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Ciclismo | Tour de Francia 2011 | 13ª etapa

Thor, dios del trueno

Soberbia victoria de Hushovd en Lourdes. Hoy más Pirineos.

<b>TREGUA. </b>El pelotón rodó tranquilo por las carreteras pirenaicas y el Aubisque. Ayer no hubo sobresaltos para los favoritos. Hoy espera Plateau de Beille.
efe

Lo que hizo ayer el noruego Thor Hushovd es para quitarse el sombrero o el casco vikingo, tanto da. Apenas se conocen casos de velocistas que, en posesión de sus facultades físicas y mentales, ataquen en las montañas. Él lo hizo. En lugar de descolgarse a la espera de una jornada más propicia (Cavendish llegó a 22 minutos), o en vez de acechar desde el pelotón, que era otra opción muy razonable, Hushovd se embarcó en una fuga incierta que tenía como principal obstáculo el imponente Aubisque, puerto de categoría especial ubicado en mitad del trazado.

Hacia ese formidable objetivo se lanzó el ciclista del Garmin, al que sus padres bautizaron Thor ("dios del trueno") por razones que están aún por confirmar: probablemente al intuir lo que se avecinaba o tal vez porque el bebé nació con martillo.

El tamaño de la gesta es mayor aún porque el protagonista luce el maillot de campeón del mundo, prenda que arrastraba una maldición que Hushovd ha terminado de limpiar en Lourdes, lugar muy adecuado. Allí sumó su novena etapa en el Tour y completó su repertorio de triunfos (sprint, crono, pavés) con una soberbia victoria en montaña. Sencillamente extraordinario.

Aunque Hushovd fue el héroe, la etapa regaló otro papel protagonista a Jeremy Roy, ciclista de 28 años sin más éxito reseñable que una etapa en la París-Niza de 2009. Roy, que había participado en la fuga de Luz Ardiden y llegó a coronar en primera posición el Tourmalet, volvió a intentarlo camino Lourdes. Incansable y entusiasta, hizo cumbre en el Aubisque con un minuto de ventaja sobre Moncoutié y dos sobre Hushovd.

Se le veía ganador, por fuerzas y por méritos. Hasta que martilleó el dios del trueno. El campeón del mundo aprovechó su corpulencia y bemoles para tirarse monte abajo hasta dar caza a Moncoutié, primero, y a Roy, después, a sólo 2,5 kilómetros de la meta. La bella Francia no era tan maltratada desde Dunquerque.

Cuando Roy se aproximó al final, totalmente abatido, lo hizo palmeándose el pecho, despechado, diríamos, como un amante abandonado bajo la lluvia. Dieron ganas de adoptarle, caso de tener una habitación libre (ya está ocupada con Hoogerland). Le quedó al menos el consuelo del maillot de la montaña y el premio de la combatividad, cuatro besos de guapas, que mancha de mora con otra se quita.

Más madera.

Y de ayer a hoy, Plateau de Beille, una jornada para morir o salvarse, sin términos medios. El pronóstico es imposible o poco recomendable. Lo único cierto es que Luxemburgo nos parecerá un populoso país. ¿Contador? Continúa sonriendo cuando se le pregunta sobre la carrera: o es mejor actor que De Niro o sigue confiado en sus fuerzas. Con su rodilla no habló nadie. Veremos si tiene twitter.