La bellísima Florencia, la Ciudad del Renacimiento, acogerá el primer Mundial de la Selección sin Óscar Freire, retirado esta temporada. El último corredor español que ganó el arcoíris, en 2004, ostenta la plusmarca junto a Binda, Merckx y Van Steenbergen, con tres títulos. Ese es el incalculable y seguramente irremplazable legado que dejó el cántabro al ciclismo de nuestro país. Alejandro Valverde, con dos platas y dos bronces, recoge su testigo.

A petición del técnico, Javier Mínguez, y con su característica naturalidad, Valverde ha tomado los galones en el cuartel general del grupo en Artimino, a media hora de Florencia. Ha sido siempre el primero en salir para ajustar su bici. Si Egoi y Samuel se retrasaban para empezar el entrenamiento, señalaba irónicamente el reloj de su muñeca. Si los medios entretenían a sus compañeros, instaba a que aceleraran con sus preguntas: "La idea es que yo sea el jefe".

Dureza. Con Purito, bronce en 2009, como segunda opción, España sabe qué tipo de carrera desea: lo más dura posible, para eliminar a hombres rápidos como Sagan o Degenkolb. No obstante, participarán 42 de los 50 primeros corredores del ránking UCI: vueltómanos como Nibali, Froome, Quintana o Horner; clasicómanos como el vigente campeón, Gilbert, o Cancellara; y cazadores de etapas como Boasson Hagen o Voeckler. Las medallas se pagarán muy caras, y la Selección deberá trabajar como un equipo.

Aparte, las previsiones hablan de lluvia. A los dos capos españoles no les hace gracia. "Soy de Murcia", dice Valverde. "No me gusta", coincide Purito. El clima resultará clave en el desenlace de la prueba, ya que podría convertirla en un "infierno", como vaticinan ambos. Sin embargo, su intención es entrar en los libros de historia por las Puertas del Paraíso. Florencia les espera.