Felipe: “No dejéis que nadie os corte las alas”
Felipe Reyes siempre luchó por sus sueños, convenció a los incrédulos e hizo realidad lo que imaginó y mucho más. Desde ahora, también ‘hall of famer’ del baloncesto español.
Pau Gasol es el emblema de la mejor generación de la historia de la canasta española, pero la gloria mantenida en el tiempo de los Júniors de Oro solo se explica con un cúmulo de nombres y apellidos. Uno de ellos es el de Felipe Reyes, absolutamente trascendente en los éxitos de nuestro baloncesto, de la Selección y del Real Madrid, al que le guardó fidelidad durante 17 temporadas, y del efervescente Estudiantes del inicio de siglo. No siempre fue titular; aunque siempre fue imprescindible. Tenía mucho de bastantes cosas que muy pocos igualaron: una competitividad, una fuerza, un instinto, una capacidad para levantarse y no dejar de progresar y un hambre de triunfos que, una vez mezclados y agitados, le permitían adelantar a casi todos. Ganar batallas imposibles frente a rivales teóricamente superiores, pero solo sobre el papel. En común con Gasol, además del año de nacimiento, el glorioso 1980, es que ambos debutaron juntos en la Selección, el 15 de agosto de 2001 ante Grecia, y se retiraron a la vez, al final de la temporada 2020-21, Reyes ya con los 41 cumplidos.
Y decían que no valía
El gran capitán, pese a cierta timidez, se las ha arreglado durante su carrera para dominar el escenario. Si en la zona era un dolor de muelas para sus adversarios, fuera cautivaba en las distancias cortas con su sonrisa y su simpatía, lo vimos este jueves en La Cartuja, en la ceremonia de ingreso, repartiendo abrazos al resto de hall of famers, también emocionado por el reconocimiento: “Me siento muy orgulloso de poder entrar al Hall of Fame junto a grandes estrellas que me han hecho mejor jugador. Muchas gracias a Luis Scola por esos enfrentamientos que me ayudaron a progresar tanto. Y gracias a compañeros como Pau Gasol, un amigo con el que he tenido la suerte de celebrar grandes victorias y he vivido también momentos muy bonitos fuera de la cancha. Gracias, Jorge Garbajosa, mi compañero de habitación durante tantos años. Me ha emocionado que me haya entregado el premio, el balón dorado en este caso. También las gracias a los dos clubes en los que he estado, el Estudiantes, donde aprendí a jugar al baloncesto, y el Real Madrid, el club de mi vida, donde he podido conseguir muchos éxitos. Y se lo agradezco a dos entrenadores que están aquí y que sin ellos no hubiera sido el jugador que fui. A Pepu Hernández, que me dio la oportunidad de debutar en la ACB y formarme, y a Boza Maljkovic, que fue el que me fichó para el Madrid e hizo posible que se cumpliera mi sueño de pequeño. Sin mis padres, nada de esto hubiera sido posible. Ellos se sacrificaron para que sus hijos cumplieran sus sueños, por eso Alfonso y yo hemos sido jugadores. Alfonso, mi hermano mayor, gracias, siempre has sido mi referente, gracias por la entrega y por todo lo que hacías en cada partido, eso me llevó a que quisiera ser como tú. Y gracias a mi mujer, Kirenia, que me ha apoyado siempre en los buenos y en los malos momentos. Y a mis niños. Luchad por vuestros sueños, no dejéis que nadie os corte las alas, con sacrificio y humildad podréis conseguir lo que os propongáis”.
Algunos pensaron que Espartaco, como le apodó Andrés Montes, no servía, que le daban la oportunidad en la cantera estudiantil por ser hermano de Alfonso, que solo encajaría en la élite si se reconvertía en alero… Después de haber probado en una y mil batallas su valía como uno de los mejores interiores patrios, hubo quien planteó más dudas y le obligó a superar nuevas pruebas ya con 30 años cumplidos.
“El más pesado”
Si no tiraba triples, debía dejar paso a las nuevas generaciones de ala-pívots, esas que traerían los títulos. Y aprendió a lanzar de tres de vez en cuando y, en paralelo, demostró que con sus competencias de siempre podía pelearle a la nueva guardia, y a la vieja. La asignatura de la eficiencia en los tiros libres la había aprobado con nota hacía tiempo; en los rebotes nunca bajó del sobresaliente: “No se cogen por la altura, sino por ser pesado y por no tener aversión al contacto”. Y pocos jugadores más pesados y con menos miedo que él.
Bien entrado en la treintena fue dos veces campeón de Europa con España y ganó dos medallas olímpicas. Y celebró 20 de sus 24 conquistas de club en la cresta de la ola Laso, una década, la pasada, en la que lo eligieron MVP de la ACB y en el mejor quinteto de la Euroliga con 35 años, en aquel memorable 2015, el de la temporada perfecta merengue y el de la exhibición de su amigo Pau en el Eurobasket ante Francia, 40 puntos del extraterrestre mientras Felipe lo daba todo en la intendencia en los instantes críticos, prórroga incluida.
El Hall of Fame ha abierto las puertas a una de las figuras indiscutibles del baloncesto español en este siglo XXI, una que cerró hace poco más de dos años una carrera con 1.565 partidos y 23 temporadas al máximo nivel. Una pasada.
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