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Euroliga

Campazzo, Anderson y un sonoro pique digno de Clásico

El Clásico de la Euroliga en el Palau tuvo un punto de inflexión: el choque de intensidad entre Campazzo y Anderson. Sólo a uno le salió bien.

Facu Campazzo -
Facu Campazzo -CHEMA DIAZDiarioAS

El Madrid se llevó el primer Clásico de la temporada en la Euroliga. En el Palau, siempre metido, y rompiendo una mala racha que le había impedido ganar a domicilio en la competición continental hasta el momento, con dos prórrogas y una resiliencia propia de los que no se rinden pese a las dificultades. Los azulgranas, en el debut de Raulzinho Neto con la zamarra a rayas, no supieron rematar y se desmoronaron.

Especialmente conviene recoger un momento que explica cómo cambio el final, enajenado, para colocar a los de Chus Mateo en posición de victoria. Con ello llegaron al tiempo extra, por lo menos al primero, cuando parecía que la fortuna estaba del lado local. Un jugador se encargó de cambiar el signo del encuentro: Facu Campazzo. Otro, el que lo trató de impedir aunque el resultado (90-97) no cayera de su lado: Justin Anderson. Duelo de exNBA en un escenario en el que se piden jugadores con ese arrojo, ese nulo miedo a verse con los mejores. El duelo, que venía de lejos, fue una repetición exitosa para el argentino, un ironman este jueves en la Ciudad Condal: 18 puntos y 10 asistencias para 32 de valoración en 44:50 sobre el parqué, disputando ambas prórrogas ante la falta de confianza de los técnicos en Feliz y otros compañeros. Les valió la pena.

El Barça tuvo cuatro de ventaja al entrar en el último minuto del tiempo regulado y tres cuando sólo restaban veinte segundos en el reloj. Se barajó hacer falta para impedir el triple y obligar al Real a trabajárselo hasta el extremo si quería alargar el partido. Eso no se llegó a ejecutar, Campazzo pidió paso y encestó el triple que equilibró el marcador al término de los cuarenta minutos. Anderson intentó pararlo y no acertó a ello.

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Sería imposible pasar por alto todo lo ocurrido en ese último minuto, crucial para el contexto. Con 70-69 favorable a los barceloneses se produjo ese clic: salto entre dos entre Hezonja y Parker, que además se tuvo que repetir, balón bien peleado por Punter sacando la ventaja en velocidad, posesión esquinada para el escolta y Musa como defensor y, en el otro costado, Anderson ganando pista hasta que Campazzo interrumpió su galopada con un empujón que los árbitros revisaron y, en una extrañísima resolución, dejaron sin sanción. Al alero de 31 años le van esos momentos de máxima presión, le gusta ese punto extra tensión. Por eso decidió incidir en Facu, desconcentrarle, para meterse en su cabeza y que no pensara. La estrategia, sin embargo, se le dio la vuelta. Del tiempo muerto, con -3, Campazzo salió hinchado, Anderson le retó con un toquecillo y palabras, Campazzo vio claro el objetivo en el horizonte y fue a por él, Anderson se equivocó al pasar tarde el bloqueo y sin hacer falta, lanzamiento de alto voltaje del base... ¡dentro! El empate fue una realidad una y dos veces, hasta que en el minuto 50 los blancos pudieron alzar los brazos en señal de victoria.

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El Barça salió tocadísimo de esa cadena de jugadas. De una falta y posible antideportiva pasó al tiro que heló el pabellón y mandaba el contador al tiempo añadido. En la resolución de la primera prórroga bien es cierto que el Madrid se quejó de varios contactos no pitados, sobre todo uno final a Tavares en la pintura intentando cazar un balón rebotado. Decisiones polémicas para salpimentar aún más ese enfrentamiento.

Pareja desavenida a pesar de que el respeto deportivo impere entre ellos. Cuando Anderson cambió el Breogán por el Valencia cruzaron sus cuerpos en la semifinal de la Copa del Rey de 2024, en la que retó a Facu a unos bailes sobre la cancha. Aquel día ganó adeptos, ya que no es sencillo que un alero corpulento sea capaz de defender a un base tan ágil como Campazzo. El tanteo no le favoreció (95-76) en lo colectivo, sí en la parcela individual. En su siguiente intercambio volvió a plantear una defensa asfixiante sobre el armador del Madrid. Admirador de Llull, Justin fichó por el Barça para ganar en el roster ese plus de agresividad bien entendida, complemento en los dos lados de la pista. 5,1 puntos y 2,8 rebotes suponen el listón, uno que Peñarroya acepta y predica al considerarle un buen activo en lo coral. Un hombre hecho a la medida del baloncesto europeo.

El Madrid venció a los elementos en lo que supone un chute de adrenalina y, más importante, el sexto triunfo en la Euroliga. Se mantiene décimo en la tabla a expensas del resultado del Efes. Lejos de donde, por presupuesto, debería estar. Pero este cruce de pareceres, desde la deportividad que se profesan el uno por el otro, es de los que cambia dinámicas, el Real se puede apoyar en él para impulsarse de una vez por todas. Dios proveerá.

Campazzo, Anderson y un sonoro pique digno de Clásico

“La jugada era intentar hacer algo”, decía entre risas en el micro de Sara Giménez (Movistar+) el sudamericano al terminar la contienda, refiriéndose a la acción que desembocó en la prórroga inicial. “Me defendía Anderson, que es un pedazo de defensor. Yo me metía con él, él se metía conmigo, cuestiones del partido. Se disfruta mucho jugar contra alguien como él. En lo personal me hace estar obligado a estar concentrado, no puedo salirme del partido. Me hace trabajar mucho mentalmente, defensivamente y físicamente”, incidió cuando se le preguntó por el pique con Justin. Sólo podía ganar uno.

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