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EUROLIGA | BARCELONA 59 - OLYMPIACOS 63

Los pecados del Barça

El Barça se queda fuera de la Final Four de la Euroliga después de mostrar una serie de deficiencias en la plantilla durante toda la temporada: la falta de líderes, el juego interior, los NBA...

El base del Barça Ricky Rubio tras el quinto partido de los cuartos de final de la EuroLiga que Barça y Olympiacos disputaron hoy miércoles en el Palau Blaugrana, en Barcelona.
Enric FontcubertaEFE

El Barça ha roto este año una racha de tres consecutivos jugando la Final Four de la Euroliga. Fueron las tres temporadas con Sarunas Jasikevicius a los mandos, que a su vez acabaron con un periodo de cinco cursos (año de la pandemia aparte) sin llegar al fin de semana de la lucha por el título. Han estado muy cerca de volver a verse con el Real Madrid en semifinales, igual que en los dos años anteriores, pero el Olympiacos les apeó en un quinto partido en el Palau de brazos agarrotados y manos temblorosas en el que los griegos supieron aguantar por debajo del marcador casi todo el encuentro y encontraron el acierto en la canasta contraria justo en el momento decisivo: a 5 minutos del final. Ahí, con empate a 49, un parcial rapidísimo de 0-8 puso una losa encima del equipo culé que fue imposible de levantar.

La decepción en Can Barça es grande. Nadie había perdido un quinto partido de cuartos de final en casa hasta dos horas antes (el Mónaco frente al Fenerbahçe), pero las señales hacían indicar que algo así podía pasar. El equipo, que se pasó la mayor parte de la temporada en la segunda posición de la clasificación, sólo por detrás del intratable Real Madrid, acabó pidiendo la hora para mantener la ventaja de campo después de perder cuatro de los últimos ocho encuentros. En unas semanas en las que todos sus competidores parecían al alza (Panathinaikos 7-1, Mónaco 7-1, Olympiacos 7-1 y Fenerbahçe 5-3), ellos acabaron cuartos y gracias, pero a la plantilla ya se le veían unas costuras que habían estado asomando desde hacía tiempo y que se han hecho muy evidentes en el peor momento posible.

El relevo de Mirotic y Higgins

El pasado verano se marcharon los dos jugadores más importantes de la era Jasikevicius: Nikola Mirotic y Cory Higgins. El primero fue el golpe de efecto necesario para hacer del proyecto algo realmente grande. El hispano-montenegrino fue santo y seña del equipo durante cuatro años y, salvo contadas excepciones, rindió a nivel de MVP. En cuanto a Higgins, una lesión hizo que bajase su rendimiento drásticamente a partir de 2022, pero hasta entonces era un exterior élite en Europa que a punto estuvo de darle su tercera Euroliga al Barça en 2021.

Ellos dos eran los líderes del equipo, los jugadores a los que había que darles el balón cuando las posesiones quemaban. Y sus relevos no han estado a la altura. Jabari Parker fue otra incorporación por sorpresa y, teniendo en cuenta de dónde venía (varios años sin ser relevante por culpa de las lesiones), no se puede poner muchas pegas a su desempeño. El norteamericano ha ido de menos a más y ha tenido momentos brillantes, partidos que ha ganado con su calidad, que sigue estando ahí. Pero el nivel mostrado no se acerca lo suficiente a lo que hizo Mirotic vestido de blaugrana. Y si el recambio del ala-pívot no ha salido bien del todo, el de Higgins ha sido un completo desastre. Todavía con él en la plantilla pero ya claramente mermado de la espalda el club no fichó ningún recambio. Cuando se fue y liberó uno de los contratos más altos de la plantilla se apostó por Darío Brizuela, por el que se pagó la cláusula y que ha acabado siendo un fiasco. En Euroliga ha promediado 14 minutos, 5,7 puntos y un 35% en tiros de tres, pero en la eliminatoria ante el Olympiacos sólo ha jugado en los dos partidos de Atenas y sólo en el cuarto, con el Barça perdiendo de paliza, estuvo 20 minutos en pista. El caso de Brizuela, junto al de Joel Parra (otro español firmado en verano para ocupar cupo y que ha jugado aún menos), han resultado paradigmáticos de un diseño de plantilla que se ha demostrado erróneo con el paso de los meses.

El regreso de los NBA

En la plantilla del Barça hay varios jugadores con pasado NBA, pero hay tres en concreto en los que hay que fijarse por distintas razones pero con una misma conclusión: no han estado a al altura. Tomas Satoransky regresaba a Barcelona en 2022 como el deseado por Jasikevicius para cubrir el puesto de base que dejaba libre Nick Calathes. Era la segunda etapa del checo en la Ciudad Condal y de la anterior se marchó como uno de los mejores de Europa en su posición. Las expectativas eran altas y, desgraciadamente, han estado lejos de cumplirse. Sus números nos son excesivamente malos (7 puntos, 4,3 rebotes y 4 asistencias durante la temporada europea), pero casi nunca ha dado sensación de controlar el juego del equipo ni el ritmo de los partidos, mucho menos recordar a la estrella que se fue en 2016.

El puesto de base ha sido un quebradero de cabeza todo el curso. Ha obligado a Nico Laprovittola a multiplicarse, lo que está haciendo que uno de los jugadores clave llegue justo de fuerzas al final de temporada (ha bajado todas sus medias en la eliminatoria frente al Olympiacos respecto a la temporada regular). El crecimiento de Rokas Jokubaitis no ha sido el esperado y parece que se puede marchar en verano. Y finalmente, y aquí llegamos a otro jugador que ha vuelto de Estados Unidos, a Ricky Rubio le ha llegado el tramo decisivo aún demasiado pronto. El base de El Masnou, que empezó a jugar hace dos meses, va recuperando sensaciones tras más de medio año parado, pero su potencial es de estrella de la Euroliga y es algo que todavía no ha alcanzado. Sí le ha dado tiempo a ser el segundo mejor asistente del equipo por detrás de Lapro y el mejor ladrón. Ha tenido momentos de juego notable que hacían recordar al gran Ricky. Pero el equipo necesitaba una figura que acabara de una vez por todas con la indecisión y las dudas en el peor puesto en el que te pueden pasar esas cosas. Y el Ricky del segundo trimestre de 2024 todavía no es ese jugador.

El otro regreso sonado fue el Willy Hernangómez, otro ex de la cantera madridista. Por ese motivo su fichaje trajo cierto regusto al de Mirotic, pero las comparaciones se quedaron ahí. El pívot ha mostrado las mismas virtudes y los mismos defectos que durante toda su carrera, con una capacidad innata para anotar cerca del aro cuando sus compañeros son capaces de encontrarle en situaciones ventajosas, pero con dificultades para ser una amenaza constante en la media distancia y con los problemas defensivos ya conocidos por todos. El resumen es que uno de los contratos más altos de la plantilla no ha rendido como tal y ha sumado, aunque no el que más precisamente, a otro de los grandes agujeros del equipo este año.

Un juego interior muy corto

Si la dirección ha estado descabezada por el bajo rendimiento de Satoransky, el nulo crecimiento de Jokubaitis y la falta de ritmo de Ricky, amén de exprimir más de la cuenta a Laprovittola, el juego interior tampoco ha llegado al rescate. Lo ha hecho unas cuantas veces, pero siempre con nombre propio: Jan Vesely. Más allá del checo pare de contar. La temporada de Vesely ha sido monstruosa: máximo anotador (junto a Lapro) y jugador más valorado, segundo máximo reboteador (y líder en rebotes ofensivos), mejor taponador culé, tercer mejor porcentaje de tiros libres y tercer jugador con más robos del equipo... Nada que reprochar a un jugador de 34 años.

Si el resto de jugadores hubiera seguido la senda marcado por Vesely seguramente estaríamos hablando de otra cosa ahora mismo. Pero los demás interiores han estado a años luz. De Willy ya hemos hablado y el español, con sus faltas, ha aportado cosas en ataque que le han servido al equipo en momentos concretos. De Jabari también hemos hablado y le tocaba el trabajo más difícil, seguramente imposible: reemplazar a Mirotic. Pero, ¿qué pasa con Oscar Da Silva y James Nnaji? El primero llegaba en 2022 del Alba Berlín como una de las promesas del baloncesto europeo, un ala-pívot con muchos recursos en ataque y potencial de gran jugador que, de momento, se ha quedado en mera comparsa. El segundo acabó como un tiro la temporada pasada de la mano de Jasikevicius y todo apuntaba a que este podía ser el año de su explosión definitiva... Pero no. No hay ningún jugador con contrato de la primera plantilla que haya jugado menos minutos que Nnaji (menos de 6 de media). Hay algo que ha hecho que Roger Grimau no se sienta impresionado por el físico arrollador de un jugador que hace menos de un año ya sonaba como futurible NBA. Uno de los grandes misterios de la temporada del Barça, que ya sólo tiene el comodín de la Liga para no acabar sin títulos por primera vez en cuatro años.

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