VUELTA A ESPAÑA

Dumoulin también tiene dientes

El líder atacó a Fabio Aru en la llegada a Ávila y le arrancó tres segundos más. El italiano afrontará en la Sierra de Madrid su última oportunidad. Gougeard, vencedor de la etapa.

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Dumoulin también tiene dientes
Daniel Ochoa de Olza AP

La volátil profesión de entrenador (director técnico), de alto riesgo en todos los deportes, en el ciclismo es prácticamente un cargo vitalicio. Aquí, que se sepa, no hay mercado de directores. No sabríamos decir cuál es el más fino estratega o el más valiente. No sabríamos señalar ni al mejor ni al peor, o al más cotizado. El director ha aumentado sus atribuciones hasta penetrar en el cerebro de sus ciclistas a través del pinganillo sin que la trepanación nos deje el menor atisbo de genialidad. 

La reflexión viene a cuento porque la Vuelta, todavía, está en situación de ser planeada. No es frecuente que ocurra. Generalmente, el ciclismo nos propone concursos de fuerza o resistencia. Esta vez es distinto. El mínimo margen de seis segundos ofrece una oportunidad única y verdadera a la estrategia. Aunque de momento no hay rastro de ninguna dirección superior. Más bien al contrario.

La etapa de Ávila, igual que la precedente, estuvo marcada por una fuga que desactivó las bonificaciones como factor determinante. Se escaparon nada menos que 24 ciclistas que representaban a 18 de los 22 equipos en competición. Todos contentos, por tanto. Especialmente los corredores del Giant, que marcaron plácidamente el ritmo del pelotón: más de doce minutos perdidos en el kilómetro 50. Astana lo dio por bueno, a pesar de sus urgencias, y tampoco hubo protesta de Movistar y Katusha, aunque la llegada a Ávila resultaba propicia para Valverde y Purito. Misterios sobre ruedas.

A Fabio Aru le sigue sirviendo lo mismo: atacar en el segundo paso de La Morcuera, enlazar con algún compañero en Cotos y rezar en el descenso a Cercedilla

El desconcierto aumentó en los últimos kilómetros, cuando Valverde encadenó una serie de violentos ataques, estimulado por el viento de costado y por alguna razón que no nos alcanza: 24 ciclistas habían cruzado ya la meta, el francés Gougeard el primero. El campeón de España (observen con lupa la bandera de su maillot) tomó algunos metros de ventaja y fue engullido poco antes de la subida final. 

El arañazo

La continuación fue igualmente inexplicable. Giant agarró los mandos del grupo y anunció con fanfarrias el ataque de Dumoulin. La maniobra pilló a Fabio Aru retrasado y a sus guardaespaldas en la inopia (Rosa, Cataldo y Luis León). La consecuencia es que el líder se marchó por delante con la única compañía de Dani Moreno y el resultado es que Aru se dejó tres segundos en meta, pese a la fraternal colaboración de Pozzovivo.

El golpe, más moral que mortal, no debería afectar a la etapa de hoy. A Fabio Aru le sigue sirviendo lo mismo: atacar en el segundo paso de La Morcuera, enlazar con algún compañero en Cotos y rezar en el descenso a Cercedilla. La proeza necesita dos desconexiones: la del líder y la del pinganillo. Si el italiano retrasa su ataque no habrá terreno para más. Si el resto de favoritos tiran del maillot rojo, la hazaña quedará abortada.

Existen otras variaciones, paraísos de la imaginación. Astana podría permitir las fugas de Purito, Valverde o Nairo en Navacerrada o Morcuera para provocar el desgaste del Giant y el estrés del líder. Después, llegado el momento, ejecutaría con su plan. El riesgo es evidente y la alternativa radical: entrar en el podio o entrar en la historia. Decidirán desde los coches.