TOUR DE FRANCIA
Froome sufre pero le mete un minuto a Contador y Riblon gana
El líder ofreció síntomas de debilidad pero descolgó en Alpe d'Huez al de Pinto, que sigue segundo. Atacaron Quintana, que se puso tercero, y Purito.
Algunos decían en los Pirineos que ya no había Tour. Lo repitieron en Saint-Michel y en el Ventoux. Pues lo hay. Algunos afirmaban que para qué seguir mirando, que Froome ganaría de calle. Bien. Pues ya no será de calle. El líder del Tour de Francia tiene un enemigo poderoso y temible, de piernas formidables, ventaja sustanciosa y nariz de Doris Day: él mismo. Su impulsividad le amenaza más que cualquiera de sus rivales.
Se hizo evidente en la segunda y decisiva ascensión al Alpe d’Huez. En lugar de controlar la carrera, tal y como indicaba el sentido común, Froome atacó donde sólo lo hacen los aventureros, los inconscientes o los suicidas: a nueve kilómetros de la cima. Descolgó a Contador, es cierto, pero la siguiente víctima fue él. De no haberle asistido Porte (portes y mudanzas del líder), el maillot amarillo se habría quedado solo en tierra de nadie, expuesto a una realidad incuestionable: se le acaba la gasolina (o el queroseno).
Con dos etapas de montaña por delante, durísimas, y con las fuerzas en retirada, todo es posible. Hasta el asalto de Nairo Quintana al Tour. En ese caso, hará falta saber si Movistar decide correr contra Contador o contra Froome. El segundo puesto o París.
En Alpe d'Huez, el único objetivo del equipo de Unzue fue el podio. Por eso tiró para neutralizar a Contador y Kreuziger, fugados en el terrible descenso, y por eso colaboró con Sky para lanzar la carrera hasta las faldas de la última montaña. Movisky, escribí entonces. Y lo mantengo. Ningún aspirante a la victoria puede aceptar como buena una táctica que beneficie al líder. Y Quintana es aspirante. Y circular a buen ritmo favorece a Froome. Me sorprende el empeño por derribarle con sostenuttos, cuando lo que de verdad le hace daño es la sucesión de ataques secos.
Se volvió a comprobar en el principio de la etapa, completamente loco. La estampida comanche dejó al keniano sin equipo, lo que equivale a decir que le dejó sin Porte. En ese instante se le vio saltar hasta a por las motos de Mavic. El panorama era ideal para sus adversarios, pero el mapa no tanto. Después de coronar el Col de Manse había demasiados kilómetros hasta el siguiente puerto (más de 60). De modo que el Sky se reagrupó primero y resopló después.
Volvamos a la táctica. Conocido el desenlace de la etapa se podrá culpar a Contador de muchas cosas, pero sólo una será cierta: tiene pocas fuerzas. A pesar de ese pequeño inconveniente, su estrategia es todo o nada. Un ciclista de su nivel encuentra más gloria en intentarlo que en asegurar el podio. Y eso es mucho. Nos hemos enamorado de gente con menos motivo.
Hoy se observó de nuevo. Mandó por delante a Roche y Paulinho con la clara intención de enlazar después con ellos, pero la avanzadilla fue atrapada antes de alcanzar Alpe d’Huez. Inasequible al desaliento, continuó con el plan. En el descenso (a los infiernos) se fugó en compañía de Kreuziger y acumuló hasta 20 segundos de ventaja en relación al grupo del líder. Pero volvió a fallar el mapa. Y las malditas fuerzas. Para que luego digan que la mente lo puede todo. Todo, menos dar pedales.
Movistar colaboró con Froome para atrapar a los sublevados y el líder debió pensar entonces que la vida es maravillosa. Dudo mucho que el minuto conseguido por Quintana en meta tenga relación con ese acelerón, pero tengo claro que el Sky lo hubiera pasado peor si Porte hubiera tenido que tragarse el viento del falso llano.
Por delante se narraba otra historia. Riblon, Van Garderen y Moser (sobrino de Francesco) eran los supervivientes de una fuga de nueve valientes y los principales favoritos para vencer en la cumbre mítica. Sin embargo, los dioses no iban a ponérselo fácil. Al final del descenso al Alpe d’Huez, Riblon trazó mal una curva y terminó con los pies en un riachuelo. Es seguro que prefirió el baño en el torrente antes que el frescor del acantilado. Van Garderen puso pie a tierra por una avería y el joven Moser (22 años) fue castigado por una falta sin remedio inmediato: la inexperiencia. Pareció que ganaría Moser, luego que lo haría Van Garderen y finalmente venció Riblon, primer triunfo francés en este Tour. Es de justicia que quienes organizan la fiesta puedan probar las mediasnoches.
Algo más atrás, Purito, a la rueda de Quintana, nos hacía lanzar un suspiro de impotencia: ¡Ay, si el Tour tuviera cuatro semanas! Es fascinante ver cómo Joaquim Rodríguez (34 años) se ha dosificado para entregar ahora lo mejor de sí mismo. Tiene argumentos para aspirar al podio, pero hasta eso se nos hace poco. Ojalá... quizá... en fin.
El resumen es que Froome sufrió su primera pájara (pajarita) y aunque el hecho invita a abrir la boca, mejor será tener los ojos bien abiertos. Por si hay Tour. ¿Se imaginan?
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