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LA RUTA DEL TOUR

La mentira de Alphonse Steinès inmortalizó los Pirineos

Alphonse Steinès envió al patrón Henri Desgrange un telegrama falso. Aquella mentira inmortalizó los Pirineos en el Tour. Steinès finalmente exploró la ruta.

La mentira de Alphonse Steinès inmortalizó los Pirineos

El telegrama que envió el periodista Alphonse Steinès al patrón Henri Desgrange en aquella mañana de la primavera de 1910 decía lo siguiente: “Tourmalet atravesado. Stop. Muy buena ruta. Stop. Perfectamente practicable. Stop. Firmado, Steinès”. Aquella mentira inmortalizó los Pirineos en el Tour. Desgrange se mostró inicialmente reticente a la idea: “¡Ni hablar! Los Pirineos son una región salvaje”. Pero, ante la insistencia de su colaborador, pidió a Steinès que explorara la ruta. El periodista alquiló un coche con chófer y puso rumbo al sur.

Primero visitó al ingeniero Blanchet, seguidor del Tour y lector de L’Auto, que le recibió sorprendido: “En París están al borde la locura”. Blanchet confirmó la viabilidad del Peyresourde y el Aspin, también del Aubisque con caros arreglos, pero descartó el Tourmalet: “Imposible”. Steinès no desistió y viajó al monte, con la siguiente advertencia: “Cuidado con los osos”.
El amo del albergue de Sainte Marie de Champagne le dio otro consejo: “Cuente los mojones de la carretera. Cuando llegue al 19, estará en la cima”. Y allá se fue Steinès en el coche con el chófer, que sólo llegó al mojón 16, porque una barrera de nieve bloqueaba la vía. “Sigo a pie. Rodee la montaña y me espera en Barèges”, se empecinó.

El periodista, en algunos tramos con nieve hasta las rodillas, fue avanzando. Entonces encontró a un pastor con un perro, al que ofreció 20 francos para que le acompañara al paso. Una vez coronado el puerto, de noche, Steinès procedió a bajar, ya en solitario. Iba perdido, desorientado. Oyó un alud. Sólo veía Baréges a lo lejos. Comenzaba a desfallecer cuando distinguió unas pequeñas luces. Eran el chófer, un corresponsal de L’Auto y varios gendarmes que habían salido a su búsqueda. Se acostó a las tres de la mañana, pero se levantó pletórico. Tenía que poner un telegrama a Desgrange.