TOUR DE FRANCIA | 15ª ETAPA
Froome ya tiene medio Tour
El maillot amarillo se impuso en el 'Gigante de Provenza' y agrandó su ventaja. Alberto Contador llegó a 1:40 y sigue tercero en la general, a 4:25.
Hasta ayer, el único ciclista que había ganado en el Mont Ventoux como líder del Tour había sido Eddy Merckx, el más grande. Ocurrió en 1970 y al cruzar la meta, el Caníbal, agotado, sufrió un desvanecimiento. Aquella tarde, Merckx cimentó su liderato (9:26 sobre Zoetemelk) y se vistió además con el maillot de rey de la Montaña. Froome no es Merckx, ni osaré compararlos. Sin embargo, si nos centramos en la subida al Gigante de la Provenza, la principal diferencia entre ambos es que Froome no sufrió desfallecimiento alguno. Al contrario, el líder tuvo fuerzas para dar un vigoroso beso a su novia, la resuelta señorita Michelle Cound. Sólo le faltó poner flores a Simpson.
Pretendo señalar lo inaudito de cuanto está haciendo Chris Froome en el Tour y en el global de la presente temporada. Por no aburrirles con sus conquistas estacionales, me limitaré a recordar que el británico lanzó su primer ataque en la segunda etapa de la carrera, camino de Ajaccio. Desde entonces se ha exhibido en cada una de las jornadas claves, incluida la contrarreloj, cuyo triunfo se le escapó por 12 segundos.
Se preguntarán a dónde quiero llegar a parar. Les anticipo que a ningún lugar oscuro. No considero a Froome ni al Sky sospechosos, salvo de maximizar la influencia de la ciencia en el ciclismo. En ese aspecto, ni temo ni quiero temer (las astas del cornudo duelen menos que las sospechas del celoso, dicen).
Mi única duda se centra en el Froome competidor, un ciclista impulsivo como gregario y como líder; tan exuberante como irreflexivo. Me cuesta creer que su actual exhibición pueda prolongarse durante una semana más, básicamente porque jamás le hemos visto cosa parecida, y porque de lograrlo, quien hasta la Vuelta de hace dos años era un ciclista desconocido, se igualaría en rendimiento a los grandísimos campeones de la historia.
Ayer, en una montaña que aconseja prudencia, Froome atacó a siete kilómetros de meta, otra vez como remate a la criba salvaje de Richie Porte. Descolgó a Contador, capturó a Nairo Quintana y, tras parlotear por el pinganillo, voló hasta la cima con ese estilo que el director del Tour compara al de la atleta Paula Radcliffe (desmadejado, para entendernos). Quintana cedió 29s, Purito 1:23, Contador 1:40, Mollema 1:46 y Valverde 2:32. De no existir el líder (o de veranear en Kenia), los cuatro primeros de la general estarían separados por sólo 40 segundos. Calculen lo felices y flamencos que seríamos en ese caso, imaginen el nivel de nuestros guateques de sobremesa.
Frágil. Ensoñaciones al margen, el resultado es concluyente: Froome tiene el triunfo en la mano y no hay rival con fuerzas suficientes para ponerlo en duda. Tampoco Contador. En las rampas del Ventoux confirmó su humana fragilidad. Ni siquiera aguantó la rueda de Mikel Nieve, improvisado escudero. Hasta Purito, en una magnífica remontada, le superó en los últimos metros.
Pero hablo de fuerzas y no sólo las fuerzas cuentan. Incluso en este Tour sin debate hemos asistido a situaciones de carrera que han amenazado seriamente al líder. A ellas me encomiendo para conservar la fe. No en la victoria de otro, sino en la emoción de todos.