El holandés Terpstra aprovecha el marcaje entre los favoritos

La París-Roubaix fue un toma y daca entre Boo­nen, Cancellara y Sagan. Al final de las múltiples escaramuzas por los 28 tramos de pavés (51,1 kilómetros en total), los tres se juntaron con otros ocho corredores a nueve km de meta. Y, a falta de seis, apareció el más avistado: el holandés Niki Terpstra, quien vio el momento oportuno para atacar y llevarse la gran clásica del adoquín.

Terpstra se aprovechó de que por detrás, guardándole las espaldas, se quedaban las dos bazas más fuertes de su equipo, el Omega: Boonen y el checo Stybar. Y ninguno de los principales rivales gastó fuerzas para neutralizarle. Sólo Thomas trabajó para Wiggi­ns, más algún relevo de De Backer­, compañero de Degenkolb.

Terpstra echó el alma para mantener una exigua renta, y llegó al velódromo de Roubaix con veinte segundos sobre Degenkolb (que celebró su segundo puesto), Cancellara (otra vez podio, y van seis), Vanmarcke, Stybar, Sagan, Thomas, Langeveld, Wiggins, Boonen y De Backer, por este orden.

Fue una carrera con constantes alternativas. Boonen eligió el ataque desde lejos (a falta de 63 km). Lideró la clásica con diversos grupos, pues cuando estaban a punto de alcanzarle, volvía a acelerar en cada tramo de pavés. Thomas, Hushovd y De Backer fueron sus más frecuentes compañeros de aventura.

Pero a falta de 23 km fue neutralizado y ahí llegó el turno de Sagan, éste en solitario, pero no pasó de los 20 segundos. Y a falta de 18 km tocó el contragolpe de Cancellara, que se llevó a Vanmarcke, Stybar y Degenkolb y alcanzaron a Sagan. Boonen reacción y a falta de nueve km se formó el grupito de once corredores.

Terpstra, 29 años, disfruta la mejor temporada de su vida. Nunca había sumado cuatro triunfos en una misma campaña: Tour de Qatar y una etapa, A Través de Flandes y esta París-Roubaix, el mejor bocado para muchos ciclistas.