Pablo Laso resucita a Serge Ibaka
Tras abandonar la NBA por la puerta de atrás Serge Ibaka se ha reencontrado con la chispa que le hizo grande gracias a Laso y el Bayern.
El regreso a los banquillos de Pablo Laso tras su salida del Real Madrid suponía un reto al que el vitoriano se había desacostumbrado: crear una nueva estructura casi desde cero. Como él mismo explica, “estuve en el mismo equipo con los mismos jugadores durante muchos años y ahora es diferente, por eso es un proceso; con los nuevos jugadores yo también tengo que adaptarme, saber qué es lo que pueden hacer y lo que no. Lo que es importante es que en esa evolución estemos todos juntos”. El paraguas del Bayern de Múnich, su nuevo club, le permite experimentar en un entorno conocido como la Euroliga pero con el presupuesto mucho más limitado que el que tenía en la capital de España. Por eso hay que acertar con los fichajes y tener una base fuerte. Está costando con Carsen Edwards, que no progresa en el Viejo Continente y anda lejos del tirador que se vio en Estados Unidos hace unos años, pero por contra Laso cuenta con jugadores expertos en el terreno (Bonga, Obst, Weiler-Babb, Lucic, Giffey o, en su segunda etapa allí, Booker) y ha decidido apostar por otros dos jugadores a los que ha tenido cerca en el Real y de los que quiere hacer bandera. Con el argentino Leandro Bolmaro, al que se midió varias veces -por ser éste canterano del Barça- antes de dar un salto fallido a la NBA, desea sacar ese potencial y convertirlo en confirmación. Con Serge Ibaka era una cuestión de fe por ambas partes.
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Para el que no lo recuerde, Ibaka jugó unos partidos con el Madrid. El cierre patronal de la NBA en el año 2011 llevó a muchos de los que allí jugaban a emigrar para mantenerse en forma mientras se resolvía el gran problema. A Madrid llegaron Serge y también Rudy Fernández, que a partir del siguiente verano se quedó de forma permanente. Aquella era la primera campaña de Laso dirigiendo a los merengues, por lo que el sentimentalismo remueve ahora para volver a ir de la mano del ala-pívot español de origen congoleño.
Ibaka, que del descubrimiento en L’Hospitalet había saltado a un debut esplendoroso con el Bàsquet Manresa en la ACB, jugó seis partidos en la Liga Endesa. 6,6 puntos de media y un destello de luz contra el Zaragoza: 15 puntos, con sólo un tiro fallado, más 9 rebotes y 6 tapones para 29 de valoración en el Príncipe Felipe. El paso fue así, de estrella fugaz, por eso a Laso le quedó la miel en los labios.
Fuera de duda su calidad, Ibaka en aquel tiempo era uno de los mejores jugadores defensivos de la NBA. Hablamos de 2012 cuando con los míticos Thunder en los que acompañaba a Durant, Westbrook y Harden le pudieron pelear unas Finales a los Heat del trío de LeBron, Wade y Bosh. Nada menos que eso. Aquel espigado pívot, con una capacidad para saltar combinada con la habilidad de los tiempos para hacerlo, mutaría no mucho después. El ancla defensiva no encallaba tanto, ya iba al ataque, y ahora es otro tipo de jugador.
‘Iblocka’, así se le apodaba cuando llegó a Oklahoma City haciendo un juego de palabras entre su apellido y sus tapones, murió por el camino hacia un jugador mejor. De ser ‘5′ haciendo pareja con Nick Collison o Kendrick Perkins a bajar al ala-pívot y sin prestar tanta atención a la zona cercana al aro. Se había convertido en un tirador cuando estuvo en los Magic (había lanzado 205 triples el año anterior, cuando en los cinco años que le precedieron había sumado un total de 123) y a los Raptors llegó después asentado en este nuevo perfil. Era otro. Dejó de ser convocado por España, que tenía ese hueco cubierto con Mirotic, y precisamente se reencontró con el seleccionador Sergio Scariolo en tierras canadienses y en una ocasión para la historia: Toronto ganó la NBA en 2019. Serge cumplía un sueño al lado de jugadores como Kawhi Leonard o Marc Gasol y era el momento de saber mantenerse.
No pudo.
‘Mafuzzy’ estaba por encontrarse tras terminar la para todos penosa temporada de la pandemia. Y eligió un nuevo destino, los Clippers, donde le esperaba un Kawhi que le apreciaba como jugador y persona. Pero todo empezó a salir del revés al bueno de Serge. Fichó por los angelinos como agente libre y en el primer curso aún mantenía la línea continuista de sus hasta ahí siempre aceptables números. Una lesión fue lo que emborronó su dibujo. Se operó de la espalda en el verano de 2021 y en los Clippers dejaron de confiar en él. Los viajes a la G-League se hicieron habituales y su pedigrí pedía otra cosa. Había bajado a 6,6 puntos, los que hacía en su primera campaña cuando tenía 20 años, y buscó otro hogar. El cambio le llevó a los Bucks de Antetokounmpo el año en el que defendían el título. Aceptó ese papel más secundario, renovó, pero se había situado en sólo 11,6 minutos por velada.
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Dejó de jugar el 1 enero de 2023 y se quedó sin contrato un mes después. Los Bucks y los Pacers, porque hubo un traspaso entre ellos, tampoco habían sido lo que él pensaba. Se llegó a frustrar muchísimo. En una entrevista en The Athletic confesó su punto de vista: “El entrenador me decía a la cara: ‘No te prometo nada, pero nunca se sabe. Es una temporada larga y los chicos pueden lesionarse, tienes que estar preparado’. Cuando iba a hablar con la dirección deportiva me dijeron cosas diferentes. Que me querían. Que querían que estuviese allí. Que me quedara. Y cuando volvía a estar en pista todo era diferente. Llegó un punto en el que no podía soportarlo más. Amo este deporte, pero si esto me va a quitar la tranquilidad y la alegría quizá no vale la pena. Me gané el respeto. Al menos comunicaos conmigo; no estoy hablando de jugar, solo pido comunicación”. Sólo una vuelta a Europa, donde su capacidad de dominación continúa intacta a sus 34 años, podía resucitarle.
El encaje en Múnich
“El hecho de que Pablo sea el entrenador fue un factor decisivo para mí. Es uno de los mejores entrenadores del mundo”, dijo en su presentación. Relevando intenciones. Laso, además de aquella corta experiencia antes mencionada, tiene el bagaje de un tipo hiperexpuesto a lo largo de sus años en América al que todo el mundo conoce como jugador. Sólo había que volver a hacer clic dentro de su cabeza.
En el juego interior se está mostrando versátil cuando se apareja con Devin Booker. Son dos con similitudes: juego bronco cuando se requiere, movilidad lateral para defender cerca del aro, lanzamiento de tres y pases bien medidos. Son dos ‘4′ y ‘5′ al mismo tiempo. Con Freddie Gillespie el error está en este último, lejos de las expectativas. Ibaka también puede ser el pívot en otras unidades con menos altura, estando dentro junto a Giffey o fuera si está con Bonga.
“Afrontó este capítulo con ilusión: tengo mucho fuego en mí. Quiero conseguir que haya una mentalidad ganadora”, apuntó también nada más llegar. Ese colmillo tampoco se le ha caído al de Brazzaville. Su experiencia en grandes citas será clave a lo largo de la temporada, que se prevé larga, para dar liderazgo a los jóvenes y consistencia a los demás. Ibaka quiere conquistar por fin terreno europeo.
La opinión de Laso
El Bayern tiene una particular lucha nacional con el Alba, dentro y fuera de la Euroliga, y este año la va ganando. Será otro punto positivo de conseguir estabilizarse como primer fuerza germana, el país de los campeones del mundo. Los bávaros suman 4 triunfos y 8 derrotas en 12 citas.
“Sabemos que va a ser un proceso. Cuando un entrenador nuevo llega a un equipo y hay jugadores nuevos en posiciones importantes como la de base, será un proceso. Tenemos muchos jugadores y talento joven. Estamos perdiendo un montón de partidos por poca diferencia. Dice lo buenos que somos, pero también que no estamos venciendo. Debemos recorrer mucho aún para ser el que conjunto que queremos ser”, dijo Laso la semana pasada: “Estábamos jugando en un pabellón difícil y sabíamos que no iba a ser sencillo. Todos lo hicieron lo mejor que supieron y tuvimos el último tiro. Eso habla bien del equipo, pero pensemos que hemos perdido y que debemos mejorar para ganar estos partidos”.
Hablaba de la caída en la pista del Zalgiris de Kaunas, en la que un tiro de Keenan Evans dejó en nada el triple frontal con el que Ibaka pretendía vencer. Es uno de los ejemplos de los que habla Laso. Sea como fuere Ibaka había firmado su mejor partido, con 20 puntos y 7 rebotes en 24 minutos.
El entrenador español ha sido preguntado por la evolución de sus jugadores, individualizadamente, a lo largo de estos tres meses de trabajo. En el caso de Ibaka sabía que había que recuperarle poco a poco: “Con Serge tenemos que ser pacientes, pero está haciendo un buen trabajo tratando de volver a su ritmo de juego. Ha estado sin jugar durante un largo periodo de tiempo y creo que está en forma, eso es lo que está demostrando, ahora tiene que ponerse a punto en cuanto a ritmo de partido. A veces falla en los partidos; se cansa porque no es tan atlético como debería ser. Pero está preparado, está jugando muy bien. Se cabrea porque falla algunos tiros que son fáciles para él, pero está haciéndolo muy bien para nosotros”.
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El último compromiso hasta hoy también tiene fuegos artificiales. Ganaron al ASVEL en un nuevo pabellón, el LDLC Arena, con capacidad para 12.500 personas. Y a lo grande: después de dos prórrogas y con un tiro libre de Giffey tras una falta en ataque y severas protestas locales. Ibaka metió 14 puntos. Sus promedios son los de alguien de su calibre que, porción a porción, se va a acabar comiendo todo lo que pille: 11′4 puntos, 5′9 rebotes, 1′3 tapones y 1′1 asistencias, añadiendo un acierto del 56,9% en tiros de dos y 42,9% en tiros de tres (por encima de los estándares en lanzamientos de baloncesto). Es motor de este remozado Bayern de Laso. Es, sobre todo, un hombre nuevo en un entorno nuevo que no necesariamente quiere volver a lo de antes. Antes de 2023. Después de 2023. El antes y el después de Serge Ibaka.
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