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Ciclismo | VUELTA 2012

Contador, para la eternidad

Histórica exhibición de Alberto Contador, líder de la Vuelta y virtual campeón. El de Pinto deja a Valverde (segundo) a 1:52 y a Purito (tercero) a 2:28 en una etapa histórica.

Contador, para la eternidad

Inventarse las fuerzas, cuando escasean, y fabricarse el terreno, cuando falta. Y no rendirse jamás, jamás, jamás. Si algo distingue a un gran campeón es su capacidad para llevar la contraria al sentido común y para alterar las fuerzas del destino. Así se construyen las gestas del ciclismo. De repente, alguien salta el muro e inicia una aventura en la que expone su cuerpo y su fama. Muchas leyendas están escritas con esas intentonas fracasadas. Indurain en el Mortirolo, por ejemplo. El prodigio es hacer que tiemble el mundo, provocar esa marea que propaga la hazaña entre los que miran y entre los que no han mirado nunca. Pon la tele, donde estés.

Si la aventura tiene éxito el impacto es de mil megatones y se imprime inmediatamente en la historia del deporte. Hinault en Serranillos, Perico con Recio... Contador y Purito. Bienvenidos ambos a los libros y al recuerdo, bienvenida esa etapa inofensiva y ese último puerto cántabro, Fuente Dé, que ayer por fin encontró apellido.

Todavía cuesta entenderlo y más aún explicarlo. Habrá una hora en la madrugada en que pensaremos que fue un sueño. No era el lugar ni era el momento. La carrera venía rápida y loca, pero nunca imaginamos que tanto. En la Collada de la Hoz, otra montaña con placa para la eternidad, Contador olfateó la lluvia antes de la tormenta. Compañeros por delante y malas caras en el grupo; Purito por detrás. Una rendija de luz en una cueva sin salida. Fue entonces cuando se acercó el pinganillo a la boca y gritó escupiendo fuego: "¡Full gas!". ¡Full gas! ¡Full gas!". La avanzadilla picó espuelas y Alberto comenzó a volar.

Caído

Cuentan que en el primer momento no se siente la puñalada y a Purito tampoco le dolió. Se dejó llevar por la sensatez y creyó que aquello era una locura. Hasta que se descubrió sin más amigos que Losada, doble uno en los dados y doble seis por delante. Veinte segundos en un parpadeo y un minuto perdido cuando ya no había agua ni para llorar. Purito se empezó a derrumbar por la cabeza; por último, las piernas se le hicieron polvo.

Toda la energía de los alrededores ya se concentraba en Contador. En ese instante, el estímulo del triunfo se mezcló con la rabia por la sanción, con el orgullo herido, con los ataques infructuosos, con las dudas de los otros, con las propias, con el renacer a los 29 años. No se atrapa a un galgo así. Sumó la bonificación del sprint intermedio y cuando se fundió Paulinho se enganchó a Tiralongo, excompañero en el Astaná y refrendo del acervo popular: ten amigos hasta en el infierno, especialmente allí.

Valverde abandonó a Purito como se abandonan los zapatos viejos, que diría Sabina. La sensación de vivir un momento histórico le empujó tanto como el objetivo del segundo puesto. Hubiera alcanzado a Contador de no ser porque este ya escalaba entre las nubes que refrescan el Olimpo. Grande, gigante, hermoso, legendario. Yo lo vi y no pienso olvidarlo.