un orgullo que me digan esas cosas. Si sinceramente puedo ayudar a alguien para sobreponerse a sus problemas, bienvenido sea. Una de las finalidades de venir aquí es ayudar a quien pueda. Es una meta fundamental transmitirlo para que la gente se atreva a hacer estas cosas, siempre dentro de unos márgenes y sin volvernos locos", responde. Antes de marcharse a Torrejón de Ardoz, donde le espera su mujer (la conoció en el hospital haciendo rehabilitación en tierras madrileñas) deja otra lección en la conversación con este medio. "Las comparaciones son evidentes. A veces las personas tienen un problema que desde fuera parece pequeño, pero para cada uno es muy grande. Debemos intentar enfocarnos en ver el vaso medio lleno, independientemente del problema que sea, intentando solucionarlo y tirar para adelante", expira. En marzo nace el pequeño Leo, quien podrá estar muy orgulloso de su padre, el rey titán.