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Nadie sabe nada: Zion, el eterno enigma

La relación de Zion Williamson con la organización de los Pelicans es inexistente y prácticamente nula con sus compañeros. El futuro de la estrella rota, en el aire.

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La relación de Zion Williamson con la organización de los Pelicans es inexistente y prácticamente nula con sus compañeros. El futuro de la estrella rota, en el aire.
Chris GraythenGetty Images

En medio de todas las rarezas que hay en la NBA, emerge siempre Zion Williamson. Un jugador llamado a ser generacional que se está quedando por el camino. Nadie sabe nada. Nadie conoce nada. Nadie es capaz de pronosticar nada. De nada. El hermetismo de la estrella (si es que lo es) es legendario y su capacidad para pasar de puntillas por todos los lados generando una incertidumbre muy preocupante mantiene en vilo a parte de la mejor Liga del mundo. Pero, sobre todo, a unos Pelicans indecisos, que no saben qué hacer ni por dónde moverse. La toma de decisiones de la entidad siempre ha girado en torno a la figura de Zion, que aterrizó en 2019 en Nueva Orleans y, desde entonces, ha causado muchos problemas y ha propuesto pocas soluciones. Su estado físico ha dejado de ser un condicionante y se ha convertido en el pan de cada día. Y la imposibilidad inherente a su persona hace que nos inclinemos hacia el pensamiento de que nada va a cambiar. Al fin y al cabo, no hay motivos para creer en lo contrario.

Zion está de vacaciones. En realidad, lleva así desde el 2 de enero, cuando se lesionó por enésima vez y puso rumbo a la clandestinidad. Esta vez fue la corva, pero en realidad da igual. Su historial es inacabable: en su primera temporada no debutó hasta el 22 de enero y sólo jugó 24 partidos. En la segunda, la única resaltable, se fue a 61. La tercera se la perdió al completo y la última apenas llegó a 29 encuentros. Esto desmadejó a los Pelicans, que llegaron a ir primeros de la Conferencia Oeste antes de Navidades y han acabado jugando un play in del que fueron apeados a las primeras de cambio. En total, 114 partidos de 208 posibles y cuatro temporadas para llegar a la cifra 100, algo desolador si tenemos en cuenta que el proyecto ha apostado por él de forma nítida y rotunda... hasta ahora.

El futuro es incierto. Una reunión con David Griffin y Gayle Benson (General Manager y dueña de los Pelicans respectivamente) no resolvió nada y todo está en el aire. Muchos rumores apuntan a que los Pelicans podrían plantearse deshacerse de un jugador que en sólo 114 partidos ha sumado dos All-Star, que tiene un talento inequívoco y dotes para ser histórico, pero que tiene problemas físicos constantes... y un carácter errático. Hay informaciones que dicen que su relación con la directiva del equipo de Nueva Orleans es inexistente y que su relación con los miembros de la plantilla, sin llegar a tanto, es fría y distante.

No es la primera vez que esto es así. Desde el principio, el entorno, esa palabra que se ha puesto tan de moda en la era de los jugadores empoderados (LeBron James, Kawhi Leonard...), de Zion ha deslizado que el jugador no quiere estar en Nueva Orleans. Que le gustan más los mercados grandes y que tiene preferencia por Nueva York. Tampoco ayuda el silencio de todo lo que le rodea en lo referente a su estado físico y que ni siquiera sus compañeros o su entrenador (Willie Green) sepan decir cómo se encuentra. Ni que se ponga a hacer mates espectaculares en los calentamientos de los partidos para luego vestirse con ropa de calle y observarlo todo desde la grada. La situación recuerda a la de Kawhi en su última etapa en los Spurs, con los médicos del equipo texano dando el alta a la estrella y su entorno (otra vez la bendita palabra) buscando una segunda opinión. Kawhi también quería un mercado grande y hoy está en Los Ángeles. Pero sigue arrastrando eternos problemas en su cuerpo. Igual que Zion, con la diferencia de que el joven jugador los tiene desde que inició su carrera en la NBA.

Tampoco ayuda que a todo esto se hayan mezclado en los últimos días problemas extradeportivos. Hace poco anunció que sería padre junto a su pareja (tiene 22 años, pero es algo muy común en la NBA) y apareció una tercera en discordia. Moriah Mill, actriz porno, aseguró en redes sociales que tenía una relación extramarital con Zion, pero que no sabía que estaba casado ni que tenía un hijo. Otro revés más para la reputación de un jugador que, sin decir nada, está cayendo a los infiernos de la opinión pública, ese lugar en el que se ganan y se pierden las batallas que deciden las guerras. Y, en el caso de Zion, ya sabemos de qué lado se está inclinando la balanza.

¿Qué deben hacer los Pelicans?

Ahora, toca decidir. Por parte, claro, de los Pelicans. Pero también por parte de otras franquicias en caso de un traspaso, ya que tienen que asumir a Zion, todo lo que parece que ello supone y un contrato enorme. En concreto, en el que se encuentra, de más de 194 millones en 5 temporadas, un acuerdo que se hizo efectivo el verano pasado, después de que firmara una extensión de su contrato rookie. Un precio muy grande para una estrella sin apenas luz, con muchas sombras y escasas luces y con el que te hipotecas de cara al futuro, arriesgas un dinero sin saber si va a estar bien físicamente, y te atas de pies y manos si la cosa sale mal y no puedes traspasarle ni firmar a ninguna estrella por falta de margen salarial. En otras palabras: mala cosa.

Que Zion es bueno, ojo, no se puede negar. Muy bueno. Tiene un enorme poder vertical, es duro en la zona y lo hace muy bien de fuera hacia dentro. Necesita tiempo de bote y de balón (lo que no tiene por qué ser malo en según qué contextos), trabaja bien las jugadas y es casi imposible de parar cuando se encuentra en la zona. Promedió 27 puntos y más de 7 rebotes en su año sophomore, el único en el que estuvo más tiempo sano que lesionado. Y estaba, este curso, en más de 26, con 7 rebotes y 4,6 asistencias, demostrando una gran mejoría en este último aspecto y demostrando que puede convertirse en un jugador extraordinario si está sano. Pero....

De momento, la parte del físico y la salud es la que más pesa. El cuidado de su cuerpo parece, como poco, cuestionable. Y ya han empezado los rumores: se dijo que podrían ofrecer a la estrella a los Hornets a cambio del número 2 del próximo draft, algo que finalmente no ocurrió, pero que demostraba un precio con el que se habría devaluado en demasía la figura de Zion, que en teoría vale mucho más y que cobra un salario enorme para ser traspasado por una ronda, por mucho que sea una segunda. Tampoco parece que se vaya a dar, ya que en el otro lado han filtrado que al que quieren es Brandon Ingram. De una forma u otra, estamos en época de mucha rumorología hasta que todo se dé. Aunque sí parece que los Pelicans están sondeando el mercado a ver qué se encuentran. Por si acaso.

La situación es la que es. Si la estrella se queda se queda, los Pelicans y su entrenador, Willie Green, deberán buscar la mejor cabida deportiva posible para él, en un sistema en el que se tendrá que compatibilizar mejor con Brandon Ingram (los dos juegan mejor con balón) en caso de que ninguno salga de la franquicia. Más allá de eso, el futuro de la franquicia de Nueva Orleans está en el aire. Un fiasco constante desde la salida de Anthony Davis, una apuesta rotunda por una estrella rota de la que nadie sabe nada y una sola participación en playoffs desde que el mencionado Davis salió. Que tuvo lugar, por cierto, en un año en el que Williamson estuvo en blanco. Ahí queda eso. Mucho que pensar, y una incertidumbre constante. Con Zion siempre es así.