Petr Cornelie, la nada
La experiencia de Petr Cornelie en el baloncesto después de su paso por el Real Madrid es decepcionante. No cuenta para nada en el Mónaco.
Durante la primera temporada de Chus Mateo al frente del Real Madrid, habiendo pasado el banquillo de Laso al que había sido su segundo mediante una tumultuosa salida, una de las caras nuevas que se incluyeron en la plantilla fue un experimento en el que el resultado no salió favorable. Además de Hezonja y Musa, los brates, y el regreso de Sergio Rodríguez para sus dos últimos años hasta la retirada se unió el francés Petr Cornelie. Este híbrido entre alero y pívot venía de pelear por una oportunidad en la liga de desarrollo de la NBA con Denver Nuggets, donde igualmente peleaba Facu Campazzo con todo lo que tenía. Para su regreso al panorama europeo Cornelie había cambiado de estatus, situándose uno o varios peldaños por encima de lo que en él era habitual. Se les esperaba como referencia. Se le fichaba con importancia. Nada de lo que prometía se convirtió en verdad.
Cornelie desarrolló su actividad en sus primeros años como profesional en su país natal. Se crio en la conocida Calais y produjo varias temporadas para tres clubes distintos de su país: Le Mans, Levallois, Pau-Orthez, ocho cursos entre ellos, hasta que quiso dar el salto al charco y emprender la aventura americana. Salió en el draft escogido por los Nuggets, donde llegó cinco años después de que les eligieran. Fue uno de los que se benefició de la figura laboral que allí, traducida, se conoce como contrato dual, por la que la posición principal es la de permanecer en el equipo afiliado a la franquicia principal pero se cuentan con una serie de días en la NBA donde puede ser utilizado en la gran liga. Petr promediaba dobles dígitos en puntos y rebotes. Quizá aquellas estadísticas, infladas en una competición criticable por su individualismo, desvirtuaron un poco la realidad del jugador.
Parecía apetecible. Denver Nuggets le reclamó para ascender y ahí estuvo, con los más grandes del baloncesto mundial. Saltó a pista trece veces con ínfimos resultados: un punto de media. Duró hasta enero. El acuerdo quedó roto para que pasara simplemente a militar en el equipo afiliado con otras condiciones. 16,5 puntos y 13,1 rebotes en la G-League. Fueron sólo cuatro partidos de prueba. Una sospecha sí provocaban esos números: para ser un ala-pívot abierto su 16% en triples sonaba extraño. Pero llamó la atención de la Euroliga por sus características. El Madrid mordió el anzuelo y firmó con él un contrato de un año, sin ir a la larga porque su experiencia en grandes citas era inexistente. Melón por abrir. Salió malo.
En la andadura en Madrid se vistió con unas prendas que no le pertenecían: Thompkins había abandonado el equipo y Randolph se recuperaba de una de sus graves lesiones. Era el interior tirador de referencia, ya que su compatriota Yabusele podía cubrir más aspectos del juego y se le tenía en otra consideración. El Real picó demasiado alto con él y no resultó.
Disputó 63 partidos de fase regular entre Liga y Euroliga. La actuación más productiva llegó contra el Maccabi el Día de Reyes, con 18 puntos en 18 minutos. Una estrella fugaz. En competición nacional promedió 4,4 puntos y en la continental alcanzó los 6,2 tantos. La única alegría colectiva de esa temporada, la primera de Mateo al mando, se dio en la Final Four del Zalgirio Arena: con un tiro de Llull el Madrid se proclamaba campeón de Europa por undécima vez, Cornelie incluido. Resaltó precisamente por quedar apartado en una esquina: en esas eliminatorias, la polémica del Partizán y la semifinal ante el Barça, acumuló la desconcertante cifra de 5:29 minutos en pista. La relación entre club y jugador no iba a ningún lado y el Madrid dejó pasar la fecha de finalización de contrato sin renovarle. El Mónaco fue el que se abalanzó a por él.
En la ciudad del Principado las cosas no le han ido mucho mejor. Ésta es su segunda temporada allí y la sensación de inexistente confianza que le transmite el cuerpo técnico es igual. Además se ha enfrentado ya a dos entrenadores distintos, Obradovic hasta hace poco y Spanoulis como relevo, y ninguno le ha propuesto para un rol crucial en sus esquemas tácticos.
Acumula 31 encuentros disputados en Euroliga con Mónaco. Dejando aparte la cantidad que se ha perdido por decisión técnica. La primera campaña estuvo en 26 de la fase regular europea y, sin alcanzar los dobles dígitos de anotación un solo día, la media de puntos sale a tres por cita. Ya poco importaba que su porcentaje en triples se mantuviera en buenos márgenes, 35%, porque el aporte al club empezaba a ser inexistente. En cuartos de final dio un buen relevo en el tercer partido contra el Fenerbahçe y pare de contar. La temporada actual ha hecho crecer su nivel de preocupación. De 15 jornadas ha saltado al parqué en tres de ellas nada más, con 12 puntos computados globalmente. Pasar de promediar 6,3 lanzamientos exterior por cita a ni rozar esa cifra total en más de dos meses es un golpazo. Petr Cornelie ha pasado a ser nada.
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